Su imagen se vende en los mercados de ese país y goza de gran popularidad sobre todo a fin de año, ya que cada hogar debe contar con un Ekeko entre el Año Viejo y el 24 de enero, periodo del solsticio de verano en el sur.
El Ekeko — Dios de la abundancia en la mitología boliviana
Es en esa fecha donde podemos palpar claramente el sincretismo entre la festividad cristiana y pagana: la fiesta del Ekeko celebrada en el solsticio de verano en el hemisferio sur el 24 de enero fue unida al festejo de la Virgen de la Paz y también al año nuevo según el calendario gregoriano.
La efigie del Ekeko es un pequeño hombre un poco gordo — debemos recordar que es el dios de la abundancia, así que no puede ser delgado — portando el traje tradicional boliviano, con el gorro andino.
La estatua del Ekeko, hecha de piedra, cerámica, de hojalata o estaño, madera o incluso hasta plata, se pone en la casa, en algún lugar donde esta deidad pueda estar “cómoda”.
No es necesariamente una efigie grande
Las hay desde un tamaño que puede caber encima de una moneda de plata. El hombrecito lleva los brazos levantados a los lados, pues en ellos se le irán colgando las alasitas.
La palabra «alasitas” significa en lengua aymara «cómprame». Son miniaturas de toda clase de cosas que una persona pueda desear obtener. Una alasita muy común son pequeños billetes, porque la gente necesita dinero para llevar a cabo sus proyectos.
Otras alasitas más específicas son: si uno desea viajar, compra una pequeña maleta; si uno quiere comprarse un coche, compra un cochecito; si un campesino desea buena cosecha, compra una alasita de un saco de granos de cereales; si una familia quiere tener siempre comida, compra una alasita de bolsita de arroz.
Si uno desea tener suerte en su negocio, pues una alasita de una pequeña tienda. Es increíble la diversidad de alasitas que se venden, y el detalle con que están hechas.
Eso si, el ekeko debe ser regalado y no comprado para que sea efectivo
Además suele colocársele un cigarro encendido en la boca que si se consume hasta la mitad es señal de mal augurio, pero si se llega a consumir totalmente le puede conceder el deseo al oferente. Caso contrario, suele ser «castigado» y hasta decapitado.
Tiene una faz negativa, si existiera una mujer joven soltera en la familia, inmediatamente se enamora de ella y se siente dueño. Es muy celoso y corre a cualquier pretendiente. Se pone malo si no lo hacen fumar los viernes y puede traer desgracias al padre de la joven.
El arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés opinaba que las antiquísimas figuras antropomorfas (con joroba prominente y apéndice fálico) serían de la época del Imperio inca, y antecesoras del equeco de la época de la colonia.
Manuel Rigoberto Paredes de Iturri escribió que estas diminutas estatuillas fálicas serían remanentes de remotas fiestas sagradas del solsticio de verano.
En sus inicios, el equeco era de piedra, jorobado, tenía rasgos indígenas y no llevaba ningún tipo de vestimenta: su desnudez era el símbolo de la fertilidad.
En la colonia el culto a la deidad tomó nueva fuerza en La Paz (actual sede de gobierno de Bolivia) durante el cerco que ésta ciudad soportó durante el alzamiento indígena de Tupac Katari contra el control español.
La Iglesia Católica intentó erradicar su culto en tiempos de la colonia, sin mayor éxito, aunque la imagen llegó a sufrir ciertos cambios: fue vestida y sus rasgos cambiaron a los de un mestizo.
La leyenda del Ekeko data de tiempos prehispánicos
Cuentan los nativos que allá en el Altiplano boliviano vivía un hombre aymara llamado Iqiqu, que además de ser generoso y alegre, emanaba armonía, sabiduría y tranquilidad. Pero con la llegada de los blancos, se acabó esa felicidad, ya que Iqiqu fue perseguido.
Los blancos lo apresaron y fue muerto y descuartizado, poniendo las diferentes partes de su cuerpo en distintos lugares, para que no pudiera volver a nacer. La leyenda toma un cariz político contemporáneo al contar que cuando se reúnan todas las partes del cuerpo del Ekeko, entonces el pueblo aymara renacerá junto con él.
La figura del equeco tomó gran popularidad en la provincia de Buenos Aires (Argentina) durante el periodo hiperinflacionario de los años ochenta. Allí sus adeptos lo toman como una especie de patrono de la fortuna.
En Chile, el nombre equeco se utiliza como apelativo coloquial para referirse a alguien que carga muchos objetos, como la deidad. Así mismo, es común que una persona que llegue a un lugar cargando muchas cosas durante su camino afirme que «parecía un equeco» respecto a los demás.
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