En una pequeña ciudad envuelta en misterio, un hombre enfrenta la ruina total. Su fortuna, que alguna vez fue su aliada, ahora se desvanece, dejándolo en la oscuridad. En un momento de desesperación, invoca a una figura temida y fascinante: Satanás, iniciando una cadena de eventos inesperados.
Entre la desesperación y el Diablo
En una pequeña ciudad, donde las calles se llenan de historias y susurros, vivía un hombre que lo había perdido todo. La fortuna, alguna vez su amiga fiel, le había dado la espalda abruptamente. Su mundo, antes lleno de promesas y esperanzas, se desmoronaba ante sus ojos, dejándolo sumido en una oscuridad insondable. La fe, ese faro en la tormenta, se había esfumado como el humo.
Una noche, bajo el manto estrellado, su desesperación encontró voz. “¡Ay, Satanás!” exclamó, sin pensar en las consecuencias de invocar tal nombre. Como sacado de una leyenda, el diablo apareció ante él, su presencia tan inquietante como fascinante. “¿Me llamabas?” preguntó con una sonrisa astuta, mientras el hombre retrocedía asustado.
“¡No, no!” balbuceó el hombre, pero ya era demasiado tarde. Satanás, astuto y persuasivo, ofreció un trato tentador. “Todo lo que perdiste y más puede ser tuyo de nuevo. Solo tienes que firmar un pacto conmigo”.
El hombre, cegado por la promesa de recuperar su antigua vida, accedió sin dudarlo. Firmó el pacto y, como por arte de magia, la fortuna volvió a sonreírle. Se convirtió en el más eminente y rico del lugar, y su familia gozaba de una salud envidiable. Sin embargo, en su éxito, olvidó el oscuro acuerdo que había firmado.
Pasaron casi diez años en un abrir y cerrar de ojos. Una noche, un golpe en la puerta quebró la tranquilidad de su hogar, era Satanás, quien venía a recordar su parte del trato. El hombre, enfrentando la realidad de su destino, se desmoronó.
Su esposa, al encontrarlo sumido en lágrimas, insistió en conocer la causa de su desdicha, tras revelarle la verdad, la mujer tomó una decisión firme. “Cuando venga, quiero hablar con él”, dijo con una determinación que sorprendió a su marido. A pesar de sus protestas, ella estaba decidida a enfrentar a Satanás y cambiar el curso de su destino.
La visita inevitable: cuando Satanás llama a tu puerta
La noche en que el pacto cumplía diez años, una sombra se cernía sobre la casa. El reloj marcó las once, y un golpe seco en la puerta heló la sangre del hombre. Abrió lentamente, encontrando a Satanás en su umbral, más imponente que nunca. “Buenas noches”, dijo con una voz que resonó en las paredes.
El hombre, tragando saliva, apenas logró murmurar, “¡Ay! Tú aquí”. Satanás, con calma, le recordó el pacto. “Se cumplieron los diez años, y no has cumplido. Vengo a buscarte mañana a las once de la noche”.
El pánico se apoderó del hombre. “¡No, no, no, no!” exclamó, pero el destino parecía sellado. “Ya pasaron los diez años, y tú no cumpliste», insistió Satanás.
Desolado, el hombre se sumió en una profunda tristeza, incapaz de enfrentar a su familia. Su esposa, percibiendo la gravedad del momento, se acercó a averiguar qué era lo que estaba pasando. “¿Qué te pasa, querido? ¿Qué está sucediendo?” preguntó con preocupación.
Con voz quebrada, él reveló la verdad. “Toda nuestra riqueza, la salud de nuestros hijos, todo… fue por un pacto con Satanás. Y mañana a las once viene a buscarme.”
La llegada del día siguiente fue inevitable. A las once de la noche, Satanás tocó la puerta, esta vez, fue la mujer quien respondió, invitándolo a entrar: “Pase adelante, Satanás o Lucifer”, dijo con una serenidad que desconcertó al visitante.
“Y usted, ¿qué quiere hacer conmigo?” preguntó Satanás, intrigado por la audacia de la mujer.
Ella, con una mirada firme, planteó un desafío inesperado. “Mi marido hizo un pacto con usted y no cumplió. Pero tengo una propuesta. Si gana, se lleva mi alma y la de mi marido. Si pierde, nos deja en paz.”
Satanás, sorprendido por la osadía de la mujer, se vio obligado a replantear su estrategia. Finalmente, aceptó el reto. “Está bien, dos por una”, dijo, sellando un nuevo acuerdo.
La batalla de ingenio: Desafiando a Satanás
La tensión en la habitación era palpable. Satanás, con una sonrisa confiada, preguntó, “¿Qué tengo que hacer?” La mujer, con una calma que desafiaba la situación, presentó su desafío: “Enderézame a este pendejo”, dijo señalando a su marido, cuya mirada reflejaba una mezcla de asombro y temor.
Satanás, quien se creía conocedor de todos los trucos y artimañas, se encontró en una encrucijada inesperada. La petición de la mujer, simple en apariencia, ocultaba una complejidad que incluso él, con toda su astucia, no podía descifrar. Se paseó por la habitación, meditando la situación, mientras la mujer observaba con una serenidad inquebrantable.
El reloj avanzaba, y con cada tic-tac, la confianza de Satanás se desvanecía. El hombre, observando la escena, empezó a comprender la magnitud del ingenio de su esposa. Ella había presentado un desafío que iba más allá de lo físico o material, uno que tocaba las profundidades del ser y la esencia misma de la humanidad.
Finalmente, Satanás, derrotado por la astucia de la mujer, admitió su incapacidad para cumplir el desafío. “Acepto mi derrota,” declaró con una mezcla de respeto y resignación. La mujer, con un gesto de triunfo, había logrado lo impensable.
Con el pacto roto la amenaza sobre su familia desapareció. Con su sabiduría y valentía, la mujer no solo había salvado a su marido, sino que también había enseñado una lección invaluable: la fuerza y la astucia pueden encontrarse en los lugares más inesperados.
La fuerza inesperada: Un legado de valor
En la quietud que siguió a la partida de Satanás, el hombre miró a su esposa con una mezcla de asombro y admiración. Ella había enfrentado al mismísimo príncipe de las tinieblas con una astucia y valentía que él jamás habría imaginado. En ese momento, comprendió una verdad fundamental: la verdadera fuerza a menudo reside en aquellos a quienes menos se espera.
La historia de esa noche se convirtió en una leyenda en su pequeño pueblo. Narrada de generación en generación, se transformó en un símbolo de la sabiduría y el poder ocultos detrás de una aparente vulnerabilidad. La mujer, con su inteligencia y coraje, no solo había salvado a su familia, sino que también había dejado una enseñanza perdurable.
Esta enseñanza trascendió las paredes de su hogar, llegando a corazones y mentes más allá de su tiempo y lugar. Mostraba que la verdadera fuerza no siempre se manifiesta en hazañas heroicas o en la exhibición de poder, sino en la agudeza del ingenio y la firmeza del espíritu.
La valentía de la mujer en esa noche desafiante sirvió como un recordatorio eterno de que, en los momentos más oscuros, la luz puede surgir de los rincones más inesperados. Y así, mientras la vida continuaba en aquel rincón del mundo, el eco de su hazaña resonaba, inspirando a muchos a encontrar su propia fuerza interior.