Llevamos miles y miles de años creyendo, como seres humanos, que siempre es algo “de afuera” lo que nos enferma. Aunado a esto creemos ciegamente en que “el otro” es el va a venir a sanarnos.
Qué debo cambiar en mí para sanar
Acudimos al médico, al terapeuta, al chamán, al brujo, al tarotista, al contactado, completamente seguros de que ellos con una sola palabra, receta médica, limpia, trabajo, lectura, canalización, nos sanará. Sin que nosotros tengamos mayor obligación que platicar nuestra lamentable y dolorosa historia.
Pocas, muy pocas son las personas que saben perfectamente que la causa de aquella enfermedad que padecen, es responsabilidad propia. Pocas son las personas que dicen al pedir una consulta: “¿Qué debo cambiar en mí para sanar?”. Y ahí está justamente el secreto, ahí está la clave de la salud, en nuestro cambio.
Puede ser un cambio de profesión, de domicilio, de pareja, puede ser un cambio en la alimentación ó en la actividad física, un cambio de actitud, cambio de creencias y expectativas, cambio de amistades y de rutina, nuestra manera de pensar, reaccionar ó de nuestras de metas.
Porque lo que hace que nos enfermemos, es algo que estamos haciendo mal. No hay más.
- Algo a lo que si bien podemos estar perfectamente acostumbrados, es incorrecto.
- Algo que tal vez hemos tolerado toda la vida pensando que es lo correcto.
- Algo que hemos estado haciendo porque eso nos enseñaron que “debía ser”.
- Algo que creemos que es nuestra forma de ser.
¿Cuántas mamás conocen ustedes con hipertensión? ¿Con diabetes?
Creo que cada de 100 consultas que recibimos, estas dos “enfermedades” siempre están presentes. Es como si a cierta edad, las mismas mujeres aceptaran que tendrán hipertensión y diabetes. Asumen que es lamentable pero normal.
Asumen que ya llegó la hora de cuidarse. Asumen que con todo el dolor del mundo, no volverán a tener salud plena jamás. Y viven con eso claro y si bien les va, durante muchos años además.
¿Por qué esas mujeres no se sientan a preguntarse lo que están haciendo mal y cambian?
Y hablo de las mujeres porque ese es el “común” en consulta al preguntarle a los clientes “las enfermedades de la madre”. Si pasamos a la respuesta común que nos indican para “el padre”, tenemos “infarto, próstata o derrame cerebral”, eso es el común denominador.
Por supuesto que hay variantes pero 90 de cada 100, indican lo anterior.
¿Es sólo en México?
No, por supuesto que no, pero en América Latina, sí.
¿Es la cultura matriarcal?, ¿Es el machismo?, ¿Es la cultura de mujeres sometidas?, ¿Es la cultura de hombres infieles?, o todo esto junto sumado al “debe ser”. Sumado a los miedos nunca superados, sumado a la incapacidad de ambos sexos por “cambiar”.
¿Cuantos matrimonios conocen ustedes en donde las parejas efectivamente permanezcan juntas por amor?
La mayoría de los matrimonios están conformados de hombres y mujeres con miedo. Miedo a elegir otro camino, miedo a no volver a encontrar el amor (como si lo hubieran tenido), miedo a ser independientes y autosuficientes, miedo al qué dirán, miedo a lo que piense la familia, miedo a ser totalmente de los hijos.
Hombres que prefieren ausentarse, obligados a ser proveedores, siendo el ejemplo de responsabilidad pero buscando diversión afuera. Hombres que permanecen casados porque “es lo correcto” y no porque amen.
Personas que llevan más 30 años en el mismo trabajo de siempre pero que no lo quieren dejar por los 5 centavos que les darán al jubilarse, o por el bono de antigüedad, o por los aparentes “beneficios” que otorga, cuando dichos beneficios sólo será un seguro médico a medias que te dormirá tus enfermedades para tengas la fuerza de seguir dando la vida por ese trabajo.
Mujeres educadas para ser mantenidas, cuyo única obligación es decidir de qué color se pintarán hoy sus uñas y a dónde irán a desayunar con las amigas. Hombres educados para pelear por una dirección de empresa gastando hasta lo que no tienen para aparentar un nivel social.
Jovencitos educados para obtener el último celular cuando este ser les caiga de las manos, pero que no son capaces de “sacar la basura” porque “qué vergüenza”. Jovencitas que a los 13 o 14 años ya están pensando en tener novio cuando no saben siquiera escribir correctamente y se limitan a platicar diciendo “…y así”.
Generaciones y generaciones de seres humanos cada vez más inconscientes de que su salud es responsabilidad. Hijos e hijos naciendo para llenar vacíos emocionales de mujeres que ven cómo se les va la vida y no han hecho nada.
Parejas que dicen desear fervientemente un hijo cuando en silencio uno de los miembros de esa pareja ni siquiera estar seguro de amar a esa mujer o a ese hombre, pero se mantiene en silencio en lugar de cambiar de camino.
Todas las enfermedades, hablan de nuestros miedos
Hablan de nuestras vulnerabilidades, hablan de nuestros secretos. Nadie que sea en realidad fuerte y seguro de sí mismo con la autoestima hasta el techo, enfermará jamás de huesos, músculos, articulaciones o tendones. Nadie.
Ningún hombre que no se sienta castrado, tendrá jamás un problema de próstata. Nadie que viva en paz y haciendo lo que le gusta sin alterarse o desear que todo sea como él o ella quieren, tendrá jamás la presión alta.
Cambiar
Es la única solución para vivir sanos, para disfrutar de nuestro paso por esta vida. Es el único ejemplo que podemos dar a nuestros hijos o nietos, para que todos ellos vean que uno mismo puede solucionarse sus problemas.
No es el pisar el piso descalzos, no es el frío, no es lo que comimos anoche, no es el polvo que respiré ni el polen de la temporada. No es la humedad, no es el hielo en la bebida, no es lo que dijo o hizo el otro.
Son tan sólo mis emociones mal gestionadas, mi miedo a salir de mi zona de confort, mis creencias, mis expectativas, mi manera equivocada de reaccionar, mis ansias de manipular a los demás o de meterme en sus vidas.
Es mi equivocado sueño de esperar que otros vengan a hacerme feliz o a cuidarme. Es creer que como yo ya di a mis hijos, ellos están obligados a darme ahora. Es esperar a que esa pareja que jamás me amo me ame hoy. Mi cabeza dura para hacer las cosas distinto.
Está en uno mismo, no hay más
O cambiamos o seguimos enfermos
O cambiamos o morimos
Nadie va a venir a sanarnos.
Así las cosas…
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco