Podemos identificar una serie de etapas en nuestro «viaje del héroe» individual. Debemos abrazar muchos arquetipos simbólicos para navegar por cada una de ellas. ¿Desea conocer sus rasgos y estrategias de integración?
Personajes que te ayudan a progresar en la vida
El viaje del héroe no es secuencial, lineal ni cronológico, a diferencia de las nociones de aprendizaje por etapas o de la psicología del desarrollo.
En otras palabras, es cíclico y no sigue un orden establecido que pueda generalizarse, lo que nos permite volver a pasar por las mismas etapas. En las distintas facetas de nuestra vida, estamos inmersos en numerosos viajes paralelos en lugar de uno solo (trabajo, emocional, familia, salud…).
Cuando pasamos por las fases, aprendemos las habilidades que nos permiten desarrollarnos personal y socialmente, madurar emocionalmente y descubrir nuestra vocación en la vida.
Para ello, empleamos una variedad de roles arquetípicos, cada uno con un propósito y un objetivo específicos. A continuación enumeramos algunos de los más importantes.
El Inocente
Nos encontramos en un estado de inocencia durante el embarazo y los primeros años de vida, ya que nuestros padres o tutores se ocupan de nosotros y no nos preocupa nuestra supervivencia.
Es una situación que, por ejemplo, se describe en la parábola del paraíso de Adán y Eva. La salida del Edén, que representa el nacimiento, la adolescencia, la liberación o, simplemente, la salida de nuestra zona de confort, es la primera prueba que debemos superar.
Porque, como las doncellas de los cuentos, nuestro mundo se extiende más allá de la fortaleza.
En cuanto empezamos a asumir la responsabilidad de nuestro propio bienestar y dejamos de confiar en los mismos individuos y/o creencias que garantizaban nuestra seguridad, nuestra inocente personalidad empieza a desvanecerse.
Hasta ese momento, interpretamos el personaje inocente, inocente. Sin embargo, el autor Stieg Larson ha dicho que no hay personas inocentes, sino distintos grados de responsabilidad.
El Huérfano
La emoción inicial que suele recorrer nuestro cuerpo tras dejar atrás nuestras nociones preconcebidas y adentrarnos en lo desconocido es de incertidumbre, impotencia o desilusión.
Muchos de nosotros recordamos el momento en que nos dimos cuenta de que nuestros padres eran falibles o cuando dejamos de apoyar a un determinado partido político, administración o religión.
Para afrontar nuestra nueva existencia de forma más independiente, debemos superar el conflicto de ver la inutilidad de nuestros antiguos patrones de pensamiento.
El mentor, que puede ser nuestro jefe, un amigo o un familiar, suele aparecer en este momento y nos inspira a ver nuevas posibilidades y formas más saludables de vivir nuestra vida.
Es un momento en el que los sentimientos de impotencia y fragilidad son frecuentes, pero es crucial comprender la propia naturaleza.
El Vagabundo
¿Quién no ha experimentado la sensación de pérdida de rumbo en la vida?
Este es un problema común para el vagabundo. Esta etapa está representada en la literatura por los cuentos del vagabundo que viaja por su cuenta para descubrirse a sí mismo y al mundo.
En nuestras vidas, este puede ser el momento después de terminar la universidad o después de terminar una relación comprometida, cuando decidimos saltar a lo desconocido sin saber a ciencia cierta lo que va a pasar.
Los problemas que antes nos causaban dolor pueden transformarse entonces en retos y pruebas que debemos superar para conocernos a nosotros mismos y establecer nuestra personalidad.
Por lo tanto, el enigma central con el que nos encontraremos en esta sección del recorrido es: ¿hasta qué punto soy capaz de dejar de lado mis convicciones anteriores y forjarme una nueva identidad?
El Guerrero
Un guerrero no cree; un guerrero tiene que creer en algún momento de su vida para poder crear.
Carlos Castaneda dijo una vez que «cuando un guerrero tiene que creer, lo hace porque lo elige, como expresión de su más íntima preferencia». Podemos empezar a defender nuestros valores como una causa fuerte una vez que hemos hecho juicios y establecido nuestras posiciones.
Nuestras actividades adquieren un nuevo significado y se transforman en las «batallas» que nos permiten realizar nuestro potencial cuando tenemos una dirección clara en nuestra vida, ya sea personal o profesional.
Para ello, primero debemos tener la capacidad de actuar de acuerdo con nuestra propia verdad y aceptar la responsabilidad de cualquier resultado negativo. Entonces descubrimos que la felicidad o la plenitud no se encuentran en el destino, sino que forman parte del viaje.
Integrar este arquetipo implica dejar de temer al mundo exterior. Como resultado, somos libres de ser sin tener que justificar nuestras creencias o establecer nuestra superioridad.
El Mártir
Nos damos cuenta de que no necesitamos luchar contra nadie para ser quienes somos después de haber protegido nuestra identidad y nuestra forma de pensar.
Nuestras personalidades pueden ser compartidas desde una conciencia de unidad en lugar de tener que mantenerse al margen de los demás. Cuando nos casamos o tenemos hijos, por ejemplo, podemos observar cómo se representa esta etapa.
Porque hacerlo requiere expandir nuestras identidades más allá de lo que somos como individuos. Desde que entendemos que formamos parte del grupo, nuestros comportamientos ya no deben diferenciarnos de los demás.
Dado que en esta etapa el individuo debe priorizar a los demás sobre sí mismo, puede requerir mucha amabilidad. A cambio, esta acción puede estar teñida de un sentido de sacrificio, como si la realizara alguien que pone a los demás por encima de sí mismo.
El Mago
El advenimiento del arquetipo del Mago marca la siguiente etapa del progreso humano.
Cuando somos los arquetipos Huérfano, Mártir o Guerrero, residimos en un reino de alienación, culpa y victimización. La creencia fundamental del Mago es que es un componente del universo que le rodea y, como tal, es el encargado de dar forma a su realidad porque ésta es un reflejo de su propia condición interior.
Una de las lecciones del Mago es darse cuenta de que las cosas que temía como huérfano, de las que huía como vagabundo, a las que se enfrentaba como guerrero y contra las que dio su vida para luchar como mártir no son más que los componentes inconscientes de su personalidad.
Es su responsabilidad incorporar todos los elementos «oscuros» que advierte en la realidad y alterarlos utilizando su propia conciencia. El mago es consciente de que no puede alterar el curso de los acontecimientos y que, en cambio, debe convertirse en el cambio que desea ver en el mundo.
El viaje del héroe
Somos conscientes de que el viaje del héroe implica un proceso de transformación que exige la superación exitosa de todos estos arquetipos. Cuando lo terminamos, nos lleva invariablemente a una nueva perspectiva del mundo, una que reconoce nuestra responsabilidad por nuestras experiencias.
Cada arquetipo que experimentamos se utiliza en función de las circunstancias en las que nos encontramos en ese momento, y son los que nos motivan a seguir viajando y a aprender las lecciones necesarias para volver a un entorno «paradisíaco» apoyado en el ejemplo de nuestra propia conciencia.
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Con información de Enric Corbera Institute