Casi siempre hablamos de manera inconsciente, automático, respondiendo a un estímulo. Asignamos valores a las cosas en una escala de importancia de acuerdo a los dictados de la sociedad.
Reflexión – Solo existen de maneras de hablar: Bendiciendo y Maldiciendo
- Bendiciendo (bien decir): esto es usar palabras amables, consoladoras, constructivas, que edifican y enaltecen.
- Maldiciendo (mal decir): consiste en pronunciar palabras que denigran, destruyen, carentes de verdad, que causan temor y angustia.
Son nuestra elección, ambas moran en nosotros, solo que bendecir lo traemos de nacimiento y maldecir es una adquisición tardía por medio de nuestro ego (falsa identidad).
Con seguridad, hemos visto a algún anciano dulce y cariñoso cuyos surcos en su rostro narran la belleza de una alma bendita y que bendice, sus ojos brillosos, con un fulgor que emana luz sanadora, bañada de una aureola que acompaña a quienes viven con Dios.
Por otro lado existen otros (desdichados ellos) con el ceño fruncido, adustos, amargados de la vida, seres oscuros en cuyas cabezas casi podemos ver una nube grisácea con rayos y centellas (como lo representan en los comic o en los cartones animados).
¡Ambos hicieron una elección!
Por ello te invitamos a “vigilar” qué energía, qué vibración les pone a tus palabras, que luego se consolidarán como tu realidad.
Que sanen todas tus relaciones.
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