El retorno de su padre
Al cabo de un tiempo, Bárbara se convirtió en una joven encantadora que pasaba sus días asistiendo a reuniones y clases sobre diversos aspectos de la cultura mundial. Hasta el día en que regresó su padre, que alteraría para siempre el curso de su vida.
Cuando “Dioscoro” regresó, vio enseguida que las cosas habían cambiado drásticamente durante su ausencia y decidió determinar cuánto había cambiado la chica. Se enfrentó a ella y le confesó que era cristiana.
Fue infructuoso intentar persuadirla de que cambiara de actitud. En cuanto César se enteró de la situación, el padre montó en cólera y le advirtió que se arriesgaba a perder todo por lo que había luchado.
Sacó su espada, dispuesto a acabar con esta disputa de una vez por todas, pero la joven consiguió escapar, tomando el camino de la montaña y escondiéndose entre los arbustos. Para encontrarla, Dioscoro formó una comisión que fue en su busca.
Pretor llamado “Marciano”
La torturó durante unos días con la esperanza de que cambiara de opinión.
Sin embargo, las cosas se descontrolaron y, por miedo a ser traicionado por uno de sus cómplices y ante la determinación de la joven de mantener su fe cristiana, tomó la decisión de entregarla al pretor conocido como “Marciano”, el juez principal del tribunal.
Este hombre, conocido en todo el imperio por su inigualable crueldad y sadismo, intentó convencer a la joven de que rechazara el cristianismo, un sistema de creencias que el alto funcionario consideraba mera superstición.
Castigos brutales
A continuación, dictó los brutales castigos tras comprobar que las palabras eran ineficaces y observar los requisitos legales que se aplicaban en estas circunstancias.
El primer castigo duró tres días y tres noches. Bárbara fue interrogada durante esos días.
Cuando continuó defendiendo su fe, “Marciano” ordenó entonces una segunda ronda de torturas, que comenzó cuando la colocaron sobre una montaña de cristales rotos y los torturadores se colocaron sobre su cuerpo indefenso para asegurar la entrada profunda de los letales trozos de cristal.
Espantosa “cama de lanzas”
Tras este festín de sangre y odio, Bárbara fue interrogada una vez más, pero no lograron convencerla de que cambiara de opinión.
Esto enfureció a sus torturadores, que esta vez pusieron su cuerpo en el temido “cama de lanzas”, que estaba formado por una tabla rectangular con cientos de puntas de lanza afiladas fijadas en sus esquinas.
Nadie habría podido soportar esto si no hubiera sido ayudado por una fuerza mayor. Bárbara fue llevada a una oscura mazmorra mientras estaba completamente inconsciente y retenida allí durante tres días sin comida ni agua.
Jesús la visitó por segunda vez mientras estaba presa, curando sus heridas, atendiendo sus necesidades, alimentándola, y se recuperó milagrosamente. Los soldados esperan encontrar un cadáver cuando abren la puerta del calabozo, así que se llevan una sorpresa cuando la prisionera les saluda de pie y sonriendo.
Cuando la joven se presenta ante el pretor “Marciano”, varios de los soldados huyen despavoridos, pero su comandante les obliga a darse la vuelta.
Cuando compareció ante él, todo el tribunal quedó asombrado, y cuando se la presionó para que explicara la naturaleza de su extraña recuperación, afirmó que la intervención de Jesús de Nazaret era la responsable.
Bárbara fue colgada de los pies
El pretor “Marciano” se encontró en una situación muy difícil en ese preciso momento.
Todo el mundo podía ver que el dios de Bárbara era capaz de grandes milagros, y él no estaba dispuesto a aceptarlo, así que dio la orden de colgar a Bárbara por los pies, abrirle los costados con dos ganchos de hierro y quemar esa zona del cuerpo con antorchas ardientes.
Sin embargo, a pesar de que esto era suficiente para matar a cualquier persona normal, la actitud de la prisionera no cambió. Al contrario, sonrió y levantó los ojos al cielo mientras conversaba con una presencia divina que, según los expertos, era el propio Jesús.
Ante este hecho tan evidente e inexplicable, se ordenó matar a la joven golpeándola en la cabeza con dos martillos de demolición, pero sorprendentemente, también consiguió resistir este castigo.
Ella siguió sonriendo
Entonces, con unas enormes tenazas similares a las que se empleaban en la época para los difíciles trabajos de herrería, sus matones idearon el plan para arrancarle los pechos. Le arrancaron los pechos, pero ella siguió sonriendo.
Tras completar estas tareas, la cargaron desnuda en un carro y la llevaron por la ciudad mientras dos personas monstruosas la pateaban y azotaban continuamente.
Una manifestación divina en forma de rayo de luz con el poder combinado de mil soles apareció cuando el carro llegó a la plaza principal, cegando a todos los que presenciaron el cruel espectáculo.
El pretor pronunció la sentencia de muerte por decapitación cuando observó que Bárbara era increíblemente poderosa física y espiritualmente a pesar de las torturas…