El papel de los padres
¿Cómo es posible que no se hayan previsto las consecuencias y se haya prolongado tanto tiempo una situación tan insostenible, y por qué no se ha atajado el problema de alguna forma? ¿Por qué no reaccionan los padres?
La respuesta es extremadamente compleja, ya que se trata de un proceso muy lento, difícil y oculto.
La mayoría de los Hikikomori suelen encerrarse durante 1-5 años, pero hay casos en los que puede durar hasta 10 años o casi dos décadas y es aquí donde radica la extrema gravedad del problema:
Los adolescentes y jóvenes que se aislaron hace casi dos décadas son ahora treintañeros o casi cuarentañeros y han tirado por la borda los mejores años de su vida, justo cuando debían estar preparándose para el futuro.
Identidad personal y social
Para bien o para mal su habitación se ha convertido en el escenario donde han construido su identidad personal y social, el lugar físico y virtual desde el cual le cierran la puerta al mundo.
Una vez encerrados suelen pasar muchos años antes de que los padres recurran a pedir ayuda y esta pasividad suele contribuir a mantener el problema, ya que éstos: Normalmente, esperan que se resuelva solo.
Suelen creer que es una rareza propia de la edad, pero con el tiempo muchos de estos jóvenes se convierten en dependientes, exigentes y tiranos con sus padres, se muestran violentos o amenazan con suicidarse si les sacan de su encierro, motivo por el cual tardan mucho en solicitar ayuda sanitaria, y cuando lo hacen, los Hikikomori suelen rechazar esta ayuda.
No se atreven a afrontar la situación
En algunas ocasiones incluso se llega a crear escenarios de malsana dependencia entre la madre y el hijo.
Reconocer la existencia de un Hikikomori supone un motivo de vergüenza social, un fracaso del papel educativo, especialmente de la madre, que se ve desbordada por la situación.
Los padres suelen pensar que se debe esperar hasta que voluntariamente se reincorpore a la sociedad, esperan el desenlace de forma pasiva ante lo que creen una situación transitoria, como una fase que el adolescente tiene que superar.
Los estilos educativos de la familia son sobreprotectores en exceso y siempre desean mantener los hijos dentro de casa.
De esta forma, el Hikikomori es una problemática que se da fundamentalmente entre los chicos de clase media-alta ya que son sus progenitores quienes pueden permitirse mantener un hijo en casa sin estudiar o trabajar.
Estas razones favorecen que los padres dejen pasar unos años, con la esperanza de que el problema se solucione por sí solo, hasta que se deciden finalmente a intervenir, normalmente con la ayuda de un especialista.
Por esto no se fuerza, o se tarda mucho en hacerlo, de forma drástica al Hikikomori para que vuelva a integrarse en la sociedad.
Causas del Hikikomori
¿Cuáles son las posibles causas del Hikikomori para mantenerse en esta situación?
- Abandono del colegio y el consecuente sentimiento de culpabilidad, aumentando así la presión familiar.
- Miedo gradual a salir y a conocer gente, renunciando poco a poco a todo tipo de comunicación con sus amigos y, eventualmente, sus padres.
- Rebeldía juvenil de una manera diversa, introyectando las emociones.
- Emociones negativas que implican el deseo de querer y no poder salir de la situación, rabia hacia la sociedad, tristeza por estar en esta condición, temor sobre lo que puede pasar en el futuro y envidia a las personas que llevan una vida normal.
Entre ellos establecen dinámicas de apoyo para seguir encerrados en su habitación, forman comunidades virtuales y si alguno está pensando en dejarlo, se apoyan para seguir siendo Hikikomori. A veces están orgullosos de serlo, están a gusto en ese mundo, otras veces lo detestan.
¿Existe un tratamiento para el Hikikomori?
La reinserción de estos chicos no es nada fácil, ya que todo el mundo se limita a respetar el aislamiento y a esperar que el afectado tome por sí solo la decisión de volver a integrarse en la sociedad, sin ofrecerles otra alternativa o intervenir de cualquier forma.
Sin embargo, con una intervención adecuada cualquier chico con un problema así puede reintegrarse en la sociedad y normalizarse.
Las pautas de tratamiento de una adicción a las nuevas tecnologías suelen consistir en la retirada del material electrónico, como el ordenador, el móvil, la consola, etc.
Ello, en ocasiones, provoca conflictos de los menores con sus familias, porque la mayoría se niega, o bien los propios padres no están de acuerdo con estas medidas, especialmente en los casos de padres separados.
Existe una serie de terapias diversas que afrontan este fenómeno. A pesar de la diversidad que presentan las mismas es posible hablar de dos grandes aproximaciones:
Acercamiento médico-psiquiátrico
El acercamiento médico-psiquiátrico donde se trata la problemática como un desorden mental o comportamental que demanda la recuperación en hospital, sesiones de psicoterapia y asunción de psicofármacos.
Su enfoque es empezar con «reorganizar» la relación del paciente con sus padres, armar a madres y padres desesperados con estrategias para reiniciar la comunicación con sus hijos. Cuando el paciente está lo suficientemente bien como para acudir a la clínica en persona, se le trata con fármacos y terapia.
Acercamiento social
El acercamiento social donde se comprende el fenómeno como un problema eminentemente social y se aleja al joven de la casa, logrando métodos de comunicación, alojándolo en una comunidad con otros chicos que tienen su misma problemática para fomentar la convivencia y el intercambio, reaprender habilidades sociales y comunicativas y ofrecerles actividades atractivas para que puedan ser compartidas.
De esta forma se les motiva a reinsertarse socialmente. Los grupos de autoayuda se han convertido en una forma clave para atraer a un Hikikomori a la sociedad.
Lo que hace diez años era una anécdota, ahora es una realidad y en países como Japón, un problema. En España, todavía no es un problema sanitario, pero sí puede serlo en un futuro no muy lejano.
Si no se fomenta el uso responsable de las nuevas tecnologías y se conciencia a los padres, aumentarán los casos de este tipo en los próximos años, ya que todo el mundo tiene al alcance de su mano un portátil o un móvil con conexión a Internet.
En todo caso, si usted tiene hijos jóvenes, o usted mismo es uno de ellos, mucho ojo con la “puerta cerrada”, cualquiera sabe lo que puede pasar dentro.
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Autora: María Teresa Vallejo Laso