Es una de esas cosas que no sabes por qué sabes: se supone que todos tenemos un doble en algún lado. Sin embargo, en este caso, este mito urbano quizás no lo sea tanto y todas las eras de la civilización lo han tenido.
El mito del doppelgänger
Sus nombres han sido varios -desde ka, el «doble del espíritu» de la cultura egipcia antigua, pasando por los fantasmagóricos dobles llamados vardøger de la mitología nórdica, hasta los etiäinen del folclore finés- pero el que perduró fue el vocablo alemán doppelgänger que, si quisiéramos traducirlo, sería algo así como «doble andante».
Apareció por primera vez en una novela romántica alemana de 1796 escrita por Jean Paul, de tres tomos y, como era costumbre en la época, un título de unas 15 palabras que se resume en una: «Siebenkäs», en la que un hombre infelizmente casado acude a su doble quien le aconseja que finja su propia muerte.
La presencia de los doppelgängers en la mitología y literatura ha sido significativa.
Todos se refieren a un doble, a veces de carne y hueso, otras de algo mucho menos tangible. En la era digital abundan -en forma de cibergemelos, bots (programas informáticos que imitan nuestro comportamiento) y clonos mentales- pero, ¿habrán perdido su poder?
Para entender, un maestro
Quizás uno de los mejores para darnos el sabor de lo que estamos hablando sea el escritor Edgar Allan Poe, quien en su cuento «William Wilson» nos ofrece uno de los más claros ejemplos de un doppelgänger, con el protagonista descubriendo, poco a poco, algo raro..
Empezando por la llegada a su colegio de un alumno que sin ser pariente mío llevaba mi mismo nombre y apellido.
Una circunstancia poco destacable porque pese a mi ascendencia noble, el mío era uno de esos apellidos comunes que, desde tiempos inmemoriales, parecen haber pasado a ser propiedad de la plebe.
Mi tocayo había nacido el diecinueve de enero de 1813 y esta es una coincidencia bastante notable, pues se trata precisamente del día de mi natalicio.
William Wilson, de Edgar Allan Poe
«Las historias de doppelgänger toman muchas formas y ese es uno de sus atractivos, que son elásticas», señala la autora de novelas de misterio psicológicas Louise Welsh, y añade:
«Pero todas contienen a algo o alguien que de alguna manera eres tú», haciendo énfasis en la última palabra. Y eso, a menudo, es escalofriante.
Lo miré, e instantáneamente quedé petrificado, helado. Respiré con dificultad, me temblaban las rodillas y mi espíritu era presa de un horror sin sentido, pero intolerable. Jadeando, aproximé aún más la lámpara a su cara. ¿Eran esos… esos, los rasgos de William Wilson?
¡El mismo nombre! ¡La misma figura! ¡El mismo día de llegada a la academia! ¡Y después su obstinada e insensata imitación de mi manera de caminar, mi voz, mis costumbres y actitudes!
«La idea de que conocer a tu doble vaticina algo fatal es interesante, pues significa que tú eres tu peor enemigo», subraya el escritor y filósofo Julian Baggini.
«Vernos desde afuera nos permitiría conocernos realmente, pero pensar que si nos pudiéramos ver como otros nos ven es aterrador», apunta.
Y Welsh añade: «A menudo, en literatura, nos preguntamos si el doppelgänger existe o es una creación del protagonista». Pues, en la vida real, hay quienes se han vuelto los protagonistas de sus propias historias y dejaron de meramente preguntarse si su doppelgänger existe.
Una de ellas es Niamh Geaney.
La cazadora de doppelgängers
Las nuevas comunicaciones nos permiten hacer búsquedas como nunca antes, de manera que las coincidencias excepcionales se han convertido en parte de la vida online. El doppelgänger físico ya no es tan aterrador, hoy en día es más bien una curiosidad.
«Hasta ahora he encontrado dos de mis doppelgängers y le ayudo a otros a encontrar los suyos», le cuenta Geaney a la BBC. La primera vez que Geaney tuvo la oportunidad de verse desde afuera fue cuando una mujer llamada Karen la contactó por Facebook.
«Me dijo que pensaba que nos parecíamos y luego empezó a tomar fotos mías y a hacer montajes de manera que saliéramos juntas en la misma pose y con la misma expresión. Si yo estaba cargando un perro, ella cargaba un gato… Eso fue lo que hizo que me diera cuenta de que su apariencia era igual a la mía», recuerda Geaney.
«Los minutos antes de conocerla me puse muy nerviosa. ¿Por qué me iba a encontrar con esta extraña que tenía la misma cara que yo? Pero nos encontramos y durante todo el día nos la pasamos mirándonos, muchas veces en silencio, asombradas. Después de eso, cuando me miré al espejo, no sólo me vi mi cara sino también la de Karen, y eso realmente me inquietó porque supe que yo no era la única que se veía como yo», explica Geaney.
Psicológicamente esto puede ser un evento catastrófico. Nuestra necesidad de singularidad es tan fuerte que puede afectar nuestro bienestar. «Vivimos con la idea de que somos únicos, así que el que haya un segundo yo es una amenaza real a ese sentido de unicidad», señala Baggini…
¡Una, dos y tres!
