Humillación la tercera gran herida

Humillación la tercera gran herida, InfoMistico.com

La humillación es una herida que comienza a manifestarse entre el primer y tercer año de vida, precisamente cuando el niño comienza a ser consciente de su cuerpo físico y necesidades fisiológicas.

La tercera herida del alma — Humillación

Esta herida surge solo si el niño en algún momento siente, y no asume, que sus padres se avergüenzan de él, o si bien es él quien se avergüenza de sus padres. Tiene mucha relación también con los padres que controlan en exceso a sus hijos no ofreciéndoles la libertad suficiente como para autoconocerse.

Para evitar sentir esa vergüenza el niño crea la máscara del masoquismo, precisamente para no sufrir lo que se provoca es un mayor sufrimiento. Se niega sus necesidades y deseos, se autocontrola, y como se avergüenza se castiga incluso inconscientemente antes de que alguien lo haga.

Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.

Personalidad dependiente

El tipo de personalidad que se genera con frecuencia es una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser «tiranos» y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.

Estos niños se sienten culpables por algo que es natural, su cuerpo, su sexualidad y eso les avergüenza y se obligan a ocultarse. La mejor manera que tiene el cuerpo de esconderse es poniendo kilos.

La mayoría de las personas que sufren la herida de la humillación tienen exceso de grasa corporal, flacidez y generalmente sobrepeso. No estaríamos hablando de aquellas personas con sobrepeso, que están fuertes o tienen buena musculatura en vez de grasa corporal.

Afirma Lise Borbeau

Que esta es la herida más difícil de reconocer, nos cuesta darnos cuenta de que no nos aceptamos tal y como somos, para compensar, las personas que tienen esta herida se desviven por los demás, cargan con responsabilidades que no les corresponden sobre sus espaldas, no se dan cuenta que se están rebajando a si mismos, aunque lo disfrazan sintiendo falsamente que los demás no pueden hacer esas cosas por si solos y les necesitan.

La máscara masoquista les lleva a infravalorarse, se acusan de estar gordos, se ponen ropas feas que no les favorecen, castigan a su cuerpo dándole alimentos que no quiere, ni necesita.

Aquí nuestro Ego tratará de que no cambiemos y disfrazará nuestra herida de humillación en entrega por los demás. Como la persona que sufre esta herida no se cree lo suficientemente bueno por lo que es, trata de hacerse valer  haciendo cosas por los demás continuamente.

Recuerda, no todo el mundo que alguna vez se ha sentido humillado o avergonzado tiene esta herida; solo si de niño no supiste asimilarlo. Si esa herida no se sana, se va haciendo cada vez más profunda y el cuerpo comienza a mostrar síntomas.

El más evidente será el exceso de grasa y peso en el cuerpo, así como la dificultad para adelgazar puesto que usan la comida como consuelo a su insatisfacción.

¿Cómo reconocer si tengo la herida de la humillación?

  1. Si tienes exceso de grasa en tu cuerpo; te cuesta expresar tus verdaderas necesidades; eres incapaz de asumir la crítica porque te sientes disminuido; te sientes impotente muchas veces con tus seres queridos; crees que no eres libre por las circunstancias exteriores; cometes excesos.
  2. Las personas con esta herida son personas muy sensuales pero no se permiten reconocérselo lo que es posible que les cause problemas en sus relaciones sexuales.
  3. Dolor de espalda, problemas respiratorios, enfermedades del hígado; así como afonías y anginas son habituales.
  4. Es difícil tener todos los síntomas enumerados, pero cuantos más síntomas, de los arriba enumerados y otros muchos de los que habla la autora en el libro; más grande será la herida.

Aceptar la humillación

Me acepto completa y profundamente: aceptar la humillación

Aceptar que en algún momento te sentiste avergonzado o humillado no significa que te guste, o que tú lo hubieras hecho igual que tu progenitor, significa que aceptamos que nos ha ocurrido y que nosotros mismos también lo estamos haciendo, al no querernos lo suficiente nos estamos humillando y haciéndonos sufrir innecesariamente.

La aceptación tiene que ser triple

Tienes que aceptar que te avergonzaron, que tú te avergüenzas de ti mismo y que tú también puedes avergonzar a los demás.

Recriminar a nuestros padres es la reacción más común cuando somos adultos, pero realmente no es la mejor para superar cualquiera de las cinco heridas. Recuerda todos tenemos alguna o todas y por tanto, nuestros padres también.

En realidad, si observas el proceso de curación de las heridas, sanan con el perdón a nosotros mismos, más que a nuestros supuestos causantes. Puede ser bueno que hables de esto con tus padres, pero solo por conocer su punto de vista o como vivieron ellos los acontecimientos que a ti te generaron la herida.

Te sorprenderás

Eso sí, no les hagas sentir culpables. Recuerda que la herida se sufre solo si no la integramos, con lo cual, nosotros pudimos elegir, aún siendo niños, aceptarla en su momento. Ya que todo el mundo, TODO en algún momento de su vida se ha avergonzado por algo.

Además, aunque tengas una herida, no siempre te comportas de la manera descrita, eso solo lo haces cuando algo activa la herida y  te colocas la máscara que la tapa. Ser consciente aquí es vital.

Pasos para sanar la herida de la humillación

  • Fase de reconocimiento: reconocer que es una máscara lo que llevas puesto, en este caso la del masoquismo, y por eso te comportas así.
  • Fase de negación: aceptar que pueden sobrevenir intentos de rebelión, negación, justificación por parte de tu Ego.
  • Fase de asunción: asumir que fuiste humillado, que la otra persona tiene derecho a humillar, el mismo que tú tienes a reprocharlo, a que no te guste, a sufrir y a humillar a los demás también. Precisamente por eso, cada vez lo harás menos.
  • Fase de regreso: regresar a tu origen. Sé tú mismo, vuelve a ser quien realmente eres, sin máscara.

Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

Puedes contactar con Patricia o Eva si deseas acelerar el proceso de sanación de las heridas con un profesional.