A mediados de marzo del año 2013, las autoridades espaciales de Estados Unidos mostraron una inusual franqueza al describir la vulnerabilidad del planeta frente a potenciales impactos de asteroides.
Riesgos de asteroides: Qué sabemos y cómo proteger la Tierra
Durante una comparecencia ante el Comité de Ciencia de la Cámara de Representantes, el entonces administrador de la NASA, Charles Bolden, expuso con claridad la limitada capacidad tecnológica disponible en aquel momento para desviar o destruir un gran objeto celeste si este amenazaba la Tierra.
Bolden reconoció que, si se descubría un gigantesco asteroide con trayectoria hacia Nueva York y restaban apenas unas pocas semanas para el impacto, lo único que habría podido hacerse era “rezar”.
Contexto histórico del fenómeno
Hacía tan solo un mes que un meteorito, con un diámetro estimado en 17 metros, había irrumpido en la atmósfera terrestre sobre el cielo de Cheliábinsk, en Rusia.
El fenómeno, ocurrido el 15 de febrero de 2013, desató una potente onda de choque que rompió ventanas, dañó edificios y causó más de 1.500 heridos. Por sorprendente coincidencia, aquel mismo día, un asteroide de mayor tamaño y totalmente ajeno al anterior –descubierto el año anterior– pasó a escasos 27.681 kilómetros de la superficie terrestre, una distancia menor que la de muchos satélites de comunicaciones en órbita.
Estos dos incidentes reforzaron la percepción de que la Tierra se encontraba en medio de un sistema solar activo, con rocas espaciales que cruzaban de forma frecuente el “vecindario” planetario.
La respuesta oficial del gobierno estadounidense
La inusual comparecencia ante el Congreso buscaba respuestas claras sobre la preparación de Estados Unidos frente a la amenaza de un gran asteroide.
Legisladores, tanto demócratas como republicanos, exigieron detalles acerca de las medidas que la NASA venía tomando, así como de los recursos requeridos para fortalecer la seguridad del planeta.
En aquel contexto, Bolden insistió en que no existía un asteroide conocido capaz de amenazar directamente a la población estadounidense en el corto plazo. Sin embargo, el mensaje fue contundente: si el impacto de un objeto desconocido era inminente y se contaba con menos de un mes de margen, carecerían de opciones efectivas, más allá de “elevar oraciones”.
Tecnología y estrategias de defensa planetaria
Durante la audiencia, se recordó que la NASA ya había logrado localizar y rastrear cerca del 95% de los asteroides más grandes –superiores al kilómetro de diámetro– que orbitaban relativamente cerca de la Tierra. Un impacto de ese calibre habría sido potencialmente capaz de poner fin a la civilización humana.
El asesor científico de la Casa Blanca, John Holdren, indicó que, si bien el planeta estaba relativamente a salvo de este tipo de megacatástrofes a corto plazo, solo se había identificado aproximadamente el 10% de los llamados “mata-ciudades”, es decir, rocas espaciales de alrededor de 50 metros de diámetro.
Un impacto de este tipo podría aniquilar urbes enteras. Aunque dichos eventos eran raros, de producirse, tendrían consecuencias devastadoras.
El precedente de Cheliábinsk y el peligro real
La explosión sobre Cheliábinsk se consideró el impacto más significativo desde el episodio de Tunguska, ocurrido en 1908, cuando un cuerpo celeste –ya fuese un asteroide o un cometa– estalló en el aire sobre la región siberiana, arrasando millones de árboles y arruinando más de 2.150 kilómetros cuadrados de bosque.
Aquella experiencia en pleno siglo XX había pasado a la historia como el recordatorio más gráfico del poder destructivo de estos cuerpos. Según se subrayó en el testimonio de los expertos ante el Congreso en 2013, los sucesos rusos confirmaron que el planeta continuaba expuesto a impactos inesperados. Las probabilidades eran pequeñas, pero su alcance potencial era lo suficientemente alarmante como para justificar más inversión en vigilancia y desvío de asteroides.
Lecciones del pasado y preparación futura
A pesar del temor suscitado, las autoridades insistieron en que el riesgo no era inmediato. Sin embargo, recordaron que hacía 66 millones de años un objeto estimado en 10 kilómetros de diámetro había impactado en la zona que hoy conocemos como la península de Yucatán, en México, desencadenando la extinción de los dinosaurios y gran parte de las especies entonces existentes.
La historia geológica del planeta evidenció que los asteroides habían jugado, y posiblemente seguirían jugando, un rol trascendental en la evolución y en la amenaza a la vida sobre la Tierra.
El testimonio de Bolden y Holdren ante el Congreso motivó una reflexión profunda: ¿Era suficiente la estrategia defensiva?
Para las autoridades, resultaba indispensable incrementar la inversión en el rastreo de objetos cercanos, así como en el desarrollo de tecnologías capaces de modificar sus órbitas. Aquel énfasis se transformaría con el tiempo en el impulso a misiones destinadas a probar métodos de defensa planetaria, incluyendo la posibilidad de desviar asteroides mediante colisiones controladas con naves espaciales.
El legado científico y la vigilancia constante
Aunque la urgencia expresada en 2013 se centró sobre todo en la prevención de catástrofes, la comunidad científica también subrayó el valor del estudio de estas rocas espaciales. Conocer su composición, estructura interna y trayectoria futura resultaba esencial para diseñar soluciones de mitigación.
Posteriormente, la NASA aumentó sus esfuerzos en la detección, catalogación y análisis de objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés). Igualmente, la colaboración internacional se convirtió en un pilar fundamental para fortalecer la vigilancia. De esa forma, los expertos confiaban en que un día sería posible prevenir con mayor antelación el tipo de escenarios apocalípticos que tanto inquietaban a la humanidad.
Fuentes de información autorizadas
Los anuncios y discusiones del 2013 reflejaron una preocupación que se mantuvo en el tiempo, impulsando proyectos y misiones destinadas a la defensa planetaria.
Desde ese entonces, las agencias espaciales han mejorado sus sistemas de alerta temprana y establecido protocolos de acción. Para más detalles científicos y actualizaciones, las autoridades espaciales han brindado datos a través de fuentes oficiales como la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA).
En retrospectiva, la recomendación de “rezar” no fue una respuesta meramente sarcástica ni desesperada; fue la admisión de un límite tecnológico temporal.
Aquella comparación ante el Congreso de Estados Unidos, el 21 de marzo de 2013, representó una llamada de atención sobre la necesidad de prepararse con mayor determinación.
Finalmente, aunque los avances posteriores se orientaron a mejorar la detección y posibles desvíos, las palabras de Bolden recordaron que, sin el debido tiempo de preparación, la humanidad difícilmente podría impedir el impacto de un asteroide de grandes proporciones.
Así, el mensaje quedó grabado: vigilar, invertir en ciencia y, si no hay salida, rezar.