Hay una broma entre los siquiatras que dice: «Si hablas con Dios, estás rezando; si Dios habla contigo, estás loco»… pero en Jerusalén cientos de turistas han tenido más que un diálogo con el Creador.
El Síndrome de Jerusalén
El fenómeno conocido como Síndrome de Jerusalén, identificado por primera vez en 1982 por el doctor israelí Yael Bar-El, afecta cada año —sobre todo en tiempos de Navidad, Cuaresma y Pascua— de 50 a 100 visitantes en la cuna del cristianismo, el judaísmo y el Islam.
Jerusalén, una ciudad eminentemente política y amargamente disputada por religiones y culturas, tiene una historia tan dolorosa y fascinante que no es de extrañar que sus visitantes se conmuevan al caminar el vía crucis, orar en el Muro de las Lamentaciones y visitar la Cúpula de la Roca o el monte donde tuvo lugar la crucifixión de Jesús.
Es común que los viajeros se emocionen al pisar estas tierras santas… pero algunos llegan a consumirse en el fervor religioso al punto de llegar a creer que son personajes bíblicos, como el Rey David, Sansón, hasta el mismo Jesús, y terminan auto proclamándose “profetas».
Fuerte experiencia espiritual
¿Enfermos mentales o poseídos por una fuerte experiencia espiritual?
Según el Dr. Yair Bar-El, entre los síntomas del síndrome de Jerusalén están la ansiedad, el impulso de abandonar el tour y recorrer la ciudad por sí mismos, una repentina obsesión por la limpieza, vestir un túnico blanco (hecho casi siempre con sábanas), gritar cánticos y pasajes bíblicos, y entrar a los santuarios dando un sermón e instando a la gente a una vida sagrada.
Muchos guías de tours en Jerusalén han confesado que no hay nada que detenga la euforia de un turista cuando alcanza esta «fase» de vestir con sábanas.
Otro común denominador de los afectados por el Síndrome de Jerusalén es que olvidan su idioma, comienzan a «hablar en lenguas» y escuchan voces que les ordenan ayunar durante 40 días y 40 noches.
Entre los personajes bíblicos más recurrentes en esta especie de «reencarnación» están la Virgen María, mujeres que caminan a la Iglesia del Santo Sepulcro llorando por la muerte de su hijo Jesús.
San Juan Bautista, hombres vestidos con pieles de animales y con la intención de bautizar a los demás, y Sansón, haciendo alarde de su figura hercúlea.
¿Entonces Jerusalén causa delirios?
No del todo. Quizás la ciudad sea el catalizador de una reacción intensa en personas predispuestas. Los expertos no creen que este síndrome se trata de una verdadera psicosis, sino más bien una reacción al lugar asociada a personas con historial de enfermedades mentales y fanatismos religiosos.
Varios siquiatras describen a este grupo como peregrinos en lugar de turistas, alegando que los segundos vacacionan para alejarse de sus rutinas tanto físicas como emocionales, mientras los peregrinos viajan para acercarse al centro de su mundo.
En esta búsqueda de su esencia son conducidos a vivir experiencias más fuertes que ellos, que simplemente no logran entender.
Importancia religiosa de la ciudad de Jerusalén