El rey Salomón, conocido por su inigualable sabiduría y riqueza, ostentaba un poder más allá de la comprensión humana: el dominio sobre los demonios. Armado con un anillo divino, convertía la malevolencia en milagros, forzando a estos seres a servir tanto a sus ambiciones terrenales como a propósitos divinos.
Salomón y su dominio divino sobre los demonios
Salomón, un hombre sin igual en fortuna, fue bendecido por Dios con el poder de someter a los demonios a su voluntad, transformando su influencia maligna en una fuerza de beneficio humano.
Desarrolló encantamientos capaces de curar enfermedades y exorcizar demonios definitivamente. Contó con demonios y espíritus como servidores, capaces de ejecutar tareas instantáneas a su mando. Gracias a estos espíritus, pudo cultivar vegetación tropical en Palestina, obteniendo agua desde la India.
Los animales también le servían; por ejemplo, fue transportado por un águila hasta el desierto y de vuelta en un solo día para fundar la ciudad de Tadmor, diferente de la Palmira siria. Este viaje al desierto estaba cerca de las «montañas de la oscuridad», hogar de los espíritus probados.
Salomón, protegido por un anillo sagrado, obligaba a los ángeles caídos Azza y Azzael a revelarle secretos celestiales.
La construcción del templo de Salomón: Alianzas sobrenaturales y desafíos
Durante la construcción del Templo, los demonios se convirtieron en una ayuda indispensable para Salomón.
Un incidente particular involucró a un espíritu maligno que robaba continuamente dinero y comida. Después de oraciones fervientes, el arcángel Miguel otorgó a Salomón un anillo con un sello divino, con el cual podría encerrar a todos los demonios de la tierra.
Armado con este anillo, Salomón sometió a los demonios, obligándolos a contribuir en la construcción del Templo, identificando a cada uno por su nombre y el ángel, estrella o signo zodiacal a los que estaban subyugados.
Ornias, un espíritu de índole vampírica que anteriormente había agredido a un sirviente de Salomón, fue el primer demonio convocado por este último. Recibió la orden de Salomón de cortar piedras cerca del Templo y de traer ante él al príncipe de los demonios.
Portando el anillo sellado por Salomón, Ornias se presentó ante Belcebú, el monarca de los demonios y le exigió su presencia ante el rey. Tras una inicial resistencia marcada por una explosión de fuego, Belcebú accedió y se presentó ante Salomón, comprometiéndose a convocar a todos los espíritus impuros, empezando por Onoskelis y Asmodeus.
Los demonios constructores: La fuerza oculta detrás del Templo de Salomón
Belcebú, en una revelación posterior, afirmó ser el único sobreviviente de los ángeles caídos del cielo, dominando a todos los entes del Tártaro y mencionando tener un hijo en el Mar Rojo.
El demonio de las cenizas, Tefros, y un grupo de siete espíritus femeninos, identificados como parte de los treinta y seis elementos de la oscuridad, fueron algunos de los seres convocados por Belcebú. A instancias de Salomón, estos seres comenzaron la labor de cavar los cimientos del Templo. La lista de demonios no cesó allí.
Salomón enfrentó a Envidia, un demonio sin cabeza que anhelaba poseer una; Rabdos, un espíritu de forma canina que reveló una piedra verde para decorar el Templo; y los treinta y seis gobernantes de las tinieblas, obligados a abastecer de agua al Templo.
Algunos demonios fueron destinados a las labores más duras de la construcción, otros fueron encarcelados y un grupo fue asignado a la refinación de metales. Así, bajo la dirección y el poder de Salomón, los demonios contribuyeron significativamente a la edificación del Templo.
Una vez completado el templo con la asistencia de los demonios, dignatarios de diversas tierras, incluida la reina de Saba, reconocida por sus artes mágicas, acudieron a admirar no solo la grandiosidad y el diseño del edificio sino también la sabiduría de Salomón, su constructor.
Juicio, magia y redención: Encuentros de Salomón con lo sobrenatural
En cierta ocasión, un anciano acusó a su hijo de impiedad, alegando que había intentado agredirlo físicamente. A pesar de la negativa del joven, su padre demandaba una sentencia de muerte.
Durante este intercambio, Salomón detectó la risa burlona del demonio Ornias, quien reveló no burlarse por respeto al rey sino por la ironía de la situación: el padre, desconociendo la inminente muerte natural de su hijo dentro de tres días, buscaba condenarlo.
Salomón, postergando su decisión, descubrió la veracidad de las palabras de Ornias al citar nuevamente al anciano cinco días después, constatando el fallecimiento del joven.
Tras un tiempo, el rey Adares de Arabia solicitó la ayuda de Salomón mediante una carta, rogándole que liberara a su reino de un demonio destructivo que se manifestaba como un viento y eludía su captura. Salomón envió a uno de sus esclavos con su anillo mágico y una botella de cuero hacia Arabia, donde el esclavo consiguió atrapar al espíritu en la botella.
De regreso en el Templo, Salomón observó con poco asombro cómo la botella, conteniendo al espíritu, se movía hacia él en señal de reverencia. Este espíritu luego contribuyó significativamente a la obra de Salomón, moviendo una inmensa piedra desde el Mar Rojo al Templo para servir como piedra angular, una tarea imposible tanto para humanos como para otros demonios.
El ocaso de Salomón: Entre el amor, la idolatría y la pérdida de su gloria
La caída de Salomón se debió a su propia debilidad; se enamoró de Shulamit, una mujer jebusea. Influenciado por los sacerdotes de los ídolos Moloj y Rafan, a quienes ella adoraba, inicialmente Salomón se resistió a sus peticiones.
Sin embargo, cedió ante su solicitud de sacrificar cinco langostas en honor a Moloj. Este acto le costó la pérdida del espíritu divino, su fuerza y sabiduría, llevándolo a un estado de desesperación tal que construyó templos dedicados a Baal y a Rafan para complacer a su amante.
El legado de Salomón es un testamento de cómo el conocimiento y el poder, cuando se usan con sabiduría, pueden lograr lo imposible.
No solo edificó un templo con la ayuda de demonios, sino que también los límites de lo que se consideraba posible en su tiempo. Aunque su caída marca un trágico final, su historia continúa inspirando a través de los siglos, enseñándonos sobre la complejidad de la naturaleza humana y la delgada línea entre el bien y el mal.
Con información de Sefaria: biblioteca viviente de textos de la Torá en línea