La deuda emocional es un estado afectivo que puede generar culpa y puede hacernos sentir mal por no haber cumplido un compromiso. Nos puede frustrar el no haber dicho o hecho ciertas acciones en el pasado, que a día de hoy haríamos diferente. Podemos sentir como una especie de chantaje cuando tiene que ver con el otro o un castigo cuando no se ha cumplido el compromiso. Vamos a explorar cómo se crea, qué consecuencias tiene y cómo liberarnos de esa carga.
¿Qué es una deuda emocional?
Una deuda emocional es un desequilibrio entre mínimo dos personas. La deuda es compleja porque la mayoría de las veces sucede en nuestro inconsciente y no es fruto de un hecho concreto, sino de un seguido de dinámicas de relación.
Por ejemplo,no es lo mismo que un día no lleves efectivo y tu compañero te pague la cena. Siempre que le hagas una transferencia para devolvérselo, a que cada vez que cenáis te tenga que invitar él.
¿Cuándo se crea la deuda emocional?
La deuda emocional se puede crear en dos momentos de tiempo diferentes. Puede haberse originado en el pasado e irse renovando en la actualidad. Por otro lado, puede haberse creado en el presente imaginando que vamos a conseguir algo en un futuro (p.e tengo que ser así ahora para ser asá mañana).
Deberíamos entenderla como un intercambio mal equilibrado. Se genera un compromiso entre ambas partes de forma implícita. Cuando ese compromiso no se da, te quedas atrapado en la deuda y sientes que tienes que dar algo a cambio.
Un ejemplo práctico de deuda emocional
Por si aún no sabes de lo que estoy hablando, seguro que sin querer a veces hemos visto que unos padres lo han dicho a sus hijos: “Si te portas bien, tendrás ese juguete que quieres”.
Esto hace que el niño inconscientemente se sienta en deuda emocional. Esto le ocasionará tener que hacer méritos para devolver el regalo que le dieron.
El niño se sentirá exigido porque siempre tiene que hacer algo a cambio, para recibir un premio, siempre tendrá que hacer un esfuerzo.
La trampa de la deuda emocional
Lo mismo pasa con los adultos, si uno cede a ese acuerdo indirecto, antes o después la otra parte querrá ser compensada. La otra parte te lo exigirá, ya que ellos te dieron algo a cambio; porque aunque no lo pidieras, quizá lo aceptaste. Cuando la deuda no puede ser compensada, la persona que queda en deuda a menudo se marcha, porque la deuda emocional le ha generado demasiado peso.
Si no consigues saldar la deuda emocional de manera sana y no vengativa, seguro que la vas reactivando con el fin de mantenerla hasta encontrar una solución. Eso sólo hace que te quedes atrapado en rol de víctima. Este rol le da poder al otro para que tú te quedes en deuda, a la espera que sea la otra persona que deje de actuar como actúa, o decida por ti.
Pero, igual que a ti te han podido hacer daño, tú de manera involuntaria puede que también hayas hecho daño y hay que aprender a cerrar el capítulo pendiente actual, para poder continuar hasta el siguiente.
Consecuencias de arrastrar una deuda emocional con alguien
La deuda emocional genera frustración y culpa, ya que tiene que ver con los compromisos que tienes contigo o con el resto, incluso con lo que crees que esperan de ti. Eso significa que tienes que estar a la altura de lo que los demás esperan de ti y entonces si vives en deuda, también vives para saldar las deudas con los otros.
Además, la deuda emocional hace que te reproches a ti mismo acciones que ahora harías diferente. Eso hace, que te hables a ti mismo de una manera dura y que te castigues por no haber cumplido o haber traicionado a tus valores. Imagina, qué decidiste dejar de ir a una barbacoa con amigos a la que te habías comprometido a asistir hacía dos semanas, porque te apetecía hacer otra cosa.
Escucharse a uno mismo está bien y lo deberíamos a hacer más a menudo, lo molesto es cuando sientes que le debes algo a alguien por haber seguido tu intuición o tu deseo.
¿Qué puedes hacer para saldar tu deuda emocional?
- Revisar tus relaciones e identificar las deudas que tienes en tu vida. Haz una rueda con todos los ámbitos y los malestares que te pueden producir: trabajo, casa, amigos, actividades…
- No aceptes “acciones, regalos, palabras” que te enganchen en el sentimiento de deuda. Toda acción de deuda tendrá un coste para ti.
- Posiciónate adecuadamente con los demás, de manera que el compromiso sólo sea contigo mismo y no te sientas mal por hacer lo que quieres. Sé responsable de tus decisiones.
- Si tienes la oportunidad, cierra esa situación y sino dale un cierre simbólico: escríbelo y envíalo una carta (al menos, tú ya has hecho lo que sentías, no importa la respuesta del otro.
- Aceptar la realidad y ser consciente que es necesario perder para ganar. Es decir, hay que perder esa imagen imaginaria que teníamos de nosotros (“el que dice a todo que sí”) para poder ganar tranquilidad y aceptando quien somos hoy.
- Paga tu deuda y no renueves el contrato, vive tu vida y toma tus decisiones.
- Aprende a dejar ir, si algo te ronda la cabeza, te impide vivir tranquilo, cámbialo y empieza a soltar el pasado y a cambiarlo desde el presente.
La única deuda que no vamos a poder saldar nunca es la que tenemos con nuestros padres, porque ellos nos han dado la vida. Eso es una deuda que no podremos saldar. Lo mejor que podemos hacer es hacer nuestra propia vida, y honrar todo lo que nos han dado, a través de nuestros hijos, o personas cercanas.
Salda la deuda emocional y respira tranquilo
Cuando nos quitamos la deuda emocional podemos respirar tranquilos. La buena noticia es que ahora que te has dado cuenta, puedes intentar saldar esa deuda y puedes no generar otras nuevas y diferentes.
Si sigues los pasos para saldar tu deuda, es decir, no sigues contrayendo más deuda, y te permites cerrar, podrás sentirte liberado emocionalmente. Las primeras veces no será fácil, te va a costar y te generará malestar. Pero, tienes que ser consciente de que el malestar es fruto de no poder complacer al otro, y al único que deberías complacerte es a ti mismo.