Leonardo, Caravaggio, Bernini, Rubens, Klimt, Böcklin… Todos estos grandes artistas plasmaron, en algún momento de sus carreras, el mito de la gorgona Medusa, una criatura monstruosa cuya figura ha sido representada sin interrupción desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días.
Medusa el mito que fascinó a los grandes maestros
Pero, ¿por qué esta fascinación por un mito con más de dos mil años de historia?
Según uno de los relatos clásicos -hay numerosas variantes-, Medusa era una de las tres hermanas gorgonas, hijas del dios marino Forcis y la diosa Ceto, que también habitaba las profundidades submarinas y personificaba sus peligros.
Sus cabellos se convirtieron en serpientes
Mientras servía en el templo de Atenea, Medusa fue abusada por Poseidón, y quedó embarazada. El crimen desató la furia de la diosa, pero quien sufrió las consecuencias fue la víctima, pues desde entonces sus cabellos se convirtieron en serpientes.
A veces representada como una criatura monstruosa, a veces como hermosa doncella -pese a sus cabellos serpentinos-, el peligro de Medusa radicaba en su temible mirada, capaz de petrificar a todo aquel que tuviera la desgracia de contemplar directamente sus ojos.
Perseo
Fue el héroe Perseo quien, con ayuda de Atenea y Hermes, acabó con el terror que causaba la gorgona.
Gracias a una espada, un casco que le otorgaba invisibilidad y, sobre todo, un escudo tan pulido que servía de espejo, el héroe consiguió cercenar la cabeza del monstruo guiándose con la imagen reflejada en el escudo sin tener que mirar a Medusa a los ojos.
Tras vencer a la criatura, Perseo entregó a Atenea la cabeza de Medusa -que pese a estar muerta seguía teniendo la capacidad de petrificar a quien la mirara-, y la diosa la colocó en su égida.
Amuleto de protección contra el mal
Esta es la razón de que, en la antigüedad clásica, la cabeza de la gorgona se representara a menudo en escudos y corazas pues, aunque resulte paradójico, se consideraba un amuleto de protección contra el mal, y servía para provocar el horror en los enemigos que la contemplaban.
Uno de los ejemplos más conocidos de este uso apotropaico es el que aparece en el mosaico de Issos, hallado en la casa del Fauno de Pompeya, donde aparece representado Alejandro Magno, quien lleva en su coraza una representación de la cabeza de Medusa.
Símbolo del triunfo de la razón sobre los sentidos
Siglos más tarde, en el Renacimiento y el Barroco, la cabeza de la Medusa se interpretó a menudo como un símbolo del triunfo de la razón sobre los sentidos. Esta fue quizá la razón de que el cardenal del Monte -un hombre de refinada cultura y notable erudición- encargase al joven Caravaggio una pintura con este tema.
Escultores como Bernini y Cellini, o pintores como Rubens plasmaron sus propias versiones del mito desde enfoques bien distintos.
Mientras Bernini representó a Medusa antes de su nefasto encuentro con Perseo, Cellini convirtió al héroe en protagonista, al mostrarlo sosteniendo la cabeza del monstruo. Rubens, por su parte, pintó también a la criatura vencida, con el rostro horrorizado y las serpientes todavía agitándose en su cabeza.
Medusa preferida entre los artistas simbolistas y decadentistas
Ya en el siglo XIX, el tema de la Medusa fue uno de los preferidos entre los artistas simbolistas y decadentistas como Klimt, Böcklin o Franz von Stuck.
En el caso de estos artistas finiseculares, la representación de la gorgona servía para plasmar su visión de la mujer bajo el prototipo de la femme fatal, causante de los males y las desgracias del hombre.
Una idea que muchos artistas de la época representaron también por medio de otras criaturas femeninas monstruosas de la mitología, como las sirenas, la esfinge o las harpías.