En el camino del autoconocimiento encontramos muchas herramientas. Una es la metagenealogía. Con ella tomamos conciencia de lo que nuestros padres no hicieron tan bien. Debemos actuar para que sus errores no se conviertan en patrones de comportamiento de nosotros hacia nuestros hijos.
Decálogo de lo que NO debemos hacer con nuestros hijos
Si algo de lo que se expone a continuación ya lo hemos hecho, no debemos culpabilizarnos, sino parar… y reparar el posible daño causado.
Ponerle el nombre de un antepasado, familiar vivo, antiguo novio o novia, personaje histórico, novelesco, etc. Al pasarle un nombre, le pasamos una identidad.
Enviarle mensajes de que fue o es una “carga” (incluso durante la gestación)
Esto hará que tienda al fracaso, por no verse digno, a padecer sentimientos de culpabilidad, o incluso a manifestar comportamientos autodestructivos.
Calificarlo de forma negativa: “eres flojo”, “eres malo”…
En los niños la identidad se forma como un reflejo de lo que sus mayores, como en un espejo, proyectan sobre él con sus verbalizaciones y también y más importante aún, mediante la comunicación no verbal. Si le dices a un niño eres un “demonio”, será un “demonio”…
Proyectar sobre él lo que los padres no pudieron realizar en sus vidas: “este será médico”…
Sería una forma de alejarlo de su propio proyecto vital. Por lealtad, seguirá lo marcado por los padres que es el camino directo hacia la no-realización personal.
Compararlo con cualquier miembro de la familia, ni para bien, ni para mal.
Si te comparan con otra persona cuando eres niño, te programan para seas esa persona. Si las expectativas son muy altas, siempre vivirás frustrado, si las expectativas son muy bajas, fracasaras como el modelo que te impusieron.
Decirle que estamos orgullosos de él
Es otra forma de decirle que te pertenece y que ejerces poder sobre él.
Decirle que lo queremos porque no nos da problemas, por ser buenísimo.
Si el “contrato” con un niño es: “te quiero a cambio de que no des problema”, el niño vivirá inhibiendo su espontaneidad, autoevaluando al máximo las consecuencias de sus actos, etc. Un excesivo autocontrol impide el crecimiento de la persona y la expresión de la creatividad.
Obligarlos a utilizar las palabras “mamá” y “papá” más allá de la adolescencia, negándoles el derecho a dirigirse a los padres por sus verdaderos nombres.
Estas palabras encierran un compromiso de relación padre-hijos, caracterizado por la dependencia infantil de los segundos a los primeros. Más allá de la adolescencia, es sano renovar este compromiso.
Vestir a dos hermanos de la misma manera
O que el hermano menor se vea obligado a “heredar” ropas y objetos del mayor y a no tener un espacio propio en el hogar. Implicaría de forma metafórica, no darle “su espacio” a cada uno.
Castigarlo con insultos, golpes, gritos o cualquier tipo manifestación de agresividad.
El niño aprende “los conflictos se solucionan con agresividad” y repetirá este patrón cada vez que tenga problemas. Los castigos deben ser educativos, constructivos, positivos, razonados, relacionados con la conducta a modificar. Añado que la mayoría de las veces, el mejor castigo es el premio a la conducta apropiada.
El niño es dueño de su espacio, contenido y tiempo de juego
Nunca debemos robarle su infancia, por ejemplo haciéndolo excesivamente responsable de sus hermanitos, o queriendo que dedique su tiempo de ocio a las actividades que nosotros no pudimos realizar cuando niños.
Los niños son niños y su actividad fundamental es jugar. Jugando crecen en todos los sentidos, aprenden, se divierten, se socializan, interiorizan en su mundo, crean…
Los niños no son receptores vivos proyectos frustrados del árbol. Ayudémosles a que realicen su propio guión de vida.
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Carmen Guerrero vía planosinfin.com