Se define como un malestar psíquico derivado de la exposición a un entorno rico en objetos de Arte. Fue definido en las últimas décadas del pasado siglo por la psiquiatra Graziella Magherini como resultado de su observación en viajeros que acudían al Hospital Santa Maria Nuova en Florencia, una ciudad famosa por su riqueza artística.
El Síndrome de Stendhal — Malestar psíquico
El doctor Ángel Guerrero, especialista del Servicio de Neurología del Hospital Universitario de Valladolid, el cuadro que describió la doctora Magherini incluía trastornos del pensamiento, de los afectos e incluso crisis de pánico.
La psiquiatra lo denominó síndrome de Stendhal en recuerdo de la experiencia que describe el escritor en sus cuadernos de viaje a Italia en una visita a la iglesia de la Santa Croce en Florencia.
Henry-Marie Beyle
Henry-Marie Beyle, más conocido por su seudónimo Stendhal, fue un escritor francés del siglo XIX que atraído por la idea romántica del “Grand Tour” y la experiencia vital de viajar visitó ciudades como Roma, Milán o Florencia.
Recuerda cómo frente a los frescos de la iglesia de la Santa Croce, ubicada en esta última ciudad italiana, sintió taquicardia, sudores y tuvo que salir de allí para recuperarse.
Tipos de Síndrome de Stendhal
Magherini realizó una estadística en las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo entre viajeros que acudían a su hospital refiriendo síntomas similares a los que relató Stendhal y que dieron origen a la definición del Síndrome que tomó el nombre del escritor.
La psiquiatra identificó tres grupos de síntomas que dieron forma a tres tipos del síndrome:
Trastornos del pensamiento
Alteraciones en la percepción de sonidos o colores, sentimiento persecutorio o de culpa y ansiedad. Eran los síntomas predominantes que la psiquiatra identificó en un 66% de los viajeros.
Trastornos predominantes de los afectos
Síntomas en grado variable como angustias depresivas, sentimientos de inferioridad como inutilidad, precariedad o insuficiencia, o sentimientos de superioridad como euforia, exaltación, pensamiento omnipotente o ausencia de crítica de la propia realidad. Hasta un 29% de los encuestados respondían a estos criterios.
Angustia y pánico
5% de los pacientes sufrieron crisis de pánico o proyecciones somáticas de la angustia como dolor precordial, sudor, desvanecimiento, taquicardia o malestar epigástrico.
Aunque más del 50% de los casos examinados por la doctora Magherini tenían antecedentes psiquiátricos, la mayoría de las personas que presentaron el síndrome salieron de sus casas en situación de bienestar psíquico.
Con motivo de un encuentro en Italia en 2008 de la Sociedad Española de Neurología, el doctor Guerrero realizó una encuesta entre los asistentes y sus resultados junto con una exposición del síndrome se publicaron en 2010 en la revista Neurología.
Forma parcial del síndrome
Sus resultados sobre la incidencia del síndrome de Stendhal entre los neurólogos mostraron que el 25% de los encuestados, en una muestra de 48 encuestas, había experimentado una forma parcial del síndrome.
Aunque el equipo de investigación de Guerrero no identificó crisis de pánico ni alteraciones del pensamiento entre los encuestados sí señaló como frecuente la influencia del arte en los afectos, sobre todo en el placer y la emoción.
Me enamoré de una estatua
Así es como la doctora Magherini tituló a la “secuela” de la obra que dedicó años antes a la descripción del síndrome de Stendhal.
En 2007 la psiquiatra italiana hizo una revisión del síndrome en este título al estudiarlo desde un punto de vista diferente: analizó las impresiones entre los viajeros sobre qué les hacía sentir el encuentro con la obra de arte.
Para ello, la psiquiatra analizó las impresiones que dejaron los visitantes a la Galería de la Academia en Florencia. Con motivo del aniversario de los 500 años desde la creación de la estatua del ‘David’ de Miguel Ángel, la institución dispuso un libro de visitas para que los viajeros pudieran anotar sus impresiones al contemplar la genial obra.
Entre las respuestas más comunes se encontraban la admiración que sentían por la belleza de la escultura, connotaciones también desagradables que se referían a la dificultad de comprender cómo un artista había llegado a tal grado de genialidad o incluso a deseos de destruirla y por último, también existían espectadores que conferían a la estatua características de ser animado y decían ser capaces de enamorarse de ella.
El viaje, desorganizar para reorganizar
Esta descripción de Magherini tiene su inspiración en la literatura romántica sobre los viajes del siglo XIX. Como apunta el neurólogo, un viaje supone para la psique de una persona una desorganización y una posterior reorganización.
Se han buscado otros referentes en posibles trastornos asociados al viaje como en el caso del síndrome de Jerusalén, una ciudad en la que confluye una sensibilidad religiosa que puede llevar a algunos peregrinos a perder el contacto con la realidad.
En este último síndrome los visitantes de la ciudad santa pueden generar una psicosis capaz de hacerles creer que son uno de los personajes del Antiguo Testamento o elegidos religiosos.
Magherini señaló que los pacientes eran más susceptibles al contacto con la belleza y que ya venían con trastornos del ánimo, alteraciones serias de la identidad sexual (apelaba a la naturaleza psicoanalítica del trastorno según su opción profesional) y con problemas previos.
«Es un trastorno que no llega a la consulta médica ya que la mayoría de las personas no acuden por este tipo de problemas y si lo hacen es en la ciudad en la que se encuentran mal. Magherini señala que el seguimiento no pudo ser bueno dado que los viajeros abandonaban la ciudad para seguir viaje», apunta Guerrero.
El perfil más habitual era el de una mujer de edad media, que viajaba sola, «ya que la compañía nos protege de sensaciones que predisponen», señala el doctor Guerrero que añade que Stendhal se refugió en los versos de su amigo poeta Foscolo para volver a un estado de calma, según refiere el propio escritor.
«No hay un tratamiento específico, es más una curiosidad que una patología y se tratan los síntomas de ansiedad y vegetativos como los sofocos o la sudoración. En definitiva, reposo, compañía y tratamiento sintomático», concluye el neurólogo.
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