Los dos amantes, la Luna y el Sol, condenados a una separación permanente y para los que no había veneno, ni escondite, ni salvación, son objeto de una leyenda ancestral que, si no supera la obra de Shakespeare, al menos la rivaliza.
La leyenda de la Luna y el Sol — La historia de amor más trágica
El romance entre la Luna y el Sol está representado en numerosos mitos y leyendas.
La versión más popular es la cristiana, en la que Dios decidió iluminar la tierra al final de su creación a través de dos astros que, a pesar de ser igualmente bellos, nunca coincidirían en el tiempo: uno iluminaría la noche y el otro, el día.
Cuando los dos cuerpos celestes descendían a la tierra, según la mitología mexicana, se convertían en un hombre y una mujer que se enamoraban perdidamente mientras celebraban un baile popular. Esto se hacía para personalizar el evento.
En realidad, es habitual ver a hombres y mujeres vestidos como soles y lunas en el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato (México), con el objetivo de unir sus corazones. Ya solo queda la versión de la mitología griega, que, por si no te habías dado cuenta, nos gusta.
Dos jóvenes nombrados Luna y Sol
Según la leyenda, Luna y Sol, dos jóvenes muchachos, se enamoraron profundamente el uno del otro. La diosa de la belleza y el amor, Afrodita, sintió envidia de dos mortales que pudieran amarse tan apasionadamente y bajó del Olimpo para desmentir su relación.
El joven rechazó enérgicamente a la diosa, que era experta en el arte de la seducción, diciendo:
«Eres sin duda la mujer más atractiva y amable del mundo, pero solo mi encantadora Luna tiene mi corazón. Ella es más deseable para mí que el propio oro».
Afrodita se enfureció por no haber sido capaz de convertirlo.
La pareja recibió la orden de Afrodita de permanecer separada para siempre. Para que nunca se alinearan en el firmamento, ella transformó al joven en la estrella que brillaría durante el día y a la mujer en la estrella que brillaría durante la noche.
Estaba segura de que esto pondría fin a su relación.
Zeus intervino para que el Sol pudiera, al menos, rozar de nuevo el rostro de su amada al comprobar que su enamoramiento había soportado el paso del tiempo y del espacio. Esto es lo que ocurre en los días de eclipse, cuando los dos amantes se recombinan temporalmente en un solo cuerpo.
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