En un viaje espiritual hacia la introspección, las reflexiones y pensamientos nos guían hacia una comprensión más profunda de nuestro ser. Permita que su mente explore la sabiduría interior y encuentre la paz en la contemplación serena de la vida y su propósito.
Las palabras tienen poder porque son escuchadas en la mente, tanto del que las escucha como del que las pronuncia, y las convierte en imágenes. Cada palabra la hemos asociado a una imagen y a una determinada sensación. Las palabras crean imágenes y esas figuras mentales amplifican lo que somos. Tienden a acentuar nuestros sentimientos más básicos..
En un mundo lleno de ruido, la capacidad de escuchar se ha convertido en un arte perdido. Lucía, con su deseo de construir puentes de comprensión, nos lleva en un viaje por su experiencia personal. A través de sus ojos, aprendemos la importancia de la escucha activa y cómo esta puede abrir puertas a una comunicación efectiva.
Un día, Pablito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó y Pablito lo siguió, diciendo en forma irritada: — Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Carlitos no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo!.. Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo:
Nos dice Proverbios 25:28: “Una persona sin control propio es como una ciudad con las murallas destruidas”. Sin dudas que uno de los objetivos más elevados de este viaje que llamamos Vida es conseguir la paz interior. Es fácil darnos cuenta de la pugna que mantenemos con nosotros mismos. Nos enfadamos por nuestros errores..
El pensamiento ávido no tiene fin como uno no se esfuerce realmente en modificarlo y combatirlo con la actitud de discernimiento puro y despliegue de la generosidad. De otro modo, es como arrojar leña a un fuego que en lugar de atenuarse se intensifica. En la mente humana hay una tendencia muy arraigada y que es causante de tanta miseria y desigualdades: la avaricia, cuyo antídoto, obviamente, es la generosidad y los buenos sentimientos de compasión.
La crisis actual no es producto de lo ocurrido en 2.013 con la muerte del ex-presidente Hugo Chávez y el ascenso al poder de Nicolás Maduro. Tampoco con el ascenso de Hugo Chávez al poder en 1.999. Ni con el intento de tomar el poder por la fuerza de su parte en 1.992, ni siquiera con el llamado “Caracazo” (rebelión popular) de 1.989.
