El colapso de Rana Plaza en Bangladesh dejó una huella histórica. Miles de trabajadores textiles quedaron atrapados, y el rescate de Reshma marcó un hito inesperado. Durante 17 días, ella sobrevivió con recursos mínimos entre los escombros, desafiando las probabilidades. La tragedia expuso la precariedad laboral y generó reclamos de seguridad y justicia en la industria.
Rana Plaza: la tragedia que cambió la industria en Bangladesh
El repentino colapso del edificio Rana Plaza, ubicado en Savar, cerca de Dhaka, capital de Bangladesh, dejó una marca imborrable en la memoria colectiva de millones de personas.
Aquel 24 de abril, cuando miles de trabajadores textiles se encontraban laborando en las profundidades de la estructura, la edificación cedió en cuestión de segundos, atrapando a centenares de víctimas bajo planchas de hormigón. Sin embargo, la tragedia dio paso a un desenlace increíble: tras 17 días, socorristas hallaron con vida a una mujer, un suceso que cambió para siempre la historia de los rescates en el país.
Un fatídico despertar y operaciones de rescate sin descanso
Algunos testigos aseguran que, en días previos, se habían advertido fisuras en las paredes, pero la urgencia por cumplir los plazos de producción superó cualquier precaución. Al desplomarse los ocho pisos de la construcción, las alarmas resonaron en todo el distrito de Savar y unidades de emergencia se dirigieron al lugar. Los familiares aguardaban noticias angustiosas, mientras los primeros equipos iniciaban una labor que parecía titánica.
Conforme se confirmaba la magnitud de la tragedia, el Ejército de Bangladesh y grupos de rescate civiles trabajaron a contrarreloj para extraer sobrevivientes.
Se emplearon detectores de vida, perros entrenados y maquinaria pesada, aunque el riesgo de un derrumbe adicional complicaba cada maniobra. No obstante, decenas de voluntarios improvisados se sumaron a la misión, apoyando con agua, alimentos y el transporte de víctimas hacia hospitales abarrotados.
En los primeros días, el número de heridos ascendió rápidamente, al igual que la cifra de fallecidos. Los noticieros locales relataban historias conmovedoras de personas rescatadas con heridas graves, pero que aún conservaban la determinación de aferrarse a la vida. La comunidad internacional manifestó su apoyo, y distintas organizaciones humanitarias aportaron suministros médicos, generadores eléctricos y expertos en búsqueda y rescate.
El milagro de Reshma, factor humano y la búsqueda de justicia
Cuando ya habían transcurrido más de dos semanas desde el suceso, casi nadie esperaba hallar un rastro de vida bajo los gigantescos escombros. Sin embargo, a las 3:15 de la tarde, un equipo de socorristas escuchó gritos ahogados provenientes de una cavidad subterránea.
Al detener de inmediato las operaciones de excavación mecánica, los rescatistas comenzaron a retirar planchas de cemento con cuidado, guiándose por el eco de la voz. Minutos después, apareció el brazo de una mujer: era Reshma, que mostraba signos de agotamiento extremo, pero cuyo espíritu permanecía intacto.
De acuerdo con relatos posteriores, ella subsistió durante 15 días alimentándose de comida seca que encontró en las ruinas. En las últimas 48 horas antes de su rescate, declaró no haber ingerido nada más que agua, posiblemente filtrada a través de las grietas. Fue llevada de urgencia a un hospital militar, donde se confirmó que no presentaba lesiones de gravedad, un hecho considerado casi imposible dadas las circunstancias de su encierro prolongado.
Este hallazgo avivó la atención mundial. El colapso del Rana Plaza evidenció la precaria situación de seguridad en muchas fábricas textiles de Bangladesh, donde las condiciones laborales suelen ser precarias y los edificios no siempre cuentan con certificaciones estructurales.
Los manifestantes exigieron reformas inmediatas y mayores inspecciones en las plantas de producción. En respuesta, las autoridades clausuraron diversas empresas textiles para llevar a cabo evaluaciones técnicas.
A raíz de la presión internacional, se impulsaron acuerdos entre marcas multinacionales, el gobierno de Bangladesh y organizaciones sindicales con el fin de mejorar las condiciones de trabajo y la supervisión de la infraestructura industrial. Aun así, grupos de derechos humanos siguen denunciando la lentitud de los cambios.
Perspectivas tras la catástrofe y una advertencia global
Luego de este suceso, muchos sobrevivientes y familiares de quienes perdieron la vida reclamaron indemnizaciones justas y asistencia estatal de largo plazo.
La experiencia de Reshma, junto con las memorias de decenas de heridos, sirvió para humanizar las cifras y recordar que detrás de cada trabajador de la industria textil hay historias de lucha y sacrificio. De modo similar, la tragedia forzó a las empresas internacionales a evaluar con más rigor a sus proveedores en el extranjero.
En la actualidad, se siguen realizando inspecciones esporádicas en varias factorías de la zona, aunque persiste la preocupación de que un episodio como este pueda repetirse. Dirigentes comunitarios demandan una legislación más estricta, así como la articulación de protocolos de seguridad eficientes. El peso simbólico del rescate de Reshma mantiene vivo el reclamo de cambios profundos en el sector.
Los ecos de la catástrofe del Rana Plaza se extienden más allá de las fronteras de Bangladesh. Este acontecimiento recuerda a las naciones del mundo la importancia de respetar los estándares de construcción, reforzar la supervisión gubernamental e impulsar políticas laborales que garanticen la dignidad y la vida de los empleados. Por tanto, resulta indispensable que los avances en seguridad no se conviertan en una solución temporal, sino en un compromiso constante para evitar que las prendas de vestir, que tanto se comercializan a nivel global, no tengan como costo la integridad de miles de personas.
Mike Rivero – Noticias sobre Terremotos y Sismos