El estúpido
El estúpido, recordemos, no obtiene beneficio alguno con sus acciones que dañan o perjudican a los demás. Y las más de las veces se perjudican a sí mismos por el camino. Hay factores que explican el impresionante poder de la estupidez humana.
Por ejemplo, está el hecho de la impredecibilidad del estúpido. Al estúpido no se le ve venir. Una persona inteligente levanta sus defensas de forma racional. Evalúa sus vulnerabilidades y trata de protegerse, pero estas protecciones responden a un comportamiento racional que espera un ataque racional.
El estúpido es irracional
No sigue ninguna lógica. Al llevar a cabo acciones que provocan pérdidas sin procurar beneficios, su víctima no tiene ningún criterio por el que empezar.
Otro factor que explica el impresionante poder de la estupidez humana es la presencia de Å en puestos de poder o responsabilidad: ya sean presidentes, directores, generales, obispos o diputados, tienen un poder en sus manos que multiplica su capacidad de hacer daño y provocar pérdidas.
Muchas veces, los puestos de responsabilidad dependen de la elección de grupos más o menos grandes de personas. Esos grupos contienen una proporción Å de estúpidos y, por lo tanto, sus elecciones perjudican a los demás y a sí mismos. ¿Por qué? Porque son estúpidos, te lo estoy diciendo.
Estas elecciones irracionales y este comportamiento impredecible refuerzan el poder o la capacidad de hacer daño del estúpido. La persona inteligente siempre es sorprendida por el estúpido e incluso cuando se prevé un ataque, planear la defensa no es posible porque el estúpido no sigue ningún plan.
Ni siquiera, después del daño hecho, es posible lanzar un contraataque. Tal es de errático e inverosímil el estúpido. Recordemos a Schiller cuando decía que «contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano».
Finalmente, otra cosa que explica el impresionante poder de la estupidez humana es que el estúpido carece de conciencia de ser estúpido. El inteligente sabe que es inteligente, el malvado sabe que es malvado, el incauto lamenta ser un incauto.
El estúpido no sabe que es estúpido. Cree estar en cualquier otra categoría y allá va pisando fuerte, dispuesto a arruinarte el día, provocar un conflicto, estropear algo o hacerte perder el tiempo; careciendo de motivos o incentivos para cualquiera de estas cosas…
Cuarta Ley Fundamental de la Estupidez Humana
Los no estúpidos subestiman siempre la capacidad de hacer daño de los estúpidos.
En concreto, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar y bajo cualquier circunstancia tratar con estúpidos supone un costosísimo error.
No sorprende que los incautos no puedan evaluar correctamente la capacidad de hacer daño de los estúpidos. El caso es que los inteligentes y los malvados cometen el mismo error. Ya sea por desdén, por falsa seguridad o porque creen que pueden sacar provecho del estúpido.
Pensar que se puede sacar provecho de un estúpido es un grave error que pone de manifiesto la incomprensión del fenómeno de la estupidez humana.
Además, en el transcurso del plan de acción, el estúpido aprenderá nuevas formas de trastocar tus planes, de sorprenderte con su estupidez y, finalmente de causarte daños a ti (y probablemente a sí mismo).
Quinta Ley Fundamental de la Estupidez Humana
El estúpido es el tipo de persona más peligrosa que existe. Corolario: El estúpido es más peligroso que el malvado.
Si en lugar de estudiar intercambios individuales tomamos el conjunto de los intercambios agregados de una población, podemos dividir el plano cartesiano de la estupidez en dos partes.
Igual que sucede con el malvado. El incauto también se divide en dos clases. El incauto inteligente (o tonto útil) es aquel cuya pérdida propia es inferior al beneficio ajeno. El incauto estúpido es aquel cuya pérdida propia es superior a la ganancia que otros obtienen de él.
Con esto claro, podemos dividir el plano de la estupidez con una línea. Quienes están a la derecha de la línea aportan un beneficio o bienestar agregado a la comunidad y quienes están a la izquierda causan pérdidas, daños o inconvenientes.
Es de incautos pensar que el éxito o fracaso de una sociedad depende de la variación de esa línea divisoria. Recordemos la proporción Å de estúpidos y la Segunda Ley. Tanto una sociedad próspera como una en decadencia tienen la misma proporción de estúpidos.
En particular, la decadencia o resultado negativo neto de las acciones humanas agregadas depende del aumento de la actividad de los estúpidos por permisividad de los otros grupos. Otro factor de decadencia es el aumento de la población incauta estúpida y malvada estúpida en sus respectivos cuadrantes.
En concreto, el pernicioso aumento de la presencia de malvados estúpidos en puestos de responsabilidad y el aumento de incautos estúpidos entre quienes los eligen o les consienten suelen ser causa de decadencia. El poder, para el estúpido, funciona como un catalizador en una reacción química.