La elección entre cremación y entierro es una decisión compleja que involucra aspectos espirituales, ecológicos y culturales, especialmente en la tradición judía. A medida que aumenta el interés por prácticas funerarias sostenibles, se cuestiona la percepción de la cremación como una opción más amigable con el medio ambiente. Por otro lado, el entierro tradicional judío ofrece una alternativa que respeta la naturaleza y mantiene vivas las tradiciones ancestrales, proporcionando consuelo tanto a los difuntos como a sus familias.
Tradiciones Funerarias Judías: Entre cremación y entierro ecológico
En la actualidad, cremar o enterrar se ha convertido en una disyuntiva cada vez más debatida.
Diversas corrientes sociales —incluyendo la comunidad judía— han planteado enfoques contradictorios sobre las implicaciones religiosas, ambientales y emocionales que conlleva cada alternativa. ¿Qué consideraciones deben guiar nuestra elección?
Esta pregunta adquiere relevancia cuando analizamos los componentes espirituales, la carga ecológica y el significado cultural que se deposita en los ritos fúnebres.
Además, el creciente interés por prácticas sostenibles impulsa a las personas a repensar sus decisiones, a la luz de la evidencia que sugiere que la cremación no siempre es la alternativa más amigable con el planeta. El entierro tradicional judío, por otra parte, ofrece un modelo de simplicidad y respeto por la naturaleza que muchos ecologistas valoran.
El auge de la cremación
En Estados Unidos y Europa, al menos un 30% de las muertes judías se resuelven con cremaciones, un porcentaje que va en aumento.
Las razones abarcan preocupaciones económicas, la aparente agilidad del proceso y la reducción de culpabilidad para quienes no viven cerca de la tumba. Sin embargo, existen matices que cuestionan la idea de que incinerar sea más económico o práctico: los costos ocultos, la gestión de cenizas y las incertidumbres sobre su destino a largo plazo son factores que complican la decisión.
No obstante, numerosos informes —entre ellos estudios de la Agencia de Protección Ambiental de Suecia— advierten que la cremación consume grandes cantidades de combustibles fósiles y libera sustancias tóxicas, incluido mercurio.
De hecho, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) destaca la necesidad de analizar detalladamente los impactos atmosféricos y energéticos de este proceso. La práctica judía tradicional prohíbe el uso de ataúdes metálicos y del embalsamamiento, lo que reduce significativamente el impacto ambiental, promoviendo así una forma de inhumación más ecológica.
Implicaciones culturales
La movilidad de las familias y la dificultad para mantener visitas regulares a un cementerio pueden parecer argumentos sólidos a favor de la cremación.
Empero, surge la interrogante: ¿qué ocurre cuando las cenizas de un ser querido son entregadas a familiares que luego se mudan o carecen de espacio adecuado?
Las tradiciones judías proponen un entierro que asegure la dignidad del cuerpo y un lugar de reposo definitivo, evitando complicaciones de conservación o posibles olvidos en el futuro.
Al mismo tiempo, desde la perspectiva judía, el cuerpo y el alma forman una unión que no se disuelve instantáneamente tras la muerte. Según el misticismo judío, el alma se siente cercana al cuerpo, de modo que presenciar su quema resultaría desgarrador.
Enterrar no sólo responde a la naturaleza, sino que facilita que el alma retorne con calma a su fuente divina, un principio que, según la tradición, favorece el consuelo del difunto y de quienes le sobreviven.
Obligación de enterrar en la tradición judía
En Deuteronomio 21:23 —incluso para el caso de un criminal ejecutado— establece la norma de la inhumación, lo que refuerza la idea de que “enterrar al difunto” es un mandato fundamental.
A lo largo de los siglos, se preservó esa tradición con esmero, pues la ley judía considera el entierro como un deber inquebrantable. Basta recordar que el sumo sacerdote, que solía evitar el contacto con la muerte, estaba obligado a intervenir si no había otra persona capaz de enterrar a quien fallecía.
Por consiguiente, los rituales relacionados con el entierro no están diseñados solo para ofrecer consuelo a los dolientes, sino también para atender las “necesidades del alma” del fallecido. Desde el Kaddish hasta la shivá (el período de duelo), cada paso está orientado a guiar al alma en su transición.
Quienes eligen la cremación, a menudo lo hacen bajo la idea de simplificar los preparativos o abaratar costos, aunque pueden subestimar la profundidad emocional y espiritual vinculada a la sepultura tradicional.
Finalmente, la cremación directa, contratada por Internet o vía telefónica, puede resultar en un desembolso reducido. Aun así, diversas funerarias advierten que, al sumar servicios adicionales como ceremonias y traslados, el precio se acerca al de un entierro convencional.
La decisión de optar por la modalidad más barata no siempre satisface el deseo de rendir un homenaje adecuado y puede desembocar en un desequilibrio entre el ahorro económico y la necesidad de honrar la memoria del ser amado.
El futuro del entierro
Mientras tanto, los llamados “entierros ecológicos” proponen una solución más acorde con la naturaleza que la cremación.
El uso de ataúdes simples y biodegradables, sin químicos para embalsamar, cumple tanto con la dimensión religiosa del judaísmo como con el compromiso de los ambientalistas para evitar la contaminación. Esta opción permite reintegrar los cuerpos al ciclo vital de la Tierra, simbolizando el retorno a la madre que nutre toda existencia.
En un mundo donde las prácticas funerarias se ven condicionadas por la velocidad y la tecnología, conviene detenernos y reflexionar sobre el legado que dejamos. El entierro, según la perspectiva judía, representa el respeto hacia la naturaleza y la vida, al mismo tiempo que evidencia la conexión espiritual entre cuerpo y alma.
De hecho, enterrar refleja la humildad de reconocer la finitud humana y la voluntad de honrar la memoria de nuestros seres queridos en un acto final de amor.
Por ende, al momento de elegir entre cremación o entierro, es valioso sopesar los valores ancestrales, la conciencia ecológica y la importancia de un ritual que trascienda el presente.
Enviar a un ser querido de vuelta a la tierra implica dejar una huella de compasión, una marca de responsabilidad con el ambiente y un lazo vivo con nuestras raíces culturales. No se trata solamente de un tema de costos o practicidad: es la última oportunidad de ofrecer un acto de entrega, reverencia y gratitud ante el implacable paso del tiempo y la grandeza de la naturaleza.
Maestro Ruada – Noticias sobre Judaísmo