La medicina oficial considera que la conciencia es un producto del cerebro y por lo tanto desaparece cuando desaparecen las funciones cerebrales. ¡Pero la realidad y mi experiencia lo desmienten!
La conciencia no está en el cerebro, sobrevive a la muerte
Estos enfermos con sus experiencias cercanas a la muerte (ECM) demuestran que hay conciencia después de la muerte y la tenían cuando ya estaban clínicamente muertos y sus funciones cerebrales eran inexistentes.
Y me intriga ver cómo las experiencias después de la muerte cambian la vida de mis pacientes. ¿Sabe que el 70 por ciento de los regresados se divorciaron poco después?.
El libro “Vida después de la Vida” supuso en 1975 un auténtico tsunami. Su autor, Raymond Moody, introdujo por primera vez la expresión “experiencias cercanas a la muerte“ (ECM), que el cine ha popularizado en películas como “Más allá de la vida” (2010), dirigida por Clint Eastwood o la francesa “Premonición”(Afterwards) (2008) protagonizada por John Malkovich, que es la que más se aproxima a las teorías de Van Lommel.
La clase médica oficial calificó los relatos de las ECM de meras alucinaciones provocadas por por la ausencia de oxígeno en el cerebro (anoxia) y la liberación de las endorfinas, un opiáceo natural que sirve para contrarrestar situaciones de estrés como una parada cardiorespiratoria.
Van Lommel no creyó en esa explicación oficial
En 1981 publicó en la revista Lancet una primera investigación sobre las experiencias de pacientes que habían sufrido una ECM tras superar una parada cardiorespiratoria con muerte cerebral. Más de treinta años después, dedicados al estudio de los ECM, se publica en España “Consciencia más allá de la vida”., escrito por este cardiólogo holandés. No te deja indiferente.
La última frontera
Van Lommel nos ofrece un dato desconcertante. Sólo un 18% de los pacientes con encefalograma plano sufren una ECM. No son meras alucinaciones. Ni intervienen las endorfinas. El regreso siempre es abrupto y doloroso.Hay más. No se pierde la identidad propia.
Además ven y escuchan todo lo que ocurre a su alrededor, pese estar en otro estado, sin tiempo ni espacio.
“Sentí –asegura una paciente- que me iba deslizando hacia las profundidades de otro estado de conciencia. Por decirlo de algún modo, mi conciencia viajaba mientras mi cuerpo permanecía inmóvil sobre la cama. Podía ver mi cuerpo, no sentirlo”.
ECM
Los que experimentan una ECM constatan la existencia de una última frontera más allá de la cual llegaba la muerte, el viaje sin retorno. Así lo experimentó un joven, completamente sordo, que casi se ahoga a los diez años. “Entonces alcancé la frontera. A pesar de tener diez años, no necesité más explicaciones.
Sencillamente comprendí que nunca podría volver si cruzaba aquel límite. Pero alguno de mis antepasados estaban al otro lado, llamando mi atención, porque se comunicaban conmigo mediante una especie de telepatía.”
¿Dónde está esa frontera entre la vida y la muerte?
Nos preguntamos con Van Lommel. Hasta ahora se distinguía la llamada muerte clínica (cese de la respiración y de la actividad cardíaca) de la muerte biológica, en la cual el cerebro pierde las funciones de forma irreversible sin posibilidad de reanimación. Van Lommel pide revisar estos conceptos admitidos por la medicina oficial.
Los regresados
Estas experiencias cercanas a la muerte se producían en el pasado. El psicoanalista Gustav Jung sufrió una ECM. Son experiencias que han aumentado con los avances médicos de resucitación. Las ECM no dependen de factores como la religión, la raza, el sexo o a cultura. Los niños también sufren las ECM.
“Cuanto tenía cinco años contraje meningitis y entré en coma. `Morí´ y fui arrastrado hacia un vacío oscuro y seguro en el que no sentía miedo ni dolor. Me sentía en casa, en aquel lugar…Vi una niña pequeña de unos díez años. Noté que me reconocía.
Nos abrazamos y me dijo:”Soy tu hermana. Morí un mes antes de que tú nacieras. Mis padres quedaron tan impactados que les entró el pánico(…) me confirmaron que, en efecto, habían perdido a una hija llamada Riertje. Habían decidido no decírnoslo ni a mi ni a mi hermano hasta que fuéramos lo suficiente mayores para entender el significado de la vida y la muerte”
Además de estos encuentros los regresados se ven rodeados por una luz inexplicable tras un largo túnel. Experimentan también un cambio de percepción, especialmente sorprendente en personas sin visión.
”Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el Centro Médico Harborview, contemplando todo lo que sucedía allí abajo. Y era terrorífico, dado que no estoy acostumbrada a ver las cosas de forma visual, ¡porque nunca antes lo había hecho! ¡Y al comienzo era algo espeluznante! Y entonces por fín reconocí mi anillo de boda y mi pelo. Y pensé: “¿Eso de ahí abajo es mi cuerpo? ¿Estoy muerta o qué? Ellos(los médicos) no paraban de repetir:¡No podemos traerla de vuelta!…”
No todas las ECM son tan gratificantes. Un porcentaje pequeño, entre un 1% o un 2%, de los regresados tiene una ECM aterradora que les deja un recuerdo perenne durante toda su vida. Y esto mismo ocurre en todas las ECM.
El síndrome del regreso
Las ECM están más extendidas de lo que se creen. Según Van Lommel unas 600.000 personas en los Países Bajos, 2 millones en el Reino Unido y más de 9 millones en EEUU han tenido una ECM. Los regresados inician, después de una ECM, una búsqueda silenciosa para entender su experiencia.
“Cuando regresé de aquel mundo maravilloso, de aquella experiencia fascinante, el recibimiento que se me dio aquí, en este mundo, fue frío, gélido, y sobre todo desprovisto de amor”, aseguró una mujer que sufrió una ECM tras graves complicaciones en el parto.
Van Lommel describe un auténtico síndrome del regreso. Las posibilidades de divorcio aumentan al no aceptar la pareja los relatos de una ECM. En los jóvenes pueden buscarse vías de escape como las drogas o el alcoholismo.
Sólo la aceptación de esta experiencia –afirma Van Lommel- puede tener efectos positivos, pero desgraciadamente los médicos no están preparados para afrontar estas pacientes con síntomas tan desconcertantes. Ni siquiera en la Iglesia encuentran respuestas.
Los regresados experimentan otros cambios No tienen miedo a la muerte, son más altruistas y, sobre todo, más espirituales.
Tienen que aprender también nuevas sensaciones tras una ECM como una intuición agudizada, clarividencia, ver las emociones y sentimientos de los demás, y lo más sorprendente, su cuerpo puede emitir un campo electromagnético que rompe cualquier aparato eléctrico con un simple roce.
También ven el aura de las personas como comprobamos en “Premonición”(Afterwards).
La conciencia no está en el cerebro
Van Lommel no es creyente. No cree en la trascendencia, pero rechaza, tal como se enseña hoy, que la conciencia sea producto o efecto de la función cerebral. Este heterodoxo holandés habla de la muerte como un cambio de conciencia. La muerte supone entrar en lo que él llama un conciencia no local, sin tiempo ni espacio.
Plantea una especie de inmanentismo metafísico. La idea de Dios se ha sustituido en Van Lommel en por una conciencia humana colectiva o universal que conecta a cada individuo con todo cuanto existe , ha existido o existirá. Y argumenta esta explicación, acudiendo a la Física cuántica.
Platea también que el cordón umbilical que nos une con esa conciencia no local es el ADN, que –afirma Van Lommel- permite explicar la continuidad de nuestro cuerpo siempre cambiante. Este cardiólogo llega a una conclusión que parece ciencia ficción: la memoria trasplantada en las donaciones de órganos.
“En ocasiones -afirma- el ADN del órgano trasplantado continúa funcionando como zona de resonancia o interfaz de la conciencia del donante, permitiendo al receptor del órgano sentir retazos de sentimientos e ideas que apuntan a la personalidad y a la conciencia del donante fallecido”. Estremecedor.
¿Cuándo empieza la muerte?
Las ECM rompen los viejos prejuicios sobre la muerte. Es la propuesta de este médico contracorriente que cuestiona la extracción de órganos en donantes cerebralmente muertos. ¿Equivale la muerte cerebral a la muerte?, se pregunta este cardiólogo holandés, que nos revela un dato estremecedor.
“La mayoría de la gente ignora que la extracción de órganos de un paciente `muerto´ a menudo requiere la administración de anestesia general, a causa del llamado síndrome de Lázaro: reflejos violentos del donante cuya muerte se ha certificado”.
También cuestiona la eutanasia (legal en Holanda desde 2001)
“Podría cambiar la actitud de los pacientes, su deseo de solicitar la eutanasia o un suicidio asistido, si se dieran cuenta de que la conciencia sobrevive a la muerte porque no tiene principio ni fin”.
A Pim Van Lommel no es fácil callarle. Es un científico atípico dispuesto a intervenir en programas de TV y a ser entrevistado en prensa y también en televisión. También tiene su propia web, donde recibe cartas como éstas de personas que han sufrido una ECM.
“En cualquier caso, para mí, personalmente esta experiencia ha sido decisiva para convencerme de que la conciencia perdura más allá de la tumba. Lo muerto ha resultado no estarlo, sino ser otra forma de vida”.
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