Las columnas de horóscopos pululan en los diarios del mundo. Periódicos tan serios como el estadounidense The Washington Post y el canadiense The Globe and Mail, por apenas citar dos ejemplos, incluyen en sus páginas estas columnas de predicciones.
Los horóscopos pueden afectar nuestro desempeño
Sin embargo, varios estudios han demostrado que la astrología no tiene fundamento científico. Las distantes estrellas carecen de influencia sobre nuestra personalidad y destino.
¿Por qué millones de personas continúan entonces usando esos vaticinios como guía para navegar los asuntos cotidianos o tomar decisiones trascendentales? Porque los horóscopos pueden afectar nuestro desempeño. De veras..
El 14 de enero, en su columna en el Evening Standard Magazine, la reconocida astróloga Shelley von Strunckel auguró un buen año a David Cameron, el ex primer ministro británico.
Y quizás acertó, aunque el político tuvo que renunciar tras la victoria del Brexit en el referendo del 23 de junio. A Cameron se le vio en las cámaras silbando una tonadilla después de anunciar su dimisión.
¿Cómo influir a las estrellas?
De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, la lectura de los horóscopos puede conformar, de manera consciente o inconsciente, nuestras expectativas.
«Este resultado sugiere que las personas están dispuestas a hacer coincidir sus vidas con el contenido del horóscopo diario», señala la investigación, titulada «Un buen día para los Leos: La influencia del horóscopo en la percepción, el desempeño cognitivo y la creatividad».
Los experimentos realizados por el equipo de científicos, encabezados por Magali Colbert, doctora en Psicología, demostraron que las personas modifican inconscientemente sus expectativas luego de leer su predicción diaria. Durante la jornada, piensan y actúan para ajustarse a ese pronóstico.
Profecías astrológicas
Sin embargo, no todos responden igual a las profecías astrológicas. Quienes consideran su destino bajo el poder de fuerzas externas e incontrolables, suelen creer en los presagios de la astrología.
Por el contrario, las personas confiadas en su capacidad de abrirse camino por sí mismos, incrédulas del destino fijado por astros distantes, apenas sienten la influencia del horóscopo si en algún momento lo leen.
La mencionada investigación no pretende, según aclaran sus autores, validar la astrología, sino constatar la influencia de textos predictivos que millones de personas consultan a diario. Se estima que en Norteamérica y Europa al menos una de cada cuatro personas mira puntualmente su horóscopo.
«Las personas a las que se les hacer creer que sus circunstancias serán favorables, actuarán para concretar estas circunstancias positivas», señala el reporte.
Entonces, ¿qué sucedería si iniciáramos cada día con ideas optimistas? ¿Si antes del café matutino dedicáramos unos minutos para proyectar una jornada fructífera? ¿Ese «horóscopo» no tendría la misma influencia que aquel redactado por un incierto astrólogo?
Estrellas para crédulos
Por desgracia no. La astrología ha subsistido a los embates de la ciencia y, en especial, de la astronomía, porque salvo un puñado de descreídos sin remedio todos guardamos al menos un resquicio a la superstición, a lo irracional.
La mayoría de los humanos no tomamos decisiones tras un estricto análisis lógico. Muchas veces basta con sentirnos bien con una opción para elegirla.
Efecto Barnum
La lectura del horóscopo reproduce el llamado efecto Barnum, también conocido como efecto Forer, que explica cómo las personas atribuyen un significado personal a generalizaciones.
En consecuencia, los seguidores de la astrología verán en la descripción de su signo zodiacal un reflejo fiel de quiénes son. Bajo esa lupa, los incidentes de cada jornada servirán para confirmar la influencia de los astros en los asuntos terrenales. Los buenos redactores de columnas de astrología se especializan en el arte de la vaguedad.
En esas líneas que recomiendan explorar nuevas opciones, buscar el balance, hacer una revisión de hechos recientes, aprovechar oportunidades y un infinito etcétera, los lectores hallarán pocos detalles específicos a los cuales aferrarse.
Sin embargo, ese juego de indicios funciona porque nos presenta un equilibrio entre las fuerzas externas y nuestra voluntad para trazar el destino. Y todo bajo la aureola de referencias astronómicas.
Los horóscopos aparecieron en la prensa por primera vez a finales del siglo XIX. La idea de utilizar los signos del zodiaco para recetar predicciones a la masa de lectores surgió en 1937 en el periódico británico Sunday Express.
Desde entonces las columnas astrológicas han habitado en la prensa, junto a otros entretenimientos y después de las consabidas malas noticias. Una curiosa coincidencia de los asuntos más graves y científicos con las pamplinas planetarias.
Pero, ¿a quién no le gusta un sorbo de esperanza, poco importa si proviene de un pedazo de roca a 384.400 kilómetros?
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