En algunas pocas semanas más, todos los aviones van a estar en tierra. Empezarán a callarse por fin los anuncios de carteras, zapatos, y autos caros. Los gobiernos confiscarán los depósitos que en muy poco tiempo no servirán para nada; el dinero va a perder utilidad. No se podrá comprar nada.
Llegó el momento de amarnos y respetarnos
Se acabarán los espectáculos deportivos, culturales y sociales.
Habrá restaurantes vacíos, tiendas vacías.
Se acabarán todos los recursos que utilizamos para escaparnos de nosotros mismos. Solo nos quedará tiempo; mucho tiempo libre para enfrentarnos a nuestras propias preguntas: ¿quién soy?, ¿para qué estoy acá?, ¿cómo quiero vivir?
Las mesas de dinero, las empresas de “inversión”, las bolsas de comercio; todo el sistema de relaciones mercantilistas, regidas por el afán de extraer alguna ventaja personal, van a desaparecer.
Este virus viene a limpiar a la humanidad de tanta resaca
De tanta basura, ¡de tanta idiotez! Viene a revelar la profunda crisis que atraviesa el sistema que construimos sobre esta forma de vincularnos basada en el éxito individual a cualquier costa, a costa de los otros, a costa de todos, a costa del planeta.
Lo que no ha logrado la mente, lo va a lograr este virus: nos obliga a limitarnos, a restringirnos, a comprender que nuestra libertad individual no puede estar por encima del bienestar general.
Por fin las fábricas de armas se detendrán; los cuarteles entrarán en cuarentena. Las actividades extractivistas perderán sentido.
La ingenua arrogancia de quienes rigen al mundo quedará expuesta, junto a su total incapacidad para controlar las fuerzas de la naturaleza desatada.
Caerán gobiernos, caerán imperios económicos, caerá todo el sistema.
Comprobaremos nuestra infinita pequeñez; la inutilidad de nuestro orgullo. Lo insignificante que somos dentro de los planes de la naturaleza.
Afortunadamente, cambiaremos. El mundo cambiará. La humanidad cambiará.
Deberemos aprender a vivir una vida más sencilla
Deberemos aprender a vincularnos con los otros de manera más altruista. Aprenderemos que lo mejor que podemos hacer por nosotros es ocuparnos unos de otros de manera incondicional y sin desmayos.
Comprenderemos que no podemos independizarnos de este sistema absolutamente integral.
Aparentemente llegó el momento que todos anhelamos; llegó el momento de construir un mundo cómodo, agradable; afectuoso.
Llegó el momento de comprender cuán irremediablemente interconectados estamos, cuán cercanos y amontonados estamos, cuán imposible y suicida es desinteresarnos de los otros.
¿Llegó el momento?
Gracias coronavirus