¿Qué hacer con nuestros hijos pequeños? ¿Cómo criarlos mejor? Si nosotros dejáramos de ejercer nuestros miedos, temores, traumas sobre nuestros hijos, podríamos obtener no solo la libertad plena de ellos si no la belleza pura y una sociedad mejor.
¿Qué nos sucedió cuando fuimos niños?
Insisto en que inaugurar las indagaciones personales pensando en los niños, es comenzar por el fin de la trama. Antes de pensar en qué hacer con los niños hoy, tenemos que saber obligatoriamente qué nos ha sucedido cuando nosotros fuimos niños. Luego tendremos que tomar decisiones personales sobre qué hacer con eso que nos ha acontecido.
Caso contrario permanecemos en la inmadurez y cargados de sentimientos y miedos infantiles– pretenderemos hacernos cargo de nuestros hijos o peor aún, fantasearemos con que alguien nos aporte un método eficaz para que nuestros hijos sean felices.
Todo esto es otro gran relato engañado
- Los niños sólo precisan madres y padres que estemos en un estado de interrogación profunda y permanente.
- Adultos sin miedo reconociendo que ya nada malo nos puede suceder.
- Adultos dispuestos a asumir nuestra realidad emocional -la que sea- por lo tanto abiertos y permeables para conectar con la belleza que cada niño trae consigo.
Lo digo una vez más: nuestros hijos pequeños sólo necesitan madres y padres en permanente búsqueda espiritual.
Revisar una y otra vez nuestra realidad
Pero para que los caminos espirituales no sean meros refugios sino caminos de sinceramiento, tendremos que revisar una y otra vez nuestra realidad. La biografía humana es un sistema posible -entre otros- porque intenta mirar la realidad tal cual es, sin interpretaciones ni juicios de valor.
Sólo una vez que hayamos recorrido –en ocasiones con dolor- la realidad vivida desde el niño que hemos sido, quizás seamos capaces de aceptar a nuestros hijos tal como son con sus recursos, sus particularidades, su sensibilidad, sus percepciones y sus ángeles.
Amor incondicional al niño
Si maduramos comprendiendo que ya no importa si alguien nos ama sino que pondremos nuestros recursos al servicio del amor al otro y sobre todo del amor incondicional al niño, todos se van a beneficiar, serán esos niños amados quienes erigirán la sociedad del futuro, que alguna vez será una comunidad basada en el entendimiento, el diálogo, la empatía, la compasión y el servicio.
Esos niños –habiéndose sentido amados, amparados y acompasados- serán los hacedores de una civilización amorosa.