En la mitología griega, Eris, o Éride, es conocida como la personificación de la discordia. Se trata de una diosa cruel que busca constantemente el conflicto. Considerada hermana de Ares (dios de la guerra), cuenta con hijos como la Pena, el Olvido, el Hambre, el Dolor y el Juramento.
Eris, Diosa del caos y la discordia
Si bien es cierto que la diosa es conocida por provocar todo tipo de conflictos en la tierra, el más importante y destacado es el de la Guerra de Troya; y es que Eris, es la diosa que lanzó la famosa manzana con la que Paris debía elegir a la diosa más hermosa.
Al parecer, debido a su carácter desagradable, los dioses no eran muy partidarios de Eris. No les gustaba coincidir con ella, algo lógico y normal cuando la diosa siempre terminaba por crear conflictos.
Así, Eris fue la única diosa que no fue invitada a la boda de Peleo y Tetis. La falta de invitación no pareció frenar a esta altiva diosa, que decidió presentarse al acto.
Aun así, se le negó la admisión, algo que terminó por enfadar y encolerizar a Eris. La diosa lanzó entonces la manzana de oro que debía ser entregada a la diosa más bella. El conflicto se creó cuando Hera, Atenea y Afrodita quisieron reclamarla al mismo tiempo.
Hija de Zeus y Hera
Eris es conocida también por encarnar características como la rivalidad, los celos y la ira. En la mitología romana, Eris es asociada a la diosa Discordia, la cual cuenta con unas características si no iguales muy parecidas.
Podemos decir que Eris contaba con un aspecto sombrío pero llamativo. Contaba con un cabello rubio casi dorado. Normalmente siempre lo llevaba recogido junto a una vistosa corona negra que jamás se quitaba. Su piel era blanca, pues no le gustaba exponerse a los rayos de Helios.
Además, contaba con unos ojos grises, fríos y penetrantes, capaces de hacer estremecer al más valiente. Por último, destacamos también sus labios. Estos contaban con un ligero color rosado que contrastaba mucho con su tez pálida. Unos labios que seducían a soldados y dioses pero que escondían una gran crueldad.
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Por Miriam Marti | sobregrecia.com