Dolores Hart tenía todo lo que siempre había soñado. Su carrera como actriz de Hollywood estaba despegando, había actuado junto a Elvis Presley en dos películas y estaba a punto de firmar un contrato millonario.
Dolores Hart besó a ELVIS PRESLEY y terminó en un convento!
Pero decidió frenar todo, cambiar de rumbo y abandonar el cine: en un giro dramático, ingresó en un convento de clausura y se convirtió en monja.
Su futuro estaba floreciendo y era promisorio. Los elogios no cesaban: que era la nueva Grace Kelly, que era musa inspiradora y que tenía al mundo del espectáculos a sus pies.
Ganó premios, paseó por distintas alfombras rojas y estaba a punto de casarse, cuando le llegó el “llamado divino”. Tenía solo 25 años y jamás se arrepintió de su decisión.
“Nunca dejé Hollywood porque pensara que fuera un lugar de pecado. Simplemente sentí otra vocación”, describió Dolores, quien actualmente tiene 82 años y sigue vistiendo los hábitos.
Su primer acercamiento a la religión
No siempre fue creyente. De hecho, llegó a la religión por elección a los 10 años. Nació en 1938 y, como sus padres eran actores, se mudaron de Chicago a Hollywood para que su progenitor pudiera continuar su carrera, por lo que Dolores fue criada por su abuela.
En ese marco fue que, casi de casualidad, conoció la fe. Como su abuela no quería que cruzara las vías del tren para ir a la escuela pública, la inscribió en un colegio parroquial cuyo camino no incluía cruces de calles ni ferrocarriles.
Como venía de una familia que no era católica, la niña no pudo tomar la comunión, a diferencia del resto de sus compañeros. Además de recibir la eucaristía, a sus amigos les entregaron una chocolatada y donas, algo que le molestó.
Entonces, le dijo a una monja que quería comer lo mismo que sus pares, pero la mujer entendió que la niña quería comulgar y le preguntó si quería ser católica.
“Así es como me ‘engancharon’, con leche con chocolate y donas”, recordó más tarde. Sin embargo, aún faltaba mucho tiempo antes de sentir que debía “entregarse a Dios”.
Cuando sus padres se separaron, se mudó a Los Ángeles con su madre, que se volvió a casar. Ya en la escuela secundaria, audicionó para el papel de la doncella de Orleans en la película de 1957 Saint Joan.
Si bien no consiguió el papel, su performance le permitió acceder a una beca para la universidad de Marymount. Allí llegó a interpretar el personaje principal en Joan of Lorraine y fue descubierta por Hollywood.
El famoso beso con Elvis Presley
Cuando cumplió 19 años, según The Philadelphia Inquirer, fue elegida para protagonizar el film que la llevaría a ser recordada para siempre, Loving You (1957). Su coprotagonista era Presley.
Ese rol la convirtió en la primera mujer en besar al rey del rock and roll en pantalla, y ese beso fue considerado como “uno de los más largos de la historia del séptimo arte”. No por la duración, sino por el número de repeticiones que exigió el director.
“Nos sonrojamos varias veces, así que el director cortaba la escena, pedía que nos maquillaran y volvíamos a empezar. En la pantalla solo duró 15 segundos, pero en la memoria lleva más de 55 años”, dijo la religiosa en un documental que fue replicado por BBC.
Durante el beso, los maquilladores tuvieron que aplicarles base en las orejas. No fue solo Dolores quien se puso colorada: a Elvis le pasó lo mismo. “¡Cuando lo miré, estaba rojo! Éramos solo un par de niños. Pero era un hombre sencillo y verdadero”, manifestó la exactriz.
Elvis la invitó a salir
Presley llegó a invitar a Hart a salir, pero ella se negó porque eran compañeros de trabajo. “Realmente no lo conocía ni tampoco sabía que era famoso. Lo vi como un muchacho dulce y simple con las patillas más largas que había visto”, admitió la monja.
“De hecho, cuando lo conocí, le pregunté qué hacía. Recuerdo que fue muy cortés. Era un absoluto caballero y me llamaba ‘señorita Dolores’. Y luego supe lo talentoso que era el cantante”, añadió.
En un inesperado intercambio durante un recreo del rodaje, Elvis se acercó a Dolores, le entregó una biblia, le pidió que la abriera y que le dijera qué significaba para ella.
“Entonces, ofrecí mi opinión sobre lo que estaba viendo, y a partir de ahí, pasamos el tiempo entre escenas hablando de la biblia. Nunca esperé que un compañero actor tuviera ese tipo de curiosidad genuina. No estaba tratando de preparar nada. No había flashes alrededor para tomarnos fotografías. Lo hizo porque estaba en su corazón”.
King Creole
Luego del éxito de la película, en 1958 ambos volvieron a trabajar juntos como pareja en King Creole. “Para cuando hicimos nuestra segunda película, no podíamos caminar por la calle porque había mucha gente esperándolo, solo queriendo tocarlo”, narró Hart en diálogo con Fox.
En tan solo cinco años, la joven grabó un total de diez películas con reconocidos actores como Montgomery Clift, Anthony Quinn, Robert Warner, George Hamilton, Myrna Loy y Connie Francis. En 1958 hizo su debut en Broadway con The Pleasure of His Company, y dos años más tarde protagonizó Where the Boys Are.
También trabajó en la película Lonelyhearts (1958) junto a Clift. Luego, como si fuera un presagio, Dolores fue seleccionada para interpretar a Clara en la película Francisco de Asís (1961). Su rol le valió la invitación a una audiencia con el Papa y, en esa ocasión, la saludó como “Chiara” (Clara en italiano).
