Monjes que en vez de hacer penitencia, dedicaban su tiempo a profanar tumbas y vender lo que robaban. Jeremy Clay, autor de The Burglar Caught by a Skeleton: And Other Singular Tales from the Victorian Press (El ladrón atrapado por un esqueleto y otras singulares historias de la prensa victoriana) le cuenta a la BBC esta extraordinaria historia.
Mafia capuchina — Los monjes que robaban los vestidos de los muertos
Cuando la vio, quedó completamente paralizado. Sin embargo, no fue amor a primera vista lo que aceleró el corazón del viudo. Tampoco lujuria. Poco y nada le importaban las miradas de los desconocidos. No. Él sólo tenía ojos para ese vestido. Y cuanto más miraba, más seguro se sentía.
Ese vestido que llevaba puesto esa muchacha… no era sólo parecido al que tenía su mujer, sino que ése era exactamente el de su mujer.
Él reconocería ese vestido de seda donde lo viera, y a kilómetros de distancia. Su pobre mujer lo adoraba, tanto que había decidido enterrarla con él, un par de semanas antes.
Entre la angustia y la incredulidad, el soldado, aún de duelo, le exigió a la campesina que tenía enfrente explicarle cómo tenía puesto un atuendo que a) era mucho más de lo que ella podía costear y b) debería estar metros bajo tierra, cubriendo un cadáver.
Su respuesta dejó al descubierto un rastro de culpa que los llevó hasta un grupo bastante peculiar de criminales.
Mafia capuchina
Un día de otoño en 1874, un grupo de policías se dirigió hacia el convento de los capuchinos en la ciudad siciliana de Barcellona Pozzo di Gotto. A la cabeza iba el magistrado local, ansioso por hablar con tres frailes que cuidaban el cementerio de la ciudad.
Pronto se hizo evidente que los frailes no estaban tan deseosos de hablar como el magistrado, pero de nada les serviría protestar por su inocencia.
La evidencia incriminatoria de lo que los periódicos británicos llamaron una «odiosa profanación» se olfateó rápidamente: ataúdes semidestruidos, un revoltijo de ropa, calzado, pelo de mujer… un botín de entierro de los cuerpos que estaban destinados a salvaguardar.
Era, según el Edinburgh Evening News, una «ilustrativa historia de la baja moral de los sacerdotes de Sicilia».
— Noche tras noche, los tres hermanos descendieron a las bóvedas, explicó el periódico, «exhumando los cadáveres». Después de haberlos despojado de todo lo que tenían, volvían con su botín, incluyendo incluso los ataúdes, a una cámara secreta en el monasterio.
«Los ataúdes, transformados en tablas, fueron vendidos a través de agentes subordinados. Este tráfico horrible había estado ocurriendo durante años». Los monjes fueron condenados y terminaron en la cárcel, «en medio de las maldiciones de la población», señaló el Evening News.
Pero, ¿qué pasó con el vestido? El diario no dice cuál fue su destino, pero probablemente perdió gran parte del encanto de haber sido comprado a un módico precio.
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