Cuando el video de Geaney sobre su encuentro con Karen salió a la luz, en Italia Lisa se extrañó: ¿qué estaba haciendo ella en un video en el que no recordaba haber participado?
«Cuando lo empecé a ver pensé: ‘¡soy yo!’, pero luego empezó a hablar en inglés perfecto con acento irlandés y me di cuenta que no era yo. Se lo mostré a mi mamá y ella dijo: ‘¡Dios mío, es igualita a ti!'», le cuenta Lisa a la BBC.
El mito del doppelgänger es una alegoría psicoanalítica de la naturaleza de la identidad
En la superficie está el yo físico, pero debajo hay una identidad más fracturada y matizada. «Cuando conoces a tus doppelgängers, cuestionas tu propia identidad», dice Geaney quien descubrió que tenía más en común con Lisa que sólo la apariencia.
«Antes de conocerla, conocí a su madre y a su amiga, Andrea, quien me dijo que teníamos la misma aura. Fue asombroso que su mejor amiga por 24 años podía notar la similitud y, además, algo más profundo.
La identidad es mucho más que tu apariencia física, tiene mucho más que ver con la manera en la que creciste, la gente que te rodea… todo impacta en la forma que eres como persona y te hace único», le dice a la BBC esta cazadora de doppelgängers.
No contenta con dos, Geaney quiere encontrar otros cinco doppelgängers, pues la leyenda dice que tenemos siete en algún lugar del mundo. Después de que su historia apareció en los medios, le empezaron a llegar emails de gente que quería encontrar a sus dobles.
Su respuesta fue twinstrangers.com, un sitio web para encontrar a tus gemelos extraños.
Nuestros doppelgängers digitales
No es sorprendente que Internet esté facilitando encontrar doppelgängers, al fin y al cabo, hay un número finito de variaciones del tema del rostro humano. Pero cuando se trata de esa otra parte, la más profunda, es espeluznante cuán buena es también la web para hacer conexiones.
Y el resultado es que parece que somos devastadoramente predecibles. Eso desestima completamente nuestro sentido de singularidad.
A los algoritmos no les preocupa nuestro deseo de ser distintivos; sólo se fijan en los números, y a veces nos dan la impresión de que nos conocen mejor que nosotros mismos.
«Nos inquieta», señala Sara M. Watson, crítica de tecnología afiliada al centro para internet y sociedad de la Universidad de Harvard, EE.UU., quien no se podía explicar la razón.
Nuestro doppelgänger informático es el rastro de lo que ha dejado en línea -desde sus cambios de estatus hasta lo que compramos, con todo lo demás incluido- procesado y presentado como una versión de nosotros mismos que es lo suficientemente cercana como para ser convincente.
El mito del doppelgänger juega con nuestro miedo a lo desconocido y lo incognoscible
En la era moderna hemos adaptado el mismo mito a la tecnología. La magia viene de otro mundo y es ahí donde se crean nuestros doppelgängers digitales.
«Me llamó la atención que la gente hablaba de su incomodidad con la experiencia online, no sólo porque se sentía observada, sino por ese sentimiento de rechazo que surge de encontrar algo extrañamente familiar», dice Watson.
Eso la llevó a explorar el concepto del valle inquietante en la robótica, que se refiere al fenómeno de que una figura generada por un computador o un robot humanoide cuya semejanza sea casi idéntica a un ser humano provoca una sensación de incomodidad o repulsión en la persona que lo observa.
Para Watson, es importante que mantengamos vigilado a ese doble virtual nuestro.
«Yo creo que todos tenemos nuestros vicios en línea que no quisiéramos reconocer, y si cuando entras a tu Facebook, todo lo que sale son gatos, podemos aprovechar estas preferencias generadas por algoritmos para reflexionar sobre lo que no estamos dispuestos a admitir sobre nosotros mismos», propone Watson.
Vemos destellos de esos tenebrosos doppelgängers digitales en los anuncios que nos mandan y que no concuerdan con lo que pensamos que somos, o en las recomendaciones que nos hacen sentir incómodos.
«Debemos prestarle atención a esos anuncios y cuando vemos cosas que nos frustran, nos podemos preguntar: ¿estoy molesta con el algoritmo o con mi propia conducta?
Si no quiero gatos, sino noticias o artículos serios, tengo que recordar que todo es causa y resultado, así que puedo variar lo que busco y salvarme de mí misma», explica la crítica.
La noción del doppelgänger se escapó, sin mucho esfuerzo, de las páginas de los mitos y leyendas para aposentarse en el mundo igualmente intangible de lo digital.
Pero no emerge de los espíritus, sino de nuestras propias acciones online combinadas con las tecnologías que le dan forma y la influencia de quienes las crearon. Sin embargo, sigue pidiéndonos que reflexionemos sobre nuestro sentido de identidad y exige que lo confrontemos, lo rechacemos o lo integremos.
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Desde Einstein sabemos que el tiempo tal y cual nosotros lo concebimos no existe. Según la teoría del físico francés Jean Pierre Garnier Malet (especializado en mecánica de fluidos) todo en el universo es doble, desde los planetas hasta los granos de arroz.