Por sus trabajos en teatro, ganó el Theatre World Award y fue nominada a un Tony. Su talento y belleza la llevaron a ser apodada como “la nueva Grace Kelly”.
Muchos directores de Hollywood la buscaban y consideraban su musa. Su carrera se estaba transformando en algo intenso, por lo que un amigo le recomendó visitar la abadía Regina Laudis, en Bethelehem, Connecticut, para “renovarse”.
“Lo que encontré allí fue la paz que primero me atrajo a la iglesia católica, y cuando me fui la llevé conmigo”, consideró Dolores en sus memorias, tituladas El oído del corazón: el viaje de una actriz desde Hollywood a los votos santos. Sin embargo, tras la visita a la congregación, volvió a su ritmo habitual.
Planes de casamiento
Como si los hábitos fueran algo imposible, Hart estuvo cerca de pasar por el altar cuando aceptó el pedido de matrimonio de su novio de toda la vida, Don Robinson. La ceremonia estaba planificada y preparada, las invitaciones habían sido impresas y el vestido de novia estaba casi listo.
Todo iba encaminado, pero ella sentía que algo estaba mal y decidió hacérselo saber a su prometido. “Estaba en una cita para almorzar con Don. Fue entonces cuando le dije: ‘Don, tengo que decírtelo. No puedo decir que sí a esto’.
Él se levantó de la mesa y gritó: ‘¡No!’. Y, por supuesto, todos en el restaurante nos miraron. Lo miré y le dije: ‘Don, te estoy diciendo la verdad. Realmente te amo, pero no de la manera que quieres’”, reconstruyó.
Luego, le confesó lo que realmente quería hacer con su vida. “Dios me estaba llamando y sentí en mi corazón que necesitaba responder”. Ya más calmo, él aceptó su destino y respondió que la iba a ayudar.
Cambio de rumbo
Tenía 25 años en 1963, cuando decidió abandonar su prometedora carrera en Hollywood y cambiarla por el monasterio benedictino. Pero no todos tomaron la noticia tan bien como Don.
Según consignó La Vanguardia, el entonces poderoso productor Hall Wallis enfureció cuando ella se negó a firmar un contrato millonario con la Metro Goldwyn Mayer. “Firma o te aseguro que nunca más trabajarás como actriz”, la amenazó. Pero a ella ya no le importaba.
Aunque fue una decisión terminante, durante los tres primeros años lloraba hasta quedarse dormida cada noche. “Tenía miedo de dejar el negocio del cine. Fue lo que me dio identidad y autoestima”, reveló tiempo después.
La transición hacia su nueva vida no fue fácil. Para ingresar al convento, tuvo que despojarse silenciosamente de todas sus pertenencias, desde los abrigos de piel y vestidos hasta sus joyas.
“Fue realmente triste, como lo que puede ser el purgatorio. No podía hablar con la prensa, ni siquiera con mi madre, pero tenían que asegurarse de que fuera real”, declaró a Vogue.
Además, debió cortar la cabellera rubia que tanto amaba hasta los hombros. “Cuando era muy pequeña, mi bisabuela solía decirme mientras se cepillaba el pelo:
Nunca te cortes el pelo
‘Nunca te cortes el pelo, cariño, hasta que sea realmente amor’”, rememoró la religiosa. Para Francisco de Asís en 1961, cuando interpretaba a una joven aristocrática que dejaba a su familia para convertirse en monja, Dolores pidió usar peluca.
“En ese momento no podía hacer eso para una película, tenía que ser para algo real”, dijo.
De acuerdo al Daily Mail, además trabajo físico, todos los días tenía que guardar tres períodos de silencio y cantar cánticos latinos siete veces. Instalada en la abadía, recibió visitas de su exprometido y de amigos actores, como Paul Newman y Patricia Neal.
“El primer año que entré en la abadía, Don fue a Hawái. Pensé: ‘Bueno, eso es un adiós. Nunca más volveré a saber de él’. Me equivoqué. Don vino a visitarme. Y hasta el día de su muerte [en 2011] venía al menos una vez al año para ayudar en todo lo que pudiera, para trabajar en áreas que serían aceptables. Y nunca se casó.
Recuerdo que una vez me dijo: ‘Todo amor no tiene por qué terminar en el altar’. Creo que Don está ahora con el Señor”.
En 1973 fue nombrada decana de educación del monasterio y, luego, fue designada madre superiora de la abadía con 40 monjas a su cargo.
Una monja en la alfombra roja
Aunque su vida transcurría en el monasterio cerrado, Dolores volvió a ser el centro de los medios en los años 90, cuando un imitador de Elvis, Philip Stanic, que se hacía llamar Elvis Presley Jr., aseguró que ella y el cantante eran sus padres biológicos. Inmediatamente, la ex-actriz salió a desmentir la información.
En la misma época, a pesar de estar alejada de Hollywood, la convencieron para que volviera a participar de las actividades de la Academia.
En la actualidad sigue siendo miembro y recibe copias de películas para ver en su modesta habitación: analiza a los candidatos a los Oscar y envía su voto por correo para seleccionar a los ganadores anuales.
En 2012, Hart tuvo un segundo reencuentro con la industria de la que había prometido distanciarse. Fue invitada a la entrega de los Oscar cuando una película sobre ella, God Is The Bigger Elvis, fue nominada al mejor cortometraje documental.
Era su tercera vez en la alfombra roja, pero fue la primera en la que no debió preocuparse por el diseño de su vestido: como era de esperar, apareció con el hábito de monja.
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