De un solo golpe, Dioscoro cortó la cabeza de su propia hija
Su padre, “Dioscoro”, declaró a todo el mundo: “Soy su padre y no quiero que muera en otras manos que no sean las mías”, antes de desenvainar su espada y cortar la cabeza de su propia hija de un solo golpe, como había hecho numerosas veces en la batalla al ejecutar a los prisioneros.
Al parecer, en sus últimas palabras Bárbara rezó a Dios por quienes le habían causado dolor, según una de las personas presentes en la sala.
Tras estos incidentes, justo cuando “Dioscoro” estaba a punto de marcharse a su casa y el pretor “Marciano” seguía en el juzgado, un rayo completamente claro e intensamente azul cayó del cielo, fulminando instantáneamente tanto a “Dioscoro” como al propio pretor “Marciano”.
Todos los presentes en la escena del crimen se vieron obligados a huir como consecuencia de este hecho, y los habitantes de la ciudad experimentaron una aterradora oleada de pánico al sentirse cómplices de un asesinato que nunca debió ocurrir y que nadie hizo nada por evitar.
Sin embargo, los problemas de Bárbara no terminaron con su fallecimiento porque, de acuerdo con las leyes de la época y el lugar, su cuerpo no podía ser enterrado y tuvo que ser arrojado al mar o abandonado en una zona rural donde sería devorado por las aves de rapiña.
En ese momento, un noble devoto de la época llamado “Valenciano” se adelantó y, haciéndose pasar por un alto funcionario del gobierno, pudo apoderarse del cuerpo y transportarlo a la ciudad de “Gelasio”, donde fue enterrado de acuerdo con la costumbre cristiana local.
Las leyes eran muy estrictas porque el Imperio Romano no quería que los cuerpos de las personas que practicaban religiones distintas al paganismo y habían muerto defendiendo su fe fueran tomados por los seguidores de dichas doctrinas para rendirles culto como mártires en el lugar donde estaban enterrados. Esto pudo costarle la vida a “Valenciano”.
Primero, sus restos fueron llevados a Constantinopla
A finales del siglo IX, después de ser enterrada en “Gelasio”, sus restos fueron transportados primero a Constantinopla y colocados allí en una iglesia que había sido construida en su honor por el emperador “León”. Después de 991, fue llevada a Italia, concretamente a “Venecia”, a la iglesia de la “Compañía de Jesús”.
Tanto la Iglesia ortodoxa griega como la católica apostólica romana veneran a Santa Bárbara como santa. Según la leyenda, su amiga Juliana también fue crucificada junto a ella, y en su tumba se realizaron muchos milagros.
La antigua tradición afirma además que la última oración de Santa Bárbara fue para que Dios bendijera y apoyara a todos los que recordaran su martirio.
Sus reliquias procedentes de Constantinopla se encuentran en Torcello, como ya se ha dicho.
Los documentos más antiguos, que datan del año 1009, así lo atestiguan. Sin embargo, tanto la ciudad ucraniana de Kiev, ya dentro del ámbito ortodoxo, como la italiana de Rieti afirman estar en posesión del cuerpo de la Santa.
Según uno de los textos latinos, los habitantes de Rieti declaran que Bárbara habría sido mártir en la cercana Scandriglia.
Los ortodoxos de Kiev también apoyan esta afirmación, asegurando que el príncipe Miguel Izyaslavitch trajo el cuerpo directamente desde Constantinopla y lo dejó en la catedral de San Vladimir, donde todavía se venera.
En otras palabras, ¿quién está en posesión del verdadero cuerpo de la Santa? Torcello tiene muchas probabilidades de ser la opción más lógica. Por último, presentamos la letra del Himno póstumo a Santa Bárbara de D. Antonio Oller y Fontanet, que fue escrito para el Cuerpo de Artillería en 1877.
Himno de Santa Bárbara
Concédele, oh Virgen, a la muerte del gallardo artillero que protegió resueltamente el cañón.
Cobijo, consuelo y perdón te ofrecen siempre los sublimes y piadosos.
En tu solio, que está bordado con las estrellas de tus hijos, tú que apaciguas la feroz borrasca y el trueno, escuchas sus voces.
Y fue por tu gloria, que brilla más radiante y más pura que el sol, que un día te hicimos Patrona del bravo Artillero Español.