Estamos viviendo la incertidumbre más grande de nuestras vidas. No sabemos cuántos se infectarán, cuántos morirán y qué sucederá en los meses venideros. Muchos están angustiados y piensan: ¿perderé mi empleo? ¿se irá a pique mi negocio? ¿me reposeerán la casa?
Después que todo pase
¿Me quitarán el auto? ¿me correrán del lugar donde vivo? ¿se me acabarán mis ahorros? ¿podré alimentar a mi familia? ¿tendré dónde vivir? ¿me iré a morir de hambre?
Cuando la incertidumbre nos acapara es muy fácil angustiarnos, llenarnos de miedo y esperar lo peor. Lo sé porque ésta es la segunda vez en mi vida que me toca vivir una etapa de extrema incertidumbre.
La primera vez fue hace tres años cuando fui diagnosticada con cáncer de mama.
En aquel momento no sabía si iba a sobrevivir la enfermedad, y si la superaba, no sabía si conservaría mi empleo, si durante la batalla se agotarían mis ahorros, si perdería mi casa y mi auto, y si quedaría en la calle.
El enemigo más grande de la incertidumbre
Esta enfermedad me enseñó que el enemigo más grande de la incertidumbre es tratar de encontrar una respuesta porque esto solo genera más ansiedad ya que no hay respuestas certeras.
También aprendí que en momentos como estos solo hay dos cosas de las que puedes tener certeza.
- Número uno: que no estás solo. Dios está contigo. Él sabe muy bien lo que necesitas y siempre proveerá.
- Número dos: esta situación te traerá una enseñanza y una gran oportunidad porque detrás de cada obstáculo siempre hay una bendición escondida.
Mi experiencia con el cáncer me mostró como lidiar con lo que estamos viviendo hoy día, y es que después que todo pase, nada será igual, pero será mucho mejor.