Las percepciones pueden ser tanto poderosas como erróneas. A través de estas historias, vemos cómo Estados Unidos ha utilizado el poder de la palabra para desafiar las opiniones globales que se tienen sobre él. Estos momentos de silencio son un recordatorio de que las respuestas bien elegidas tienen el poder de cambiar narrativas y desafiar estereotipos.
El poder de la palabra: Cómo respuestas bien elegidas cambian la percepción
En 2003, mientras me encontraba en Suiza asistiendo a una presentación en el Foro Económico Mundial, el ex-Arzobispo de Canterbury, George Carey, le hizo una pregunta a Powell. «¿No creen que Estados Unidos confía demasiado en el ‘poder de la fuerza’?», indagó, haciendo alusión a las acciones militares y a la conquista de países, en lugar de apelar al «poder suave». Este último implica recurrir a valores comunes compartidos por las grandes religiones y construir confianza basada en dichos valores.
Powell respondió: «Hemos partido de nuestras costas repetidamente durante el último siglo, y hemos puesto a maravillosos hombres y mujeres jóvenes en peligro. Muchos de ellos han perdido sus vidas y no hemos reclamado nada, excepto una suficiente cantidad de tierra para enterrarlos».
El silencio se apoderó de la sala. Se podía oír un alfiler caer.
Conferencia en Francia
Hubo una conferencia en Francia en la que participaban varios ingenieros internacionales, incluyendo franceses y estadounidenses. Durante un receso, uno de los ingenieros franceses regresó a la sala y exclamó: «¿Han oído la última estupidez de Bush? Ha enviado un portaaviones a Indonesia para ayudar a las víctimas del tsunami. ¿Qué planea hacer, bombardearlos?»
Un ingeniero de Boeing se levantó y contestó serenamente:
«Nuestros portaaviones cuentan con tres hospitales a bordo que pueden atender a cientos de personas. Operan con energía nuclear y pueden suministrar electricidad de emergencia a instalaciones en tierra. Poseen tres cafeterías con la capacidad de alimentar a 3,000 personas con tres comidas al día, pueden producir miles de galones de agua dulce a partir del agua de mar cada día y cuentan con media docena de helicópteros para transportar víctimas y heridos. Estados Unidos tiene once barcos así. ¿Cuántos tiene Francia?»
El silencio volvió a llenar la sala. Se podía oír un alfiler caer.
Conversación en alemán
Un almirante naval estadounidense asistía a una conferencia que incluía a almirantes de las armadas de Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Australia y Francia. Durante una recepción de cóctel, se encontró en medio de un grupo amplio de oficiales de la mayoría de esos países.
Todos conversaban en inglés. Sin embargo, un almirante francés se quejó de que, mientras los europeos aprenden varios idiomas, los estadounidenses solo aprenden inglés. Luego preguntó:
«¿Por qué siempre tenemos que hablar en inglés en estas conferencias en lugar de en francés?»
El almirante estadounidense respondió sin vacilar: «Quizás sea porque los ingleses, canadienses, australianos y estadounidenses hicieron posible que ustedes no tuvieran que hablar alemán».
Una vez más, se podía oír un alfiler caer.
Omaha Beach en el Día D, 1944
Robert Whiting, un caballero de 83 años, llegó a París en avión. Tardó unos minutos en encontrar su pasaporte al pasar por la aduana francesa. El agente, con tono sarcástico, preguntó: «¿Ha estado usted en Francia antes, monsieur?»
Whiting confirmó que sí había estado antes en Francia.
«Entonces debería saber que debe tener su pasaporte listo», replicó el agente.
«La última vez que estuve aquí, no tuve que mostrarlo», respondió el estadounidense.
«Increíble. ¡Los estadounidenses siempre tienen que mostrar sus pasaportes al llegar a Francia!», insistió el francés.
Whiting le lanzó una mirada severa y explicó con calma: «Bien, cuando desembarqué en la playa de Omaha durante el Día D en 1944 para ayudar a liberar este país, no encontré a ningún francés al que mostrarle un pasaporte».
El silencio era absoluto. Se podía oír un alfiler caer.
Confrontar críticas y preconcepciones requiere más que argumentos bien fundamentados; requiere impacto emocional. Los momentos aquí descritos muestran que una respuesta bien colocada puede hacer más que ganar un argumento: puede cambiar la forma en que una nación es vista, incluso si es solo durante un breve momento de silencio absoluto.
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Gracias a Néstor J Peña por el envío de esta reflexión.