Amanecía y Roberto contemplaba los árboles y matorrales que lucían brillantes y con destellos amarillentos, las cascadas, quebradas y la exuberante vegetación poblada por numerosos pájaros que daban la bienvenida al nuevo día.
Lo llaman El Niño de La Represa
Roberto sonrió y pensó: “Todos los Lunes se me ocurre lo mismo, me detengo a contemplar el paisaje. Espero tener una buena semana”.
Pasó La Fundación y ya en las afueras vio a la derecha de la carretera a un niño de unos siete años; vestía alpargatas negras, pantalón de drill y un suéter gris. El niño le hacía señas para que se detuviera. Él se orilló y preguntó:
— ¡Buenos días, muchacho! ¿Deseas algo?
— ¡Buenos días, señor! ¿Me puede llevar hasta la Represa?
— Sube.
El niño se instaló en el asiento delantero de la camioneta. Roberto lo detalló: tez blanca y mejillas sonrosadas, ojos melados y cabello castaño. Le preguntó:
— ¿Cómo te llamas?
— Benjamín, para servirle.
Roberto admiró la educación del niño y comentó, dándole la mano:
— Roberto.
— Mucho gusto, señor Roberto. Estamos llegando a La represa. Me quedo después de esa curva delante del potrero.
El niño le dió las gracias y se bajó
Cuando Roberto miró hacia él, Benjamín había desaparecido.
Días después, Roberto, antes de regresar a su casa el fin de semana, tuvo que hacer unas diligencias en Pregonero, y al regreso, un poco antes de La Represa vio a Benjamín que le hacía señas para que se parara. Él le sonrió y detuvo el vehículo, después de los saludos preguntó:
— ¿Para dónde vas?
— Para mi casa, vivo en La Fundación.
Hablaron todo el camino y Roberto sonreía con las ocurrencias del niño. Un poco antes de llegar al pueblo, Benjamín le dijo:
— Me quedo por aquí. Muchas gracias, señor Roberto. Dios le pague. El niño salió corriendo y desapareció detrás de una pequeña casa.
Pasó el tiempo y Roberto no volvió a ver a Benjamín. Una tarde, después del trabajo, conversaba con unos amigos y al comentar lo del encuentro con el niño y ver la cara de sus amigos, preguntó:
— ¿Lo conocen? ¿Pasa algo extraño?
— Sí, Roberto. Benjamín fue atropellado por un automóvil, cerca de donde tú lo dejaste la primera vez.
Siempre se esfuma; otras veces ocurre a la salida de Pregonero o viniendo de La Represa y cerca de La Fundación se vuelve a perder. En vida, siempre estaba así, de un lado para otro, pidiendo que lo llevaran. Después de muerto continúa paseando.
Lo llaman El Niño de La Represa
Niños psíquicos que hablan con espíritus
La idea de ver a un fantasma puede aterrorizar a la mayoría de los niños, pero para Jadon Billington y su hermana Lucy, forma parte de la vida cotidiana.