Secretos Ocultos de la Isla Margarita

Secretos Ocultos de la Isla Margarita, InfoMistico.com

El misterioso Genio de El Rincón de Tacarigua: leyendas de aguas y manantiales

En las noches de luna clara, algunos habitantes de la región de El Rincón de Tacarigua, contaban historias sobre los genios de las aguas. Estos seres aparecían en las vertientes naturales y manantiales, y se decía que podían ser pacíficos o peligrosos.

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Entre ellos, destacaba el Genio de El Rincón de Tacarigua, descrito como un ser alto, de apariencia blanca, con barba que llegaba hasta el pecho y una melena que cubría más abajo de los hombros.

Según las historias, el Genio solía vestir de manera distinta en cada ocasión y se metía en todo tipo de situaciones, especialmente si notaba que había personas miedosas cerca. Durante las noches, se escuchaban disparos de armas de fuego, cortes de hacha, gritos y lamentos, mientras se movía por la región.

Algunas veces se le veía cargando leña en los sitios de los trapiches, moler solo o enyugar y arrear los toros, beber guarapo, meter candela a la hornalla y batir el caldero.

Una de las historias más populares relata que durante la época de Cuaresma, cuando no estaba permitido trabajar, se llevaba a cabo una molienda de caña en una de las posesiones serranas más antiguas y prósperas de la región.

A medianoche, la peonada empezó a sentir ruidos extraños que los atemorizaban. Desde lo más espeso de la montaña, se escuchaba el sonido de un machete cortando palos con fuerza, algo que retumbaba en todas partes.

De repente, apareció el Genio cargando un haz de leña, golpeó a los toros con un planazo y luego se dirigió al caldero para beber guarapo.

La gente, aterrorizada, se quedó mirándolo sin poder articular palabra, mientras se retiraban de sus puestos de trabajo y se acurrucaban sobre el bagacero, en compañía de los perros que ya estaban todos tranquilos con los rabos entre las patas.

Cuando amaneció, descubrieron que los toros no se habían movido de sus puestos, pero el caldero de papelón se había botado por completo.

Esta historia fue suficiente para que los trabajadores decidieran no volver a moler en fechas prohibidas. A pesar de los testimonios de personas serias que afirmaban haber visto al Genio, muchos todavía lo consideran una leyenda.

Sin embargo, las historias sobre los genios de las aguas continúan intrigando y asustando a los habitantes de la región de El Rincón de Tacarigua.

La leyenda de la Santa Paraulata

Desde los albores del descubrimiento de la Isla por los españoles, se ha contado la historia de la Santa Paraulata, una princesa o guaricha guaiquerí llamada Paraú-Lata, quien era reconocida por su belleza, virtud y habilidad para crear tejidos y accesorios con las fibras vegetales más finas, así como por su talento musical para entonar tonalidades armoniosas que emocionaban el alma de su pueblo.

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Pero a pesar de ser la orgullosa representante de su raza, Paraulata había decidido no casarse y ningún pretendiente lograba persuadirla de lo contrario.

Fue entonces cuando, al entrar en contacto con las nuevas creencias, decidió aprender oraciones y plegarias, lo que le generó rechazo y malquerencia por parte de su gente, quienes finalmente la castigaron encerrándola en un lugar seguro.

A pesar de que la leyenda de la Santa Paraulata ha ido desvaneciéndose con el tiempo, todavía hay muchos niños que la imaginan en la puerta de la cueva, esperando a que llegue la fiesta de la Virgen del Valle para adorarla y tratar de verla de nuevo.

Esta historia es solo una más de las tantas creencias que han desaparecido en nuestra querida Isla, pero que aún tienen un lugar en la memoria colectiva de nuestra cultura.

La historia de la «greña e’negro»

En la región de Margarita abundaba una hierba de mediano crecimiento con tallo fuerte y hojas finísimas que era muy apreciada por los campesinos para alimentar cabras y ganado mayor.

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Esta hierba se conocía como «greña e’negro» por lo tupido y enmarañado de su follaje, aunque hoy en día se le conoce como «carricillo». Pero esta hierba tiene una leyenda que ha pasado de generación en generación.

Cuenta la historia que al comienzo de la dominación de los españoles en Margarita, una familia de blancos ricos adquirió un negrito bozal para que fuera su sirviente. A pesar de su corta edad, el negrito demostró ser bastante inteligente y rápidamente comenzó a dominar el castellano.

En cierta ocasión, los amos tuvieron que ausentarse de la casa y dejaron al negrito encargado de ella, con la advertencia de que no podía disponer de nada que allí había, excepto lo que era indispensable para su subsistencia.

Le encargaron con mucha insistencia que no podía ni vender, ni cambiar ni regalar nada, ni siquiera las plantas medicinales que se encontraban sobre las eras y entre las cuales sobresalía una matica de «anjenjo» que servía para curar todos los males y la cual había sido traída con muchísimo esmero desde tierras extrañas y la mantenían como una verdadera reliquia.

No hacía mucho tiempo de la partida de los amos, cuando se presentó a la puerta de la casa una anciana desconocida que por el amor de Dios pidió le regalaran tres cogollitos de «anjenjo» para hacerle un bebedizo a su hija que se moría de mengua.

Las lágrimas de la pobre mujer y la tristeza reflejada en su rostro conmovieron al negrito, que sin pensarlo dos veces, corrió hacia el corral y cortó los tres cogollitos de «anjenjo» y los puso en las manos de la viejecita que se había quedado aguardando en la puerta.

Cuando la familia regresó, notaron la pérdida de los tres ramitos y a pesar de la confesión hecha por el pobre negrito y de una revelación del espíritu del bien, que dijo que la mata había accedido gustosamente a la dádiva, siempre fue sometido a un castigo corporal tan fuerte que lo dejaron agonizante dentro de un charco de sangre y de excrementos.

Para ocultar el horrendo crimen cometido en la inocente criatura, hicieron en el fondo del patio un profundo hueco y lo enterraron de pie y todavía con vida, tapándolo bien con tierra apisonada, como para que no quedaran vestigios comprometedores del endemoniado hecho.

Las lluvias comenzaron a caer y con el tiempo, el corral se llenó de hierbas de diferentes variedades que se utilizaron como forraje para el ganado y las bestias de carga y paseo. Se le encargó a un anciano esclavo negro el corte y la preparación de los haces diariamente.

Una mañana de neblina baja, el esclavo intentó cortar una enorme cepa que sobresalía por encima de las demás en frondosidad y belleza, pero escuchó una voz que le decía: «Negro, Negro hermano, no me cortes el cabello, que mis padres me mataron por tres ramitos de anjenjo».

Sorprendido, el esclavo miró hacia todos lados y después de reflexionar un momento, intentó cortar de nuevo. Escuchó la misma canción, ahora más triste y melancólica. A la tercera vez, el esclavo cayó desmayado, tembloroso y con los ojos desorbitados.

Al recuperar el conocimiento, contó lo sucedido a algunas personas que se habían congregado alarmados por los gritos. La gente murmuraba «eso es para que vean que del cielo a la tierra no hay nada oculto».

Manos cristianas empezaron a excavar cuidadosamente y encontraron el cuerpo del negrito como si acabara de ser enterrado. Las raíces de la hierba rara que crecía sobre su cabeza la llamaron «greña e´negro»…