El abandono, es la segunda gran herida que se instala en nuestro ser y para evitar que duela, que los demás la perciban, nos ponemos la máscara del dependiente. Lise Bourbeau hace una distinción entre abandonar y rechazar.
La segunda herida del alma — Abandono
- Rechazar: repeler a alguien, no querer estar cerca de esa persona La herida del rechazo esta relacionada al progenitor del mismo sexo.
- Abandonar: alejarse de alguien, no querer saber nada de esa persona. La herida del abandono se vive con el progenitor del sexo opuesto.
La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada.
Sería algo así como «te dejo antes de que tú me dejes a mí», «nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto», «si te vas, no vuelvas…».
Miedo a la soledad
Las personas que han tenido experiencias de abandono en la infancia, tendrán que trabajar su «Miedo a la soledad» , su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida del abandono suele surgir entre el primer y tercer año de vida del niño. Por ejemplo:
- Cuando nace un hermano y siente que sus padres le prestan menos atención.
- Si está enfermo y tiene que ser hospitalizado.
- Si los papás trabajan, llegan cansados y le dedican poco tiempo.
- Si los padres le dejan en casa de un familiar durante unos días.
No todo el mundo tiene la herida del abandono
Aunque se haya sentido abandonado alguna vez, esta herida la tienen las personas que no aceptaron esta circunstancia en su vida, que no se adaptaron a ella, y por tanto crearon una máscara, la máscara de la dependencia.
Si esa herida no se sana, se va haciendo cada vez más profunda y el cuerpo comienza a mostrar síntomas.
Si esa emoción no se libera, cada vez iremos atrayendo más situaciones de abandono a nuestra vida, es la manera que nuestro Ser Superior tiene de llamar nuestra atención, tenemos que integrar la experiencia, aceptarla y evolucionar
¿Cómo reconocer si tengo la herida y la máscara del rechazo?
Características físicas
- Cuerpo largo y delegado
- Ojos grandes y tristes
- Piernas débiles
- Falta de tono muscular
- Tendencia a tener problemas respiratorios, sistema digestivo delicado, miopía, migrañas, lumbalgia
Características emocionales
- Sensación de incapacidad
- Propensión a convertirse en víctima
- Sensación continua de soledad
- Sensación continua de tristeza
- Necesidad de apoyo y ayuda
- Le cuesta aceptar un no por respuesta
- Temor a la autoridad
Situaciones recurrentes
- Falta de comunicación con el progenitor del sexo opuesto. Si eres mujer, con tu padre. Si eres hombre, con tu madre
- Salud frágil
- Respuesta excesiva ante los problemas
- Le gusta ayudar a los demás y espera reconocimiento
- Cuando algo que le divierte se acaba, se siente abandonado
- Se enfada con mucha frecuencia
- Llora con facilidad
- Le gusta llamar la atención
Todos tenemos alguna de las cinco heridas, o todas. En distinta intensidad, según la profundidad que adquiriese en nuestra infancia. Esa profundidad se mide según el número de características que reconozcas en ti mismo.
Es raro tenerlas todas, pero cuantas más tengas, más profunda será tu herida y probablemente más tiempo llevarás puesta la máscara que la tapa, en este caso la máscara de la dependencia.
Todos nacemos únicos y especiales
Pero nuestra necesidad de adaptarnos al mundo va configurando nuestra personalidad, con ella interactuamos con los demás. Esta personalidad depende no solo de nuestras cualidades sino de nuestras circunstancias y nuestras elecciones.
Esta personalidad nos permite adaptarnos y sobrevivir pero también nos aleja cada vez más de nuestra esencia. A esta personalidad también le puedes llamar Ego.
Alejarnos de lo que somos y de cómo nos sentimos auténticos nos provoca dolor y como todavía somos niños, seres en desarrollo sin todos los mecanismos de defensa de un adulto, la mejor manera que encontramos para superar ese dolor es crear una máscara, es decir una personalidad que tape la nuestra y que nos permita vivir sin que aparentemente duela.
Me acepto completa y profundamente: aceptar el abandono
Aceptar que en algún momento te sentiste abandonado
No significa que te guste, o que tú lo hubieras hecho igual que tu progenitor, significa que aceptamos que nos ha ocurrido y que nosotros mismos también lo estamos haciendo: NOS ESTAMOS ABANDONANDO al renunciar a tomar las riendas de nuestra vida y buscar siempre en los demás la respuesta.
El proceso de aceptación no es inmediato, no ocurre de un día para otro, pero notarás que estás comenzando a sanar tu herida de abandono cuando prefieras estar acompañado pero no te importe estar solo; cuando prefieras el apoyo de alguien en tu tarea, pero te sientas capaz de llevarla a cabo solo.
Aquí es importante recordar que nuestro Ego nos puede tratar de «engañar», ya que si somos conscientes de nuestra herida de abandono, nos querremos quitar la máscara del dependiente que nos lleva a comportarnos como si fuéramos incapaces de hacer nada por nosotros mismos, y eso puede ser en un principio doloroso; así que tratará de evitarlo mediante la negación, mediante una falsa apariencia de curación.
La aceptación tiene que ser triple: tienes que aceptar que te abandonaron, que tú te has abandonado a ti mismo y que tú también puedes abandonar a los demás.
Pasos para sanar la herida del abandono
- Fase de reconocimiento: reconocer que es una máscara lo que llevas puesto, lo que te hace reaccionar así o interpretar así la realidad.
- Fase de negación: aceptar que pueden sobrevenir intentos de rebelión, negación, justificación por parte de tu Ego.
- Fase de asunción: asumir que fuiste abandonado, que la otra persona tiene derecho a abandonar, el mismo que tú tienes a reprocharlo, a que no te guste, a sufrir y a abandonar a los demás también.
- Fase de regreso: regresar a tu origen. Sé tú mismo, vuelve a ser quien realmente eres, sin máscara.
Puedes contactar con Patricia o Eva si deseas acelerar el proceso de sanación de las heridas con un profesional.