Cementerio. Cientos de cruces se yerguen solitarias de la tierra seca, enmarcadas en la noche cerrada. De pronto, un relámpago ilumina el cielo, y una mano esquelética, con retazos de piel azulada colgando de los huesos, se levanta de debajo de la tierra, al mismo tiempo que retumba un trueno.
Zombies Vivitos y Coleando ¿Por qué la fijación con cuerpos reanimados?
Con solo leer ese párrafo, decenas de historias vienen a la cabeza. Y es que los zombies –cuerpos que se levantan de la tumba y vagan por las calles con la sola intención de alimentarse– están instalados en el imaginario colectivo desde hace décadas.
En los últimos años, sus apariciones en el entretenimiento se han multiplicado todavía más; el estreno de ayer de Mi novio es un zombie es el ejemplo último.
Es sorprendente
Basta una investigación corta para hallar que el origen de los muertos vivientes no proviene de ningún creativo: es algo mucho más oscuro.
Provienen de la religión vudú de Haití y África, en donde se cree que los sacerdotes tienen la habilidad de traer del más allá a los muertos como seres hipnotizados. A esos espíritus se les llama zonbis en el crèole haitiano, y nzumbes en el dialecto africano Mbundu. Traducción: espíritu de los muertos.
Pero no es la única mitología en la que puede rastrearse el concepto.
Desde el Gilgamesh, un poema mesopotámico que es de los trabajos literarios más antiguos que se conocen, la cultura tiene muertos hambrientos de carne viva (“Dejaré que los muertos suban a comerse a los vivos/Y los muertos superarán en número a los vivos”, lee un optimista pasaje).
En el siglo XX se dio una explosión de historias de zombies, primero con obras literarias, y más adelante en el cine, donde hallaron su hogar definitivo. El punto de quiebre llegó en 1968, con un tal George Andrew Romero.
Y los muertos caminaron
Filmada con un presupuesto ínfimo de US$ 114 mil (equivalente a US$ 6 millones actuales), La noche de los muertos vivientes, el debut como director de Romero, narra la historia de una familia atrapada en un campo invadido por los cadáveres andantes del título, hambrientos por devorar a cada integrante del clan.
Fue un verdadero suceso, a pesar del bajo presupuesto. Su segunda parte –El amanecer de los muertos vivos– subió la apuesta y obtuvo una mayor recaudación. La clave estaba en que el director no pretendía solamente robar un par de gritos a la audiencia.
Romero inyectaba a su narración de un comentario social que le dio una profundidad mucho mayor: los zombies de Romero son metáforas. El amanecer…, que tiene lugar en un centro comercial, las criaturas representan el consumo excesivo e irracional.
Pronto los creativos se dieron cuenta de que las posibilidades del género eran infinitas, y nació un verdadero arquetipo moderno.
Revolución zombie
Es llamativo: los no muertos se arrastraron y tambalearon desde el fondo del barril cinematográfico hasta acercarse a la cumbre del entretenimiento. Baratas de filmar, las películas de zombies brotaron por todos lados luego del éxito de Romero, aunque con mucha menos calidad y, en consecuencia, popularidad.
De vez en cuando aparecía alguno digno: el videoclip de Thriller, de Michael Jackson y la trilogía de Posesión infernal, de Sam Raimi, en los ochentas; Braindead, de Peter Jackson, en los noventas. Pero siempre sin presupuesto, era un cine debajo del clase B. El cambio radical se dio en el siglo XXI.
Quizá el proceso comenzó con el videojuego Resident Evil, de fines de los noventas; pero lo cierto es que la década del 2000 y los años que van de la siguiente han estado abarrotados de filmes de zombies con una llegada mucho mayor al público y por consiguiente con más dinero para gastar.
La gente, preocupada cada vez más por un Apocalipsis que parece inminente al menos una vez por año, se encariñó con la idea de los muertos invadiendo el reino de los vivos.
Hubo cinco Resident Evils
También la excelente 28 días después, y Romero volvió al cine con tres entregas más en su saga. La comedia hizo una entrada triunfal con los ya clásicos Muertos de risa y Tierra de zombies, y en la televisión, The Walking Dead alcanzó alturas de gran calidad, y hoy rompe récords de audiencia para shows de cable.
Brad Pitt protagoniza una producción de enorme presupuesto, World War Z, que se estrena este año y estuvo entre las publicitadas en el SuperBowl.Y no queda ahí.
El sencillo videojuego Plantas vs. Zombies es una verdadera adicción; existen apps que lo transforman a uno en no muerto y otras que son juegos, como el entretenido Map of the Dead.
Además, desde 2001, cada año en diferentes ciudades se organizan zombie walks, en que cientos de personas disfrazadas copan las calles; en Montevideo se realiza desde hace dos años.
Matías, de la compañía Decissors FX –encargada del maquillaje de los participantes–, lo resume bien cuando dice que hay una “moda” con los zombies.
A la última fue tanta gente que Matías y su compañero Santiago terminaron muertos, aunque de cansancio. Pero satisfechos. “Se pone buena”, comenta Matías. “Es algo diferente de lo que se hace en Uruguay”.
Tal es la extensión de los cuerpos reanimados por todos los rubros del entretenimiento (¿novelas? Orgullo y prejuicio y zombies), que se acercan al borde del agotamiento.
Pero cuando llegan proyectos innovadores, como Mi novio es un zombie (una comedia en que dicho zombie es el protagonista), el género de los muertos parece más vivo que nunca.
¿Zombies y los parásitos de los gatos?