En los primeros años de la década pasada, el público había presenciado la saturación de vampiros, hombres lobo y zombis en el cine y la televisión. Sin embargo, a medida que estos seres sobrenaturales iban perdiendo su aura de novedad, las brujas comenzaron a emerger con una fuerza inesperada en la cultura popular.
Cómo las brujas conquistaron el cine y la televisión moderna
Esta tendencia, que había parecido inevitable después de la adultez de Harry Potter y del agotamiento de los monstruos más convencionales, sorprendió por la cantidad de producciones que se lanzaron casi de manera simultánea.
Además, resultó notable la atención que grandes cadenas, estudios y editoriales brindaron a personajes femeninos con habilidades mágicas. Por entonces, el resultado fue una etapa de experimentación y riesgo creativo que, finalmente, instaló a las hechiceras en el centro del panorama audiovisual.
El impulso de Oz y la pantalla grande
Antes de que comenzara este ciclo, Hollywood ya había explorado a las brujas, pero les faltaba un empujón global que las ubicara en la cima de la taquilla.
Dicho impulso se logró con la película «Oz, el poderoso» (2013), dirigida por Sam Raimi y producida por Disney. Este largometraje, que exhibió el talento de actrices como Michelle Williams, Mila Kunis y Rachel Weisz, presentó a tres hermanas brujas en el universo del famoso Mago de Oz.
Su éxito internacional, incluidos mercados como la Argentina, llamó la atención de los ejecutivos de la industria, quienes, con renovada confianza, desenterraron guiones que habían quedado en segundo plano tras la despedida de Harry Potter.
Conforme avanzaba el año, se escuchaban rumores sobre una posible segunda parte de este film, así como negociaciones para expandir la historia en otras direcciones. La recepción internacional, el poderío de la marca Disney y la consolidación de la taquilla no hacían más que subrayar el momento propicio para las brujas, algo que resonaba con fuerza en la maquinaria hollywoodense.
La televisión y el aquelarre de la antología de terror]
Mientras el cine ensayaba grandes producciones con efectos visuales impactantes, la televisión no se quedaba atrás. El anuncio de que la tercera temporada de «American Horror Story» (FX), titulada “Coven” (Aquelarre), tendría a las brujas como protagonistas principales generó expectativa.
Los responsables de la serie, conocidos por su habilidad para reinterpretar mitos y géneros, habían comprendido que las historias de hechiceras podían ofrecer un amplio abanico de posibilidades narrativas. De hecho, Jessica Lange y Kathy Bates fueron confirmadas para encabezar una trama de enemistades legendarias, disputas mágicas y tensiones sobrenaturales que apuntaban a subvertir las expectativas del público.
En paralelo, otras ficciones televisivas también se habían sumado a la ola. Series como “Once Upon a Time” (ABC) y “Grimm” (NBC), cada una con su enfoque particular sobre el cuento de hadas y el mito tradicional, incrementaron la presencia de personajes femeninos con poderes místicos.
Por ejemplo, en “Once Upon a Time”, la villana de turno, Cora (interpretada por Barbara Hershey), demostró el encanto perverso de la brujería, mientras que en “Grimm” las consecuencias de un hechizo lanzado por la bruja Adalind sacudieron la vida de los protagonistas, impulsando el rating y reforzando la idea de que este tipo de historias podían atraer a las audiencias contemporáneas.
La caída de algunos intentos y los nuevos horizontes literarios
No obstante, existieron proyectos que no lograron el impacto esperado. “The Secret Circle”, una serie juvenil inspirada en la modernidad de la brujería en Salem, no obtuvo el nivel de audiencia necesario.
Del mismo modo, “Hermosas criaturas” (2013), adaptación cinematográfica de la saga literaria centrada en una familia de hechiceros sureños, no alcanzó la taquilla deseada. Aquellas decepciones iniciales llevaron a algunos críticos a cuestionar la capacidad de las brujas para seducir a un público joven, ya acostumbrado a vampiros con un aura romántica y hombres lobo trágicos.
Sin embargo, a pesar de estos tropiezos, la industria se mantuvo firme en su búsqueda de la siguiente gran saga. La trilogía literaria de la británica Deborah Harkness, cuya primera entrega fue “El descubrimiento de las brujas” (2011), se erigió como una sólida candidata.
Su relato, que mezclaba brujería, vampiros, investigación filosófica y un romance prohibido, había captado la atención de la Warner Bros. mucho antes de que su adaptación televisiva se concretara años más tarde (HBO Max). Esta historia, ambientada en prestigiosos entornos académicos y con un trasfondo histórico, prometía un enfoque distinto del mito, con mayor profundidad cultural y emocional.
Perspectivas renovadas y nuevos relatos en pantalla
Haciendo eco de las críticas y del público cada vez más exigente, los estudios apostaron por narrativas más complejas. Al tiempo que las protagonistas ya no eran solo mujeres jóvenes aprendiendo sus poderes, también se revalorizaron personajes que tradicionalmente habían aparecido en roles secundarios.
Maléfica, la bruja temida y reconocida por el clásico animado de Disney “La bella durmiente”, se preparaba entonces para regresar a la gran pantalla con su propia película, “Maléfica” (2014), protagonizada por Angelina Jolie. Aquella interpretación, anunciada como una relectura del cuento desde el punto de vista de la villana, prometía matices psicológicos y humanos que antes no habían sido explorados. El público conocería así los motivos detrás de la maldición que recayó sobre la princesa Aurora, mientras se derrumbaban los límites entre el bien y el mal.
Entretanto, estos cambios se sumaban a la discusión que periodistas culturales, académicos y críticos literarios sostuvieron en medios prestigiosos y publicaciones especializadas, como The Hollywood Reporter y The New York Times. Algunos argumentaron que las brujas, por su capacidad camaleónica, encarnaban una nueva visión del rol femenino: una mujer poderosa, compleja y frecuentemente en lucha contra las limitaciones de su entorno.
Otros, en cambio, vieron en su repunte mediático una maniobra comercial, una búsqueda desesperada por parte de la industria de replicar el éxito de “Crepúsculo” o “Harry Potter” con otro tipo de criaturas fantásticas.
El poder cultural y la promesa del futuro
A fin de cuentas, en esos años se había testimoniado un fenómeno significativo: las brujas abandonaron su lugar marginal y estereotipado para consolidarse como figuras centrales, capaces de atraer audiencias diversas y encender debates sobre el rol de la mujer, la magia y el poder en las ficciones audiovisuales.
Si bien algunas producciones no alcanzaron el triunfo esperado, otras triunfaron en la taquilla o en las mediciones de audiencia, impulsando la aparición constante de nuevos proyectos.
Cuando finalmente “Maléfica” aterrizó en las salas, quedó patente que la brujería había trascendido su condición de moda pasajera para instalarse en el imaginario colectivo.
Estas historias, cargadas de hechizos, viajes en el tiempo, conspiraciones ancestrales y rivalidades familiares, exhibieron una variedad de matices que las hizo perdurar incluso después de que el furor inicial se disipara. Por ende, resultaba claro que aquel período formaba parte de un ciclo creativo más extenso, uno en el que las brujas pasaron de ser un recurso secundario a un motor argumental, una lente crítica y una promesa renovada para las narrativas del futuro.