En nuestro camino por la vida, no es raro encontrar situaciones en las que nuestra percepción de las acciones de los demás difiere significativamente de cómo vemos las nuestras. ¿Alguna vez te has dado cuenta de esto?
Juzgando a los demás: ¿Doble rasero o distorsión de la autopercepción?
Cuando observamos que alguien se comporta de manera inapropiada, rápidamente atribuimos su conducta a un mal carácter. Pero, ¿y si nosotros mostramos el mismo comportamiento? Nos justificamos al atribuirlo a una cuestión nerviosa, una reacción temporal.
A menudo tachamos a los demás de obstinados si se aferran a sus métodos, mientras que si nos apegamos a los nuestros, lo percibimos como una muestra de firmeza.
Si observamos que una persona no se lleva bien con uno de nuestros amigos, acusamos a esta de ser prejuiciosa. No obstante, si nosotros mostramos desdén hacia el amigo de otro, argüimos que simplemente somos buenos jueces del carácter humano.
Si otro individuo realiza sus tareas con lentitud, lo tildamos de perezoso. Sin embargo, si somos nosotros los que nos tomamos nuestro tiempo, argumentamos que simplemente nos gusta reflexionar profundamente sobre las cosas.
Desde la crítica hasta la autocomplacencia
¿Cómo nos vemos frente a cómo vemos a otros?
Cuando alguien gasta con liberalidad, lo denunciamos como un derrochador. Pero si somos nosotros los que gastamos generosamente, nos autodenominamos magnánimos.
Si un individuo critica regularmente, lo etiquetamos de quisquilloso. Pero si somos nosotros los que criticamos, creemos que simplemente somos buenos para discernir.
Atribuimos a la debilidad el hecho de que otra persona tenga buenos modales, pero si nosotros somos corteses, nos felicitamos por nuestra educación y respeto.
Cuando alguien rompe algo, inmediatamente lo calificamos de torpe. No obstante, si somos nosotros los que causamos el daño, nos describimos como enérgicos.
Es más fácil criticar la astilla en el ojo ajeno que reconocer la viga en el propio. No obstante, nos haríamos un gran favor si observáramos las virtudes de los demás en lugar de emitir juicios precipitados.
Después de todo, seremos juzgados tal y como juzgamos a los demás. Es vital recordar que nuestro trato hacia los demás es un reflejo de cómo nosotros mismos esperamos ser tratados.
El Poder de No Juzgar: Abriendo Puertas al Entendimiento
Entra en un mundo donde no juzgar no solo es la norma, sino el camino hacia una nueva perspectiva. Evita caer en trampas de prejuicios y suposiciones erróneas que nos roban la posibilidad de ver la verdad en toda su dimensión… seguir leyendo>>