Los poderes políticos no suelen ser muy amigos de los cambios imprevistos y de que nadie les lleve la contraria de forma constante. Esta actitud, en el siglo XVI, era más que acentuada. Se palpaba en el ambiente.
Miguel Servet — El hereje más grande del mundo
Los reyes europeos aplicaban su absolutismo con el beneplácito de la Iglesia católica sin ningún tipo de reparo. Esta última, a su vez, aplicaba la Inquisición —en todos los países sin excepción— con una eficacia asombrosa.
Miles de personas fueron torturadas y quemadas en la hoguera para mantener el orden dogmático y social establecido. Unas prácticas, que los reformistas usaron para el mismo fin: sostener su forma de entender la religión.
— Esta es una de las grandes enseñanzas de la historia. Una persona que critica la intransigencia, el dogmatismo o el radicalismo, cuando obtiene el poder, se convierte también en un dogmático y en un intransigente. Y eso es lo que le pasó a Calvino, asegura José Luis Corral, catedrático de Historia Medieval y escritor.
Miguel Servet
En medio de esta ruptura ideológica se encontró Miguel Servet (Villanueva de Sigena, Huesca, 1511- Ginebra, 1553).
Un hombre que quiso poner en duda los dogmas religiosos y se encontró de frente con una lucha de poderes que acabó con su vida en la ciudad helvética. Un proceso que duró dos años y que Del Corral narra en El médico hereje (Planeta).
El proceso que acabó con la vida de Servet comenzó en Viena del Delfinado (Viennes), cerca de Lyon, donde el médico oscense se había refugiado huyendo de las condenas que había recibido en París y Toulouse por sus investigaciones sobre astrología.
En este pueblo, vive bajo el amparo del arzobispo Palmier con el nombre de Miguel de Villanueva y escribe Restitución del cristianismo, un libro que sacude a los jerarcas católicos y que también enfada a los hugonotes.
Casi de inmediato, Servet se convierte en una pieza de caza para estas dos vertientes del cristianismo, que no están dispuestas a que se pongan en duda sus ideas.
— Era un librepensador porque creía en la libertad de pensamiento, de conciencia y de expresión. Y un hombre tan libre no lo podían consentir en una época tan intransigente como el Renacimiento.
— De hecho Miguel Servet fue llamado el mayor hereje del mundo, explica el historiador aragonés, quien defiende el papel de su paisano. —Fue más allá de la medicina. Tiene una categoría de pensador. Es un gran adelantado de la Ilustración, del siglo de la razón, apunta Del Corral.
Uso histórico
Incluso organizó un sistema rotativo para que los médicos de Viena del Ródano atendieran a los más necesitados. —No lo hizo por caridad cristiana, sino por justicia social. No se conoce hasta la Seguridad Social moderna, añade Del Corral.
Pero Servet fue víctima de su propia curiosidad, de sus ganas de entender el mundo y de las intrigas políticas. Fue un chivo expiatorio por parte de los papistas y de Calvino, que le tenía un odio acérrimo desde que coincidieron como estudiantes en París y Servet osó discutir a Calvino sus ideas sobre la religión.
Pero también a lo largo de la historia, su ejecución ha sido utilizada para reivindicar una u otra postura.
— Durante el franquismo, se nos explicaba a los estudiantes que Miguel Servet había sido quemado por los calvinistas porque había descubierto la circulación pulmonar de la sangre.
Y eso es mentira, recuerda el autor de El salón dorado, Trafalgar o El códice del peregrino, sobre el famoso libro robado en la catedral de Santiago.
— Servet tiene calles, plazas y hospitales dedicadas a su nombre, pero de él apenas sabemos nada más que lo de la circulación pulmonar de la sangre y que fue quemado por los calvinistas, indica Del Corral sobre el galeno que murió con 42 años recién cumplidos.
Corrector y editor de libros
Servet, además de médico, trabajó como corrector y editor de libros. Fue escritor, profesor de matemáticas, astrología, traductor —se nacionalizó francés en 1548—, teólogo y astrólogo. De su vida privada, un accidente infantil en el que perdió un testículo marcó toda su vida.
Servet se creía impotente y se mantuvo alejado de las mujeres para centrarse solo en los libros. Pero todavía su vida tiene lagunas, como por ejemplo por qué desapareció cuatro meses cuando fue condenado en Viena del Delfinado para reaparecer en Ginebra, donde le esperaba su enemigo Calvino.
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