Era la primera vez que se atrevía a algo semejante. Nunca antes había emprendido una acción de tal envergadura. Ana Gutiérrez, una firme creyente del Evangelio de Cristo, sintió miedo, pero entendió que debía actuar en beneficio de sus amigos. Desde joven, la Iglesia le había enseñado que podía combatir cualquier espíritu, por muy malévolo que fuera.
Fenómenos paranormales en casas embrujadas de Venezuela: Caso Cabimas
Además, en Cabimas, Venezuela, se cazan fantasmas. Estas son las llamadas Leyendas Urbanas. En su mente, Ana clavó con fuerza la fórmula que le inculcaron para defenderse y salvaguardar a otros: clamar a la sangre del Mesías para cubrirse, y convocar a los ángeles en nombre de Jesús para que la protegieran.
También asimiló que, gracias a la autoridad que cree tener en el nombre de Cristo, podía expulsar demonios y exigir a toda criatura espiritual que obedeciera su mandato y se alejara. Conocía muy bien esta teoría, pero jamás la había puesto en práctica hasta aquel día en que sus amigos, Estela de González y Luis González, compartieron una experiencia espantosa que alteraba sus vidas.
Algo, o alguien, sin forma visible ni táctil, estaba quebrantando su paz interior.
La nueva casa de los González: Un hogar aterrador
La pareja había llegado a su nueva casa el 15 de octubre de 2005. Aquel inmueble, bastante antiguo, les ofreció un primer impacto visual aterrador junto a un escalofrío que recorrió sus cuerpos: paredes grises y oscuras, marcos negros, puertas manchadas, un pasillo estrecho y tétrico, y un piso con trazos rojizos mezclados con granito verde salpicado de blanco y negro.
Aun con su apariencia lúgubre, aquella casa, construida hace alrededor de 52 años o incluso más, era la mejor opción de alquiler por su excelente ubicación, justo frente a una de las avenidas más transitadas de la Costa Oriental del Lago. La localización resultaba estratégica: panaderías, carnicerías, supermercados, transporte público, lugares de entretenimiento, comida rápida y universidades. Solo faltaba renovar los colores de las paredes.
Asimismo, el propietario del inmueble enfatizó las bondades del lugar, pero omitió un detalle perturbador.
Desde la trágica muerte de su madre, la última en habitar la casa, un inquietante desfile de inquilinos había huido en su intento por adaptarse. La resistencia máxima ante los embates de las presencias espirituales alcanzaba solo seis meses. El terror llegó a tal punto que uno de los antiguos ocupantes sacó a su esposa en plena noche y escapó sin mirar atrás.
Primeras señales de presencia paranormal en la vivienda
Ana recuerda haber visitado a Estela con frecuencia, pues eran amigas desde la universidad. La primera vez que cruzó el umbral de esa vivienda ya habitada por los recién casados, sintió una opresión insoportable. No podía entrar del todo, se le erizaba la piel y experimentaba una inquietud inexplicable. Ante su incomodidad, Estela confesó el martirio que significaba vivir allí.
Por otra parte, espíritus anónimos no daban descanso a la pareja.
La primera afrenta ocurrió cuando Estela enfermó de los riñones y no soportaba el aire acondicionado directo. Rogó a su esposo que, por consideración, no encendiera el aparato del cuarto, sino que se conformaran con la brisa fresca de la sala. Una noche, a las tres de la madrugada, ella despertó temblando de frío y con dolor agudo: el aire del dormitorio estaba encendido. Al confrontar a su marido, este negó haberlo prendido.
Al amanecer, los vecinos contemplaban con una mirada escéptica a la nueva pareja que osaba ocupar la casa. Sabían lo que les esperaba. Anteriormente, otros inquilinos contaron que siempre que salían del lugar encontraban el mobiliario cambiado, la ropa desparramada por el piso, señales de que alguien había utilizado sus utensilios de cocina.
“Señora, ahí espantan”, le advirtieron a Estela sin rodeos.
Advertencias de los vecinos sobre la casa embrujada
No obstante, entre las vivencias inexplicables resaltaba el hecho de que, cada vez que Ana visitaba la vivienda, su incomodidad aumentaba. En una ocasión, pidió usar el baño y, al pasar, vio fugazmente a una mujer mayor, de piel morena, con un paño en la cabeza, parada detrás de Estela. Al parpadear para observarla mejor, la mujer ya no estaba. Aquello la sorprendió profundamente.
