Ahora que cada vez más personas desean honrar la muerte de sus adoradas mascotas con funerales, este tipo de ritos generan cierta controversia dentro de la rama del budismo Jōdo.
Funerales para mascotas en Japón ¿Los perros también van al Paraíso?
En el presente artículo el periodista y sacerdote budista Ukai Hidenori reflexiona sobre la esencia de los funerales, mientras repasa la historia de los oficios fúnebres para animales en Japón desde la antigüedad hasta nuestros días
La polémica que dividió en dos al budismo Jōdo
¿Los animales de compañía van al Paraíso después de morir? Actualmente esta cuestión genera un airado debate en una de las ramas del budismo de Japón.
Todo empezó en una conferencia interdisciplinaria sobre budismo Jōdo que tuvo lugar en septiembre de 2016 en la Universidad Bukkyō, de Kioto.
Lo que prendió fuego a la mecha fue la intervención de Adachi Toshihide, investigador invitado del Instituto Chion-in de Investigación sobre el Budismo Jōdo, que dijo “Hōnen (sacerdote fundador del Jōdo) pensaba que los animales no pueden renacer en el Paraíso después de morir”.
Namu Amida Butsu
Vamos a explicar qué significa la afirmación de Adachi. El budismo Jōdo predica que es posible renacer si se reza la oración Namu Amida Butsu (“Me refugio en Amida”). Está claro que los animales no son capaces de recitar una oración, y además el budismo los incluye en la categoría de bestias, o chikushō.
El Mundo de las Bestias es el cuarto de los seis mundos, dos niveles por debajo del Mundo de los Humanos. Por lo tanto, para que un perro o un gato pudiera renacer, primero debería acumular buenas acciones en el Mundo de las Bestias y reencarnarse en humano para poder rezar y renacer en el Paraíso.
Animales pueden renacer
Hayashida Kōjun, profesor de la Universidad Taishō, rebatió abiertamente la postura de Adachi: “Hōnen afirma que los animales pueden renacer mediante una ceremonia conmemorativa”.
Según Hayashida, aunque un animal entrase en el Mundo de las Bestias al morir, los vivos podrían hacerlo renacer atrayendo el bien mediante acciones como la lectura de los sutra. Porque ¿no es cierto que los fetos que no llegan a nacer y algunas personas con discapacidad tampoco pueden rezar?
En Japón existen ciertos tipos de ceremonias conmemorativas precisamente para los que no pueden rezar por sí mismos, como las que tienen lugar siete y cuarenta y nueve días después de que alguien fallezca.
Hayashida parte de esta idea para defender que también los animales de compañía pueden renacer si sus dueños ofician este tipo de ritos para ellos.
Comunidad del budismo Jōdo
Así pues, el debate sobre el renacimiento de las mascotas sigue vivo en la comunidad del budismo Jōdo, motivando simposios y conferencias a su alrededor.
Sacerdotes que no permiten que las mascotas compartan tumba con sus dueños
El budismo llegó a Japón hace mil quinientos años. Seguramente en la historia de esta religión nunca se había debatido sobre la muerte de las mascotas, hasta estos últimos años, en que la interpretación de los textos sagrados se ha convertido en objeto de controversia. Pero ¿cuál es el contexto que ha dado lugar a este cambio?
En primer lugar, podemos señalar la destacable evolución de la posición social de los animales de compañía, que han empezado a convivir con sus dueños. Hasta hace unos treinta años, lo habitual era tener a los perros en una caseta en el jardín.
La generalización de las viviendas en pisos de las grandes ciudades y la tendencia a criar razas de perro más pequeñas como animales de compañía han llevado a la normalización de la convivencia doméstica con estos animales.
Dedicar un funeral como es debido a sus animales
Según la encuesta sobre gatos y perros domésticos de la Asociación Japonesa de Comida para Mascotas (JPFA, por sus siglas en inglés), mientras que en 2004 un 60,1 % de los perros en hogares de dos o más personas se tenían dentro de casa, en 2017 la cifra había ascendido al 84,4 % (89,1 % si se incluyen los perros que viven tanto en interior como en exterior).
En el caso de los gatos, la proporción era del 72 % en 2004 y del 86 % en 2017 (96,9 % incluyendo los gatos que viven tanto dentro como fuera). Los datos demuestran que las mascotas han pasado a ser miembros de la familia.
Ahora gozan de un estatus equiparable al de las personas o incluso superior. Por eso la mayoría de los dueños quieren dedicar un funeral como es debido a sus animales, para que puedan llegar al otro mundo. En la práctica, no obstante, los sacerdotes budistas no suelen concederles ese deseo.
Ceremonias funerarias para mascotas
En las ciudades cada vez más personas acuden a los templos budistas para solicitar que se celebren ceremonias funerarias para sus mascotas y que les permitan incluir sus restos incinerados en sus tumbas.
No son pocos los sacerdotes que se niegan a cumplir estas peticiones alegando que el budismo no permite que personas y animales se reúnan en la otra vida y que, de enterrarlos juntos, los dueños de las tumbas vecinas se quejarían. La decepción ante esta negativa lleva a algunos feligreses a abandonar su afiliación al templo.
