En Uruguay, la laicidad ha moldeado la celebración de la Navidad, transformándola en el Día de la Familia. Este enfoque garantiza la igualdad de creencias y promueve una sociedad plural. La unión familiar sigue siendo el centro de las festividades, pero sin respaldo religioso oficial, consolidando un modelo único en América Latina.
Fiestas sin religión: La apuesta laica de Uruguay
En la mayoría de los rincones de América Latina, la Navidad es una celebración arraigada que inunda las calles de adornos, villancicos y festejos religiosos. No obstante, Uruguay se erige como la excepción que confirma la regla.
Tras más de un siglo de leyes laicas, el país sudamericano ha transformado las tradiciones católicas en celebraciones de carácter civil, manteniendo una identidad única en la región.
El origen de la laicidad uruguaya
Uruguay fue pionero en la implementación de políticas laicas. Este proceso comenzó durante las últimas décadas del siglo XIX y se profundizó a inicios del XX. Aun así, fue en 1919 cuando se consolidó un hito trascendental: la supresión de las festividades religiosas del calendario oficial.
A partir de ese momento, la Navidad dejó de ser reconocida como fiesta cristiana y se convirtió en el “Día de la Familia”. Asimismo, otras fechas con gran arraigo católico sufrieron modificaciones: la Epifanía —6 de enero— pasó a ser el “Día del Niño”, y la tradicional Semana Santa mutó en la “Semana del Turismo”.
Razones detrás de las reformas y repercusiones en la vida cotidiana
La decisión de eliminar los días festivos religiosos fue fruto de una visión de Estado que buscaba fomentar la separación entre Iglesia y gobierno.
Por ende, Uruguay reforzó su apuesta por la laicidad, pues el objetivo era garantizar la igualdad de creencias y resguardar la libertad de conciencia. Estas medidas, discutidas y aprobadas en diversos ámbitos institucionales, terminaron consagrando una tradición secular que, con el paso del tiempo, permeó la cultura general. De manera distinta a otros países latinoamericanos, el vínculo entre religión y ciudadanía se diluyó, formando una sociedad más pluralista y tolerante.
En segundo lugar, la adopción de estas políticas supuso un cambio en el imaginario colectivo del país. Mientras tanto, para muchas familias uruguayas, el hecho de no celebrar la Navidad bajo un marco religioso no implicó renunciar a las costumbres entrañables como la cena familiar o el intercambio de obsequios. El “Día de la Familia” mantiene el espíritu de unión y afecto, pero se presenta libre de connotaciones religiosas oficiales.
Un panorama religioso diverso y debate en el contexto latinoamericano
En realidad, muchos uruguayos continúan practicando diferentes credos sin mayores obstáculos. Al mismo tiempo, el Estado se abstiene de oficializar rituales religiosos. La sociedad uruguaya ha mostrado una alta tolerancia: alrededor de un 40% de la población se declara no creyente, cifra que coincide con estudios realizados por entidades de investigación social.
La diversidad religiosa convive en armonía con el laicismo estatal. Se estima que existen minorías protestantes, judías y musulmanas que gozan de plena libertad de culto. Como consecuencia, la ausencia de un patrocinio oficial de la religión dominante no ha impedido la expresión de distintos credos, más bien ha favorecido una cultura de respeto hacia la pluralidad.
Asimismo, en un continente donde la Iglesia católica ha mantenido —y en muchas zonas conserva— una influencia histórica, la decisión uruguaya suele generar sorpresa. Por el contrario, se argumenta que el modelo laico favorece la equidad y la autonomía de los ciudadanos para profesar o no una religión.
Estas transformaciones motivaron debates intensos, ya que diversas corrientes sociales y políticas consideraron que anular las fiestas religiosas era un atentado contra las tradiciones de la región.
En ese sentido, entidades como la Asociación Uruguaya de Libre Pensamiento y el propio Estado uruguayo han resaltado la importancia de preservar un entorno donde todas las creencias coexistan sin la imposición de una práctica oficial. De forma similar, se observa que el sistema educativo público, libre de enseñanza religiosa obligatoria, contribuye a cimentar valores cívicos basados en el respeto y la inclusión.
Visión actual y celebración del “Día de la Familia”
El “Día de la Familia” se ha consolidado como una festividad nacional.
Cada 25 de diciembre, las calles pueden lucir árboles decorados y luces de colores, pero el elemento religioso no se promueve desde las instituciones gubernamentales. En definitiva, la fecha se ha convertido en una jornada de unión y generosidad, donde grupos familiares y amigos se reúnen en torno a la mesa para compartir una cena especial e intercambiar afectos y presentes.
Para la población católica —o de otras confesiones— estas fechas no representan obstáculo alguno: los fieles pueden asistir a las misas y rituales que deseen, con la única diferencia de no contar con un respaldo oficial que declare la jornada como celebración religiosa nacional.
Más allá de eso, Uruguay ha sido calificado por organizaciones internacionales como uno de los países más estables y tolerantes de la región.
Su Constitución y sus leyes mantienen la separación efectiva entre Iglesia y Estado, un logro que garantizó la consolidación de derechos civiles. En contraposición, hay quienes defienden la idea de rescatar las costumbres religiosas tradicionales para no perder el patrimonio espiritual de la nación. Sin embargo, el consenso ciudadano refleja que esta modalidad laica se ha integrado a la identidad uruguaya como un rasgo característico de su evolución histórica.
Conclusión
Para concluir, la negativa de Uruguay a festejar la Navidad desde una óptica católica refleja algo más que una simple cuestión legislativa: simboliza una convicción profunda de separar la fe del ámbito estatal y, al mismo tiempo, respetar las múltiples formas de expresar la religiosidad en la esfera privada.
Esta dualidad ha forjado un país diverso que celebra con fervor los lazos familiares y abraza la pluralidad de creencias.
Casi un siglo después de aquella controvertida ley de 1919, Uruguay se mantiene como un referente en América Latina, ratificando su compromiso con la laicidad y presentando un modelo de convivencia que despierta admiración y curiosidad más allá de sus fronteras.
Mike Rivero — Costumbres y Tradiciones: Navidad