Todos sabemos que nada sucede por casualidad. A veces logramos descubrir la razón de los sucesos. Otras no. Pero Rabi Iehuda Loew de Praga, más conocido como el Maharal de Praga, sabía que tenía que haber una razón para la terrible epidemia, y debía conocerla de inmediato…
Leyendas del rabino Löw y su Golem
Una de las muchas historias del famoso rabino y cabalista que vivió hace 400 años y que dejó preparado el camino para la llegada del Baal Shem Tov y el jasidut.
El ghetto judío de Praga había sido golpeado repentinamente por una terrible enfermedad, que se esparció rápidamente a través de todos los hogares.
Los niños pequeños perdieron su apetito, estaban pálidos y débiles y además sufrían de fiebres altísimas. Ninguna medicina conocida por los médicos del ghetto surtía efecto alguno. Lo pobres niños sufrían terriblemente y algunos hasta llegaron a morir.
Rabi Iehuda Loew, el santo Rabino de Praga
También conocido como el Maharal de Praga, ordenó que se hicieran dos días de ayuno y plegarias constantes para rezar por la ayuda y el perdón de Di-s.
“No hay dudas de que nosotros mismos hemos traído este desastre, fracasando en lo que se refiere al cumplimiento completo de Sus Divinos Mandamientos, no habiendo hecho uso del máximo de nuestras capacidades.
Tal vez, si rezamos desde lo más profundo de nuestros corazones, Di-s nos revelará la causa de su problema, y la manera de curar a nuestros niños enfermos. Di-s siempre envía la cura antes de la enfermedad”.
Todos los hombres y mujeres judíos de Praga ayunaron y rezaron
Pero nada indicaba que sus rezos hubieran llegado al Cielo o que su ayuno tuviese alguna respuesta. Era pasada la medianoche y en la mente del Maharal seguían deambulando los pensamientos sobre la terrible tragedia que había caído sobre su comunidad y para la cual no parecía haber ninguna solución.
Ya había pasado muchísimo tiempo desde la última vez en la que había utilizado al golem– un ser que él, junto a la ayuda del Sagrado Nombre había hecho a partir de barro. Pero ahora, considerando la grave situación que ya se había llevado varias jóvenes vidas, decidió llamarlo nuevamente.
El Golem apareció y obedientemente aguardó las órdenes de su amo
Rabi Loewe le dijo: “Una espantosa enfermedad ha golpeado a nuestros niños, ningún médico ha podido ayudarnos. Ve y pregúntales a las criaturas de la tierra si conocen la cura para esta enfermedad”.
Con un fuerte suspiro, el Maharal retornó a sus plegarias. Si existía alguna cura, Di-s seguramente se la revelaría al Golem, ya que la vida y el poder de este ser dependían del Nombre Sagrado. Luego de lo que pareció ser un tiempo enorme, el obediente Golem reapareció frente al Rabi Loew.
“¿Me has traído la cura?”, le preguntó el Rabino ansiosamente.
“Rastreé los cielos y la tierra hasta llegar al espíritu del calor, el cual le causa la fiebre al hombre”. Cuando le pregunté por qué estaba causando todo este dolor a la gente de nuestra comunidad, me respondió:
Revisen las Mezuzá de todos los hogares de la comunidad
“La orden me la ha dado un ángel de Di-s. No puedo cuestionar la orden Divina de Di-s. Pero les aconsejo que revisen las Mezuzá de todos los hogares de la comunidad.”
En cualquier lugar adonde el nombre de Di-s protege a la casa Judía apropiadamente, los niños están a salvo. “¡¿Por qué no se me ocurrió eso a mi?!”, se reprochaba a si mismo el Maharal.
El Rabino buscó rápidamente a todos los miembros de la Corte Rabínica y les dijo: “vayan rápidamente y chequeen que no haya nada mal en las Mezuzá de las casas que han sido golpeadas por esta terrible enfermedad”.
Ellos regresaron con el reporte: “¡Hemos hallado que todos estos hogares poseen Mezuzá escritas por Rabi Moshé Sofer, y aún más extraño es el hecho de que hay una letra borrada del Nombre Divino en cada una de ellas!”
Rabi Moshé Sofer
De bendita memoria, era el hombre más santo de toda nuestra comunidad. ¿Por qué habrían de fallar sus Mezuzá?. Sólo podía haber una explicación.
Debemos investigar si hay alguna culpa sobre la comunidad en lo que respecta a Reb Moshé, su familia o su tumba. Algo tiene que estar en falta, de lo contrario sus Mezuzá no habrían fallado.
Temprano, a la mañana siguiente, el Rabi mismo en persona fue hasta la casa de Reb Moshé.
Era muy claro que la extrema pobreza era el ocupante más grande. Todo necesitaba arreglo. Rabi Loew se prometió a si mismo en ese instante que enmendaría su negligencia en lo que tenía que ver con uno de los más santos y fieles hombres.
Golpeó la puerta, y una voz respondió: ¿Quién está allí? Luego de identificarse a si mismo, Rabi Loew entró en el oscuro, frío y vacío cuarto.
En un rincón, sobre un montículo de paja se hallaba sentada la viuda; en otro rincón sobre otro montículo de tierra se hallaba uno de los tres hijos de Reb Sofer.
“¿No se supone que usted debe recibir semanalmente una pensión de la comunidad?”, preguntó Rabi Loew a la viuda.
“Recibí la pensión los primeros dos meses. A partir de ese momento no he recibido ni un centavo. Vivimos de lo que el mayor de mis hijos gana recolectando trapos y vendiéndoselos a un comerciante de baratijas”.
En muy corto tiempo la familia fue provista con comida, ropa y todas las necesidades. Luego Rabi Loew llamó nuevamente a los miembros del Concejo.
Se dieron cuenta de que el encargado de la asistencia social, quien supuestamente debía repartir la pensión a la viuda, se había guardado el dinero para él, a sabiendas de que la mujer no se quejaría.
Mientras tanto, todas las Mezuzá fueron reparadas, y la misteriosa enfermedad que había acechado a los niños del gueto de Praga, se detuvo tan rápido como había llegado. Ningún doctor entendía cómo ni por qué.
Pero Rabi Loew sí sabía
El se aseguró que la injusticia vivida por la viuda y sus hijos fuera completamente reparada. También ordenó que todas las Mezuzá de todos los hogares judíos fueran revisadas al menos una vez al año.
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Extraído de Jabad Magazine. adaptada del L´chaim Weekly @ tora.org.ar