Un “templo para gatos” con más mascotas que personas
Por otro lado, existen templos que se adaptan a los nuevos tiempos ofreciendo un número cada vez mayor de tumbas que admiten a personas y animales juntos.
El Kannō-ji, situado en el distrito tokiota de Setagaya, se ha ganado el título de “templo de los gatos” al acoger incluso a los gatos sin hogar y los procedentes de refugios. El sacerdote Narita Junkyō celebra misas para animales con regularidad desde hace trece años.
Decidió crear un espacio especialmente dedicado a las llamadas “tumbas con mascota”, atendiendo a la voluntad de las personas que quieren compartir sepulcro con sus mascotas.
En la actualidad, la mayoría de los templos budistas y cementerios públicos no admiten la sepultura de personas con animales, por los motivos mencionados arriba:
La imposibilidad de que personas y animales convivan en el más allá que predica el budismo, y los problemas de sanidad pública derivados de introducir “cuerpos extraños” en tumbas humanas.
Tumbas con mascota
Las “tumbas con mascota” del templo Kannō-ji disponen de un compartimento especial para los restos del animal, separado del de los humanos. Se trata de un diseño concebido por el sacerdote Narita con la finalidad de cumplir los deseos de los dueños sin violar su sentimiento religioso.
Las ceremonias conmemorativas dedicadas a mascotas representan un 46 % de los oficios funerarios del templo, mientras que este tipo de ritos dedicados a personas solo corresponden a un 5 % del total.
Aunque podríamos creer que la iniciativa del Kannō-ji es novedosa, mis investigaciones demuestran que, en realidad, la historia de los funerales para animales se remonta a la antigüedad. A continuación repasamos esa historia.
Una tumba canina del periodo Asuka
El túmulo Gikenzuka Kofun (Kishiwada, prefectura de Osaka), dedicado a un perro, data de la segunda mitad del siglo VI y es una de las tumbas de animales más antiguas que se conservan en Japón.
Según la tradición oral, Mononobe no Moriya, que luchó contra el clan Soga por la introducción del budismo, tenía un vasallo llamado Toritoribe no Yorozu que se suicidó cuando el primero fue asesinado.
Su perro Shiro se llevó la cabeza de Yorozu, la enterró y se quedó velando la tumba sin apartarse ni un momento, hasta que murió de inanición. La Corte Imperial lo consideró “un gesto magnífico para una bestia” y autorizó la construcción de un túmulo para el can.
Dos lápidas con los nombres de Shiro y Yorozu se yerguen hoy en día en el lugar. En otoño los descendientes de Yorozu organizan una reunión en memoria del samurái y su perro, que increíblemente ha seguido celebrándose sin interrupción durante los mil quinientos años posteriores a su muerte.
Un funeral con dieciséis sacerdotes para el fiel Hachikō
La historia de la muerte del célebre perro Hachikō también es muy interesante. Repasemos el conmovedor relato que todos los japoneses conocen.
Hachikō era el perro del doctor Ueno Eizaburō, que fue profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad Imperial de Tokio antes de la Segunda Guerra Mundial.
Todos los días, el perro acompañaba al profesor hasta la estación de Shibuya, desde donde Ueno subía al tren para ir a la universidad, e iba a recibirlo cuando volvía. Al año de tener al perro, el profesor falleció repentinamente, pero el animal siguió yendo a la estación a diario a esperarlo.
El perro fiel
Hachikō murió cerca de la estación de Shibuya en 1935, diez años después de la defunción del profesor Ueno. La muerte del perro, conocido por todos como “el perro fiel”, se trató con sumo respeto.
Sus restos se trasladaron a la estación de Shibuya y se le dedicó un funeral como el de una persona, con gran ceremonial y con la participación de dieciséis monjes de la asociación budista del barrio.
El cuerpo de Hachikō fue embalsamado, pero se le construyó una tumba, en honor al profundo amor que le unía al profesor. Sus restos descansan ahora en el mausoleo de la familia Ueno, en el cementerio de Aoyama, Tokio.
Igual que en las “tumbas con mascota” del Kannō-ji, junto a la tumba del profesor se halla una pequeña construcción similar a una casita de perro, que sigue recibiendo constantes visitas más de ochenta años después de la muerte del leal can.
Como hemos visto, los funerales para mascotas gozan de una larga historia en Japón. Probablemente ya en el periodo Jōmon (antes del siglo IV a. C.), en que había perros cazadores, existiera el concepto de los funerales caninos.
Al fin y al cabo, los japoneses son un pueblo que otorga mucha importancia a los vínculos y que organiza ceremonias para honrar a aquellos seres con quienes se establece dicha unión.
Compartir la tumba con sus perros
El vínculo con los animales de compañía motiva la esperanza de que renazcan en el Paraíso. Para los japoneses, es de lo más natural que los dueños quieran compartir la tumba con sus adorados perros. ¿Cómo podrá el budismo seguir predicando la caridad, si no acoge tal deseo?
Tras la muerte de las mascotas, precisamente, se oculta la verdadera esencia de los ritos funerarios.
Ukai Hidenori para nippon.com
Periodista independiente y sacerdote budista. Nacido en Ukyō-ku (Kioto) en 1974. Investiga y escribe principalmente sobre religión y sociedad. Graduado en la Universidad de Seijo.