Un muchacho joven entra a un negocio del barrio y le pide al dueño si puede usar el teléfono. El dueño del negocio asienta con la cabeza en señal de aprobación y sin querer escucha la conversación del joven.
El Buen Jardinero
Este llama a alguien por teléfono y le pregunta si no necesita por casualidad un jardinero. Del otro lado de la línea le responden: “No, gracias, ya tenemos jardinero”.
El joven no se da por vencido e insiste: “¿Acaso el jardinero que tienen les parece lo suficientemente profesional?”
“Sí, gracias a Dios estamos muy satisfechos con él”, le responden.
Él no baja los brazos: “¿Tal vez estarían dispuestos a considerar la posibilidad de reemplazarlo por otro jardinero diferente en un futuro?”. Otra vez respuesta negativa.
El dueño del negocio sintió compasión por este joven muchacho que a pesar de tanto insistir, no tuvo éxito y entonces se dirigió a él y le dijo:
“Discúlpame, pero no pude evitar oír la conversación. Me da pena que te hayan respondido en forma negativa, pero te recomiendo que escuches el consejo de alguien con experiencia: yo siento que eres un joven muy ambicioso y estoy seguro de que llegarán días mejores y vas a tener trabajo de sobra”.
El muchacho lo miró y le respondió con una sonrisa
“Gracias por preocuparse por mí, pero la verdad es que yo me quedé muy satisfecho con lo que me dijeron.
Yo soy el jardinero de la familia a la que llamé por teléfono. Así es como me cercioro de que están satisfechos conmigo y de que hago el trabajo como se debe”.
Nunca debemos dar por sentado todo lo que tenemos en la vida.
¿Cuándo fue la última vez qué opinión tienen de nosotros nuestros clientes, nuestros vecinos, nuestros amigos y nuestra familia? ¿Acaso les damos suficiente de nosotros mismos o tal vez estamos actuando meramente por inercia?
Conviene que chequeemos esto. En el mejor de los casos, puede que descubramos que sí nos aman y que sí están satisfechos con nosotros…