Desde niña, Lucía había sentido el compás y ritmo de la danza fluir por sus venas. Cada paso, cada giro, cada movimiento era una expresión de su alma. Con el tiempo, sus sueños se centraron en un solo objetivo: convertirse en una primera bailarina.
La Bailarina – Reflexiones sobre la resiliencia y la fe en uno mismo
Un día, una renombrada compañía de ballet visitó su ciudad y para Lucía aquello parecía la oportunidad perfecta para obtener una valoración sincera sobre su talento. Al finalizar la función, tomó valor y se dirigió a los camarines para hablar con el reconocido director de la compañía.
— Maestro, mi sueño es convertirme en una bailarina destacada. ¿Podría verme danzar y decirme si tengo lo que se necesita?
El director asintió y Lucía comenzó a danzar con toda la pasión que llevaba dentro. Pero a los pocos minutos, él la detuvo, moviendo la cabeza con desaprobación.
— Lo siento, joven, pero no veo en ti a una primera bailarina.
Lucía regresó a casa con el espíritu deshecho. Sus zapatillas, testigos mudos de su pasión y esfuerzo, fueron relegadas al fondo de un armario. Con el paso de los años, su vida tomó otro rumbo: formó una familia y trabajó en un supermercado.
Una noche, muchos años después, Lucía decidió asistir a una función de ballet. Al salir, se encontró nuevamente con aquel director, cuyos años ya habían dejado huella en él. Tras recordarle su encuentro de antaño y compartir con él algunos detalles de su vida, Lucía no pudo contener una pregunta que había ardido en su interior por años:
— Maestro, ¿cómo supo tan rápido que yo no tenía lo necesario para ser una gran bailarina?
El anciano director la miró con ojos serenos y respondió:
— En realidad, siempre les digo lo mismo a todas las jóvenes que vienen a mí.
Lucía sintió un torrente de indignación.
— ¡Eso es cruel! Su juicio pudo haber truncado un verdadero talento.
El director sonrió con cierta tristeza.
— Si verdaderamente hubieras tenido la determinación y el fuego interior para ser primera bailarina, nada de lo que yo pudiera decirte habría apagado ese deseo.
Lucía reflexionó sobre esas palabras, dándose cuenta de la profunda verdad que contenían. Si realmente hubiera creído en sí misma, ninguna opinión, por muy autorizada que fuera, la habría detenido.
Moraleja
En este camino llamado vida, a menudo nos encontramos con obstáculos y opiniones que pueden desviar nuestra ruta o apagar nuestras pasiones. Pero si llevamos en el corazón la verdadera convicción de nuestro valor y de lo que somos capaces, nada ni nadie podrá detenernos.
No son las palabras del mundo las que definen nuestro destino, sino nuestra fe en nosotros mismos y la firmeza con la que perseguimos nuestros sueños.
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