En 1933, el Monte Mihara se transformó en el “Punto de Suicidio”, atrayendo a personas influenciadas por la trágica historia de Kiyoko Matsumoto. La falta de medidas preventivas iniciales y el sensacionalismo de los medios incrementaron significativamente el número de suicidios. Con el tiempo, las autoridades implementaron restricciones que lograron reducir estas tragedias, mientras que el legado cultural del volcán perdura en la memoria colectiva y en obras cinematográficas y literarias.
Monte Mihara en Izu Oshima: Suicidios y su Impacto en la Sociedad Japonesa
El monte Mihara, ubicado en la isla de Izu Oshima, a unos 100 kilómetros al sur de Tokio, fue escenario de una ola de muertes que sacudió a la sociedad japonesa en la década de 1930.
Aunque esta historia se ha convertido en leyenda con el paso de los años, sus implicaciones socioculturales y el dolor que evocan aún resuenan en la memoria colectiva de Japón. Hoy, revisitamos esos episodios para comprender mejor cómo el fervor mediático y las presiones culturales de la época generaron una verdadera epidemia de suicidios en el borde de un volcán activo.
El origen del mito: Kiyoko Matsumoto
La tragedia tomó forma en 1933, cuando una joven estudiante de 21 años, Kiyoko Matsumoto, se quitó la vida lanzándose al cráter de este volcán.
En una sociedad donde el honor familiar y la percepción pública resultaban esenciales, las relaciones homosexuales eran un tabú casi inexpugnable. Por lo tanto, la supuesta declaración amorosa que Matsumoto hizo a su compañera de estudios generó una tensión insostenible para ella.
Finalmente, tomó la drástica decisión de viajar hasta Izu Oshima para consumar su suicidio.
No obstante, aquel suceso no quedó en el anonimato.
Al publicarse la conmovedora nota de despedida de Matsumoto en los principales periódicos de la época, su figura se volvió un símbolo mediático. Con gran rapidez, la trágica historia se extendió por todo el país y originó un fenómeno inquietante: decenas de personas comenzaron a imitar ese salto fatal hacia el interior del volcán, atraídas por la potente imagen de un destino considerado romántico y definitivo.
Auge de visitas y efecto multiplicador
A partir de 1933, el monte Mihara recibió una atención sin precedentes. Además del impacto periodístico, la compañía Tokyo Bay Steamship Company estableció un servicio regular de buques de vapor que facilitó la llegada de visitantes a la isla.
Como resultado, el borde del cráter se convirtió en lo que se conoció como el “Punto de Suicidio”, un escenario macabro para curiosos y turistas. De hecho, hombres y mujeres se acercaban no solo para contemplar el paisaje volcánico, sino también para presenciar o emular las decisiones letales que otros llevaban a cabo.
Con todo, la cifra de suicidios se incrementó de forma dramática.
Según recuentos periodísticos de la época, en 1933 se registraron 944 muertes, mientras que los años posteriores sumaron otras cientos de víctimas. La prensa cubría cada nuevo caso con un halo de fatalismo romántico, alimentando la fama siniestra de Mihara y creando un efecto dominó en la psique de la población más vulnerable.
El impacto mediático y la preocupación social
Mientras tanto, el gobierno japonés y la sociedad en general comenzaron a alarmarse por la magnitud de los acontecimientos.
Aunque el suicidio no era ilegal bajo la ley japonesa, la constante afluencia de personas dispuestas a lanzarse al cráter evidenciaba una crisis de salud mental y un problema de responsabilidad social. Sin embargo, al principio las autoridades hicieron poco para contener el acceso al volcán, quizá porque los ingresos turísticos estaban en alza y no existía un marco legal claro para la prevención de suicidios.
Por otro lado, los medios de comunicación proveyeron una plataforma donde el fenómeno se narraba con tintes dramáticos o incluso sensacionalistas. La difusión masiva de la nota de Kiyoko Matsumoto inspiró a quienes veían en el volcán una vía de escape. De manera similar, se fomentó una especie de mitología en torno a la isla y su cráter, describiéndolo como un lugar enigmático donde el último suspiro parecía adquirir un significado trascendente.
Medidas de prevención y declive de la epidemia
El creciente número de muertes forzó a las autoridades a introducir medidas concretas. Entre ellas, se prohibió la venta de pasajes de ferry de solo ida hacia Izu Oshima, con la intención de desalentar la idea de un viaje sin retorno.
De igual modo, se incrementó la vigilancia en la cima de la montaña y se elevaron barreras de contención para dificultar el libre acceso a la zona más peligrosa. Este plan gradualmente rindió frutos: la cantidad de suicidios disminuyó en los años posteriores, aunque muchos lugareños todavía señalan que la atmósfera sombría del lugar perduró durante bastante tiempo.
Paralelamente, las medidas resultaron efectivas porque coincidieron con cambios en la percepción del suicidio dentro de la cultura japonesa. Aunque conservar la honra a través de la muerte formaba parte de ciertas tradiciones, la modernización de las estructuras sociales y la creciente influencia de ideas occidentales empezaron a matizar ese concepto, reduciendo el estigma que rodeaba temas como la orientación sexual o los conflictos personales.
Legado cultural y ecos en el cine
Eventualmente, la historia del volcán de los amantes suicidas trascendió a la ficción.
El monte Mihara apareció en producciones cinematográficas emblemáticas, por ejemplo, en “The Return of Godzilla” (1984), donde la criatura es confinada en el interior del cráter. Asimismo, la novela “Ring”, de Koji Suzuki, adaptada posteriormente al cine, hace referencia a este volcán como el lugar donde se suicida la madre de uno de sus personajes principales. De esta manera, el mito del monte Mihara continuó alimentándose en la cultura popular contemporánea.
En contraste, la sociedad actual ha redoblado esfuerzos para brindar asistencia y concienciación sobre la salud mental. Organizaciones sin fines de lucro y líneas de ayuda se han multiplicado, y la promoción de espacios de diálogo se ha vuelto un pilar para evitar tragedias similares. Aun así, el recuerdo de Mihara persiste, recordándonos que la cobertura mediática y el contexto cultural pueden influir de manera poderosa en la vida de las personas.
Reflexiones finales
Por último, la desgarradora historia del volcán de los amantes suicidas en la isla de Izu Oshima expone la relación compleja entre la presión social, la cobertura periodística y el significado cultural del suicidio en Japón.
Aunque el monte Mihara hoy en día ha recuperado su faceta turística y su belleza natural, jamás podrá desprenderse por completo de su pasado trágico.
Sin duda, la experiencia deja múltiples lecciones acerca de la importancia de abordar los problemas de salud mental con responsabilidad y empatía, así como de regular el papel de los medios en la divulgación de hechos con alto impacto emocional.
Para más información e investigaciones basadas en fuentes históricas oficiales, puede consultarse el Museo Nacional de Historia Japonesa y la Biblioteca Nacional de la Dieta de Japón, donde se encuentra documentación relevante sobre la cobertura periodística de la época.
José G Contreras – Mitología y Folklore de Japón