El contacto del ser humano moderno con las estaciones del año ha disminuido significativamente. Mientras que en las sociedades agrícolas y campesinas se percibían más claramente, su importancia sigue siendo fundamental ya que definen el ciclo básico de los signos astrológicos.
La magia de las estaciones del año: cómo definen nuestro destino y ciclo astrológico
El término «estaciones» hace referencia a las etapas y posiciones del Sol en el cielo, como si fueran paradas en un viaje en tren.
Es por esta razón que la mitología griega habla del «carro del Sol» (Helios), como un vehículo que transporta al astro rey y describe tanto su recorrido diario en el cielo -con cuatro momentos clave: la salida del sol, el mediodía, el ocaso y la medianoche- como su viaje anual, marcado por las estaciones de primavera, verano, otoño e invierno.
La Tierra es el único planeta habitado que experimenta estaciones climáticas definidas debido a su eje inclinado, lo que hace que se aleje y se acerque al Sol durante su ciclo anual como un trompo ladeado. Esta característica permite una gran diversidad biológica, paisajes variados y fenómenos climáticos únicos que afectan nuestro estado de ánimo.
Según la tradición esotérica, antes de la evolución humana el eje era recto y fue inclinado por una misteriosa civilización con fines espirituales. Independientemente de su origen, las estaciones tienen un efecto mágico en nosotros y determinan los doce signos del zodiaco (las «estaciones menores») y nuestro destino según nuestra fecha de nacimiento en este ciclo anual.
El viaje anual del Sol se divide en dos grandes etapas, una luminosa y ardiente y la otra oscura y fría. Estas pueden ser consideradas como dos estaciones básicas, una yang y la otra yin.
Hay cuatro momentos cruciales de cambio: los equinoccios de primavera y otoño, que marcan el inicio de las dos grandes estaciones -puntos críticos donde la transición es muy evidente-; seguidos por los solsticios de verano e invierno, cuando estas estaciones han alcanzado su apogeo máximo y comienzan a declinar -puntos más estables-.
Equinoccio y solsticio
Una perspectiva revolucionaria sobre las energías del yang y el yin a lo largo del año según Dane Rudhyar
La palabra equinoccio proviene del término «aequinoctium» (aequus nocte), que significa «noche igual», mientras que solsticio deriva de «solstitium» (sol sistere), que significa «Sol quieto» o «Sol estacionado».
En su obra «El Latido de la Vida«, el reconocido astrólogo holístico Dane Rudhyar desarrolla los doce signos y nos habla de las fuerzas del Día y la Noche, que representan el yang y el yin, respectivamente. Estas fuerzas se entrelazan a lo largo del año, pero para evitar confusiones, Rudhyar se refiere a las «fuerzas del Verano» y del Invierno» como las dos grandes energías que dan lugar a todo lo conocido.
El Yang-Verano es expansivo, activo, extravertido, alegre, vital, consciente y productivo; mientras que el Yin-Invierno es receptivo, introvertido, reflexivo, triste, no-vital (debido a la hibernación, el sueño, el descanso o la muerte), inconsciente y acumulativo.
Estas características son evidentes en el ciclo natural y en nuestros estados de ánimo. Sin embargo, lo nuevo y revolucionario es cómo Rudhyar atribuye al Yang-Verano un valor individual (corporal, personal y concreto) y al Yin-Invierno un valor colectivo (mental, virtual y simbólico).
Esta perspectiva hace eco de la división entre los primeros seis signos y casas considerados individuales e inaugurados por Aries; mientras que los últimos seis son colectivos e inaugurados por Libra. El objetivo de este trabajo es mostrar la gran analogía entre las estaciones y los signos (algo que ha sido hecho por los astrólogos tradicionales desde siempre), pero incorporando esta última atribución que representa una novedad revolucionaria.
El ciclo estacional de la naturaleza y su reflejo en la vida humana
De la sensorialidad del verano a la responsabilidad del invierno
Durante la primavera y el verano, la naturaleza florece con vida y sensorialidad, simbolizando el desarrollo instintivo, físico, sensorial, emocional y mental personal. Mientras tanto, durante el otoño y el invierno, la naturaleza se transforma y decae preparándose para un nuevo ciclo.
Este ciclo se asemeja al predominio de los procesos sociales, culturales, colectivos, cósmicos y espirituales de trabajo y conocimiento.
La fábula de Esopo de la hormiga y la cigarra ilustra esta dualidad estacional: la cigarra representa el verano individualista mientras que la hormiga representa el trabajo colectivo del invierno. Esta analogía también puede aplicarse a las edades del hombre: primavera-verano para la infancia y juventud llenas de aventuras mientras que otoño-invierno representan responsabilidades sociales y trabajo en la adultez.
Este patrón se repite en ambos hemisferios del planeta Tierra, donde las estaciones están invertidas. Esto explica por qué el comienzo del año laboral y educativo ocurre en otoño en ambas partes del mundo mientras que las vacaciones grandes suelen ser en verano después de que haya empezado una nueva energía en primavera.
En resumen, aunque Aries sea considerado como un signo asociado con los comienzos debido a su llegada en primavera boreal, esto no siempre coincide con el inicio del año «humano laboral».
La dialéctica entre la naturaleza y la sociedad
De la astrología tradicional a la civilización y el desarrollo histórico
En Argentina, el día de la primavera es también conocido como el día de los estudiantes y se celebra el 21 de septiembre.
En esta fecha, los jóvenes salen a festejar en los parques, pero para los profesores es una señal de alarma ya que suelen notar una disminución en el rendimiento académico y la concentración de los estudiantes durante el resto del año.
Este hecho pone en evidencia la relación dialéctica entre la naturaleza y la sociedad: cuando la naturaleza florece, la sociedad retrocede y viceversa.
El surgimiento de las grandes ciudades y civilizaciones se produjo gracias al desarrollo de la agricultura y ganadería extensivas. Se crearon nuevas técnicas, leyes, religiones y filosofías, así como también nacieron las astrologías como sistemas para explicar lo cósmico. Sin embargo, este progreso histórico no fue igual en todas partes. Las civilizaciones solo surgieron en lugares con climas fríos donde había que enfrentar desafíos constantes.
En cambio, en los trópicos predominaban las economías de subsistencia y organizaciones tribales debido al suministro constante de recursos naturales. La astrología tradicional no tiene en cuenta este desarrollo histórico y todavía trabaja con esquemas simples propios del pasado campesino y pastoril. Por tanto, se razona solo en términos individuales o tribales sin considerar el proceso colectivo civilizador.
En tiempos antiguos ya sea en medio de la selva, el círculo polar o el desierto, las sociedades tribales de cazadores-recolectores o economías de subsistencia experimentaron un contacto directo con la naturaleza.
El hombre dependía de ella y su cuerpo, sus instintos, necesidades básicas y cultura simple moldeaban su mente a través del lenguaje y mitologías locales. Las totalidades más abarcadoras eran la familia, clan y tribu, apenas prolongaciones del individuo marcados por raza, sangre y tradición…