¿Te has preguntado alguna vez cómo se entrelazan la furia y la tristeza en el corazón humano? Descubre en esta fascinante fábula de Jorge Bucay, cómo dos emociones tan diferentes pueden intercambiar sus roles en un mágico estanque encantado.
Fábulas de Jorge Bucay: La Furia y la Tristeza en un Estanque Encantado
Había una vez, en este escenario místico, un estanque extraordinario. No era cualquier estanque. Estaba lleno de agua tan cristalina y pura que parecía espejo del cielo.
Peces de cada color imaginable nadaban en él, creando un espectáculo sin igual y el verde del entorno reflejaba en sus aguas con una intensidad que hacía pensar en mil tonos diferentes.
A este estanque, donde el tiempo parecía detenerse y la naturaleza se mostraba en todo su esplendor, se acercaron dos figuras inusuales: la tristeza y la furia.
Ambas, como dos antiguas amigas que han compartido innumerables momentos, decidieron bañarse en aquel estanque encantado. Se despojaron de sus vestimentas, revelando su verdadera esencia y entraron al agua, dejando que la frescura las envolviera.
La furia, siempre impaciente y con esa prisa que la caracteriza, no entendía de demoras. Bañándose con rapidez, salió del estanque antes de que uno pudiera darse cuenta. Pero, como es sabido, la furia a menudo no ve con claridad y en su apresuramiento, tomó la primera vestimenta que encontró a su paso.
Sin saberlo, se vistió con las prendas de la tristeza y con ese nuevo manto, continuó su camino.
Por otro lado, la tristeza, con su paso medido y su serenidad eterna, disfrutó de cada momento en el estanque. Se sumergió en sus aguas con una calma que parecía eterna, permitiendo que cada gota le acariciara.
Una vez satisfecha, salió del agua, lentamente, sintiendo el paso del tiempo como un susurro. Al llegar a la orilla, descubrió que su ropa había desaparecido. Y si hay algo que la tristeza aborrece es sentirse expuesta, vulnerable. Sin otras opciones, se vistió con lo único que quedaba: las vestimentas de la furia.
Desde aquel día peculiar, se cuenta que en más de una ocasión nos topamos con la furia. Una furia que, ciega y desatada, parece desgarrar todo a su paso.
Sin embargo, si nos detenemos y observamos con cuidado, con esa paciencia que solo el alma sabia posee, descubrimos que detrás de esa máscara vehemente de la furia, se esconde, en realidad, la silente y profunda tristeza.
La moraleja de este relato encantado nos recuerda que las emociones, aunque diferentes, pueden compartir un mismo origen. La furia y la tristeza, tan presentes en nuestras vidas, nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. Jorge Bucay, con su maestría, nos deja una enseñanza invaluable: observa con cuidado y encontrarás la verdad oculta tras cada emoción.