La mayoría de las personas creen que su estado de ánimo es el producto de las situaciones que viven. La Psicología Cognitiva nos enseña que no. Creencia General: estímulo → estado de ánimo. Psicología Cognitiva: estímulo → pensamiento → estado de ánimo. Es preciso, para continuar, hacer una distinción importante: un estímulo sí puede provocar de manera automática una emoción.
Combatir pensamientos negativos
Por ejemplo, si me pegan un susto experimentaré miedo sin que haya mediado ningún pensamiento, igual que si veo una escena triste puedo llorar o contagiarme de la risa de alguien, porque somos seres empáticos.
Pero emoción y estado de ánimo no son lo mismo: la diferencia principal radica en el tiempo y por ende, en las consecuencias.
La emoción es una respuesta psicofisiológica ante un estímulo, ya sea interno o externo.
El estado de ánimo es más estable
No tiene por qué estar asociado a un solo estímulo específico, y al durar más sus consecuencias suelen interferir de forma más visible en la vida de la persona.
Por ejemplo: si después de un susto pienso que me puede volver a pasar en cualquier momento y situación, me encontraré nervioso y atemorizado todo el tiempo e incluso es posible que evite algunas (o muchas) situaciones con tal de que no vuelva a ocurrir.
Conclusión: nos sentimos peor por lo que pensamos, que por lo que nos pasa. Por eso es tan importante cuidar nuestros pensamientos, ya que si éstos son exagerados o irracionales y tienen una carga negativa, tenderemos a padecer un estado de ánimo negativo: depresión o ansiedad.
Clasificación de los pensamientos negativos
Podemos hacer distintas clasificaciones de los pensamientos negativos según al objeto al que se dirijan:
- Si se dirigen a uno mismo, automachaques o autocríticas: “soy un inútil, no valgo nada, todo lo hago mal…”; si se dirigen hacia fuera, quejas o críticas: “los demás no me valoran, el mundo es una M…”
- Si se dirigen a las causas de algo, podemos hablar de atribuciones, que pueden ser: internas-externas, estables-inestables, globales-específicas. Por ejemplo: si algo malo me pasa puedo pensar que la causa está dentro o fuera de mí (en realidad suele ser una combinación de ambas) y que es inalterable ya que ocurrirá siempre y en cualquier circunstancia (con lo cual, esas atribuciones no nos depararían un panorama muy halagador).
- Si se dirigen al pasado, rumiaciones: pensar una y otra vez en lo sucedido sin llegar a una conclusión; si se dirigen al futuro, anticipaciones: pensar una y otra vez en lo que puede pasar.
Todos estos pensamientos suelen ser irracionales y disfuncionales, es decir, no se ajustan a la razón, ni llevan a una función. No son válidos, ni útiles.
¿Cómo lo sabemos?
Porque son pensamientos llenos de sesgos y exageraciones, polarizados, se van para los extremos, y los extremos no se suelen dar en la vida real, llena de matices y donde nada es blanco y negro (excepto el blanco y el negro).
Seguro que no existe nadie que no valga para absolutamente nada, así como tampoco existe aquello que se da siempre, en cualquier situación y exclusivamente por mi causa o causas ajenas, ni tampoco existen el pasado ni el futuro (aunque sí los recuerdos y la imaginación, pero no existe lo que ya pasó o lo que será, sólo lo que ES).