La historia de Santa Bárbara de Zulia está llena de decenas de leyendas de aparecidos, fantasmas y espíritus que deambulan por sembradíos, plazas y calles. Desde hace 86 años la historia de una mujer asesinada a golpes por un duende fue transmitida de generación en generación y aún causa asombro en propios y visitantes.
Leyenda del duende de Santa Bárbara de Zulia
Corría enero de 1928
La calle 5 de Julio, de la parroquia Santa Bárbara de Zulia, tenía una sola casa, la de José de Jesús Barrios, quien vivía con su esposa, María Leonidas, junto a los tres hijos de ese matrimonio.
A unas cinco cuadras del lugar, vivía Hermes Agustín Govea, dueño de la hacienda La Carmela, quien mantenía un litigio con Barrios, ya que este aseguraba ser propietario de una porción de la finca, por lo cual su mujer, María Leonidas, Urquinaona de Barrios, ingresaba a esas tierras a cortar caña y a buscar madera para cocinar.
El hacendado siempre reclamaba ante la jefatura civil que las mujeres del sector se introducían a sus predios y destrozaban los cañaverales. A finales de enero de 1928, Govea puso una cerca de alambre con púas para preservar los cañaverales de su hacienda.
María Leonidas era una morena alta, hermosa y muy valiente
Que molesta por el despojo de tierras que había sufrido su esposo, decidió junto a otras mujeres de la calle 5 de Julio, romper la cerca e ingresar a La Carmela. Cortaron la leña y regresaron a sus hogares.
Hermes Govea al enterarse llegó al frente de la casa de la dama y empezó a insultarla. La mujer lo desafió y lo llamó ladrón de tierras. El hacendado soportó aquel chaparrón de insultos y luego la señaló en forma amenazante:
— No tengáis cuidao, que esto te va a pesar. Aquella amenaza pareciera que marcó el inicio del extraño y sobrenatural calvario de María Leonidas.
El 5 de febrero de 1928
El jefe civil ordenó a Jesús Barrios por medio de una caución, el pago de 500 bolívares que serían cancelados en las rentas municipales, o 100 días de arresto proporcional, si su esposa nuevamente molesta al señor Govea o se introduce a sus terrenos.
El 13 de febrero de 1928
Ocho días después, de la firma de la caución, pasadas las 3.00 de la tarde, un hombre encapuchado, salió de los cañaverales de Govea y se dirigió a la casa de José Barrios. Arremetió contra la indefensa mujer y la azotó inhumanamente.
La noticia corrió como pólvora. Al sitio acudieron los vecinos y la mujer mostró los golpes que recibió del misterioso personaje, quien desapareció. El caso fue denunciado por el esposo de la víctima al día siguiente. Nadie vio al encapuchado y tampoco de dónde salió.
Al día siguiente, aproximadamente a la misma hora, el encapuchado o espectro, apareció de nuevo y le asestó otra dosis de azotes a María Leonidas. Los vecinos presenciaron con terror como la mujer forcejeaba sola. Ningún ser visible la lastimaba. La dama presentó golpes y mordiscos en varias partes de su cuerpo…
Juan Pulgar, el jefe civil de la época
Le entregó un revólver a María Leonidas, y la autorizó para disparar sobre el sujeto o espanto, si este volvía a aparecer. Desde la entrega del arma, el encapuchado no volvió a manifestarse por ninguna parte y la mujer se creyó liberada de aquella pesadilla. Varios meses pasaron sin ningún contratiempo.
En los últimos días de junio hubo cambio de jefe civil y María Leonidas regresó el revólver asignado. Al día siguiente apareció de nuevo el encapuchado y le propinó otra paliza a la mujer que por poco la mata.
El 16 de julio de ese mismo año, día de la Virgen del Carmen, José Barrios, desesperado por lo que ocurría a su mujer, convocó al coronel Teodoro Méndez, gobernador del otrora distrito Colón; al jefe civil y a un grupo de vecinos, para presenciar la llegada del duende o lo que fuera.
A las 3.00 de la tarde, hora en que aparecía el fantasma, había más de 20 personas reunidas en la casa de María Leonidas y José Barrios. De pronto la mujer gritó: “Ahí viene el hombre” y señaló para el cañaveral.
Los presentes manifiestan no ver a nadie y formaron una rueda humana a su alrededor, pero esta empezó a forcejear como si luchara con alguien.
La dama cayó agotada. Los presentes no vieron nada. La mujer mostró de nuevo su cuerpo ensangrentado y entre sus manos un trozo de tela de casimir. Era el bolsillo de un saco. “¿De quién es ese bolsillo?”, preguntó la autoridad. Pero nadie estaba vestido con esa tela.
Durante los siguientes 10 días, el duende siguió atacando a María Leonidas, a la misma hora hasta el 26 de julio. Ese día murió. No hubo poder humano como salvarla de la muerte o del duende, que unas horas antes de morir fue visto corriendo por el techo de la humilde vivienda.
Del extraño personaje no se supo más nada, pero su leyenda quedó viva por siempre.
Tierra de historias
La finca La Carmela tenía una extensión que iba desde la calle 5 de Julio hasta el caño del mismo nombre del fundo, conocido hoy como caño Santa Bárbara o caño La Isla.
En esos predios está ubicado en la actualidad el barrio La Carmela. Muchas historias y cuentos persisten desde entonces en ese sector del Sur del Lago.
Cautela científica.
El doctor Jesús María Luengo Vale se encargó de realizar la autopsia, pero aclaró que puso en el acta de defunción “muerte por tuberculosis pulmonar”, porque él no iba diagnosticar muertes producidas por duendes o fantasmas.
Desde entonces, en Santa Bárbara persiste la leyenda de María Leonidas y su lucha con un ser del más allá.
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