Esa tarde, Ana le comentó a Estela que el ambiente de la casa no le gustaba y que debía hacer algo. Aunque ella también sentía temor, comprendió que no bastaba con señalar el problema, debía ofrecer una solución.
Para Ana, dicha solución era orar, ungir con aceite puertas, ventanas y camas como símbolo de protección —igual que los judíos en Egipto que marcaron sus dinteles para que el ángel de la muerte no entrara— y pedir a Jesús que interviniera, ordenando a las entidades espirituales abandonar aquel lugar.
De igual modo, Ana se enfrentaba al reto de convertirse en una cazafantasmas, algo que otras personas, con diferentes creencias, también intentan a su manera. Ana asumiría un rol similar a pioneros como Joseph Glanvill, capellán de Carlos II en 1600, investigador de lo paranormal, o a Friedrich Nicolai, quien sentó las bases de lo que hoy se conoce como la Society for Psychical Research, institución que afirma estudiar lo sobrenatural con pretensiones científicas y objetivas.
Ana Gutiérrez: La cazafantasmas moderna
La ciencia solo ha logrado documentar captaciones de vibraciones, imágenes extrañas o grabaciones de ruidos.
En este caso, abundaban fenómenos inquietantes: olor a café recién colado impregnando el aire sin que nadie lo preparara, desaparición de objetos filosos como tijeras, cuchillos o pela papas, encendido repentino de televisores, luces, licuadoras y aires acondicionados, comida que desaparecía misteriosamente del microondas, tapas de ollas de vidrio templado rotas en diminutos cuadritos.
Por consiguiente, la familia González enfrentaba un calvario diario. Intentaron contrarrestar aquella presencia con la ayuda de dos perros. Estela, exasperada, llegó a gritar en voz alta: “Si no quieren escuchar ruido, ¡váyanse al patio y súbanse a un árbol! Pero el televisor se queda prendido”.
Lo volvía a encender una y otra vez, como si se empeñara en demostrar que no se rendirían. Ese espíritu deseaba su partida, pero ellos no tenían otra opción de alquiler. Iniciaron así una guerra agotadora para sus nervios.
Ana preparó el aceite común de cocina que, según la fe cristiana que profesaba, debía ser santificado a través de la oración para consagrar el lugar. Apoyada en la fe de otros hermanos de credo, disfrazó su temor y se atrevió a actuar. Estela, sin ser creyente, aceptó la ayuda, desesperada por restaurar la paz en su hogar.
En consecuencia, Ana oró con vigor y ungió todo con el aceite. Dejó caer una gota en la madera que hacía de cabecera en la cama de Estela y Luis. Esparció esa gota con el dedo y pidió a Dios su auxilio, decretando que aquel lugar era ahora una casa de paz, libre de espíritus o demonios. Desde entonces, una extraña gota de aceite pareció drenar incesantemente durante un año entero. Cada día brotaba la misma gota, y Estela la esparcía sobre su cama, obteniendo así la ansiada serenidad.
El pasado trágico de la casa y su influencia espiritual
Al parecer, en esa casa murió la dueña, una madre deprimida por la partida de sus hijos. Se suicidó con una sobredosis, sin saber si fue un acto involuntario.
A esta mujer le gustaba el café. Sin que Ana lo supiera, estaba empleando un método semejante al que dio alivio a Rebeca Broun, una médico estadounidense atrapada en una vivienda acosada por lo que llamaba demonios.
Mientras tanto, Broun no consideraba estas presencias como almas en pena de difuntos, sino que hablaba de demonios adoptando apariencia humana para confundir, o de espíritus de personas vivas que, a través de proyecciones astrales, abandonaban su cuerpo para perturbar. Para ella, se trataba de siervos de Satanás.
Según esa teoría, estos entes astrales describen con exactitud los sucesos en el interior de la casa atacada. Lo hacen porque ellos mismos los provocan. Por esa razón, el vecino, víctima de la confusión, accede a la brujería para “limpiar” la vivienda, sin sospechar que es una trampa que la contamina más, según la síntesis que realiza Rebeca.
Teorías sobre el mundo espiritual y los fenómenos paranormales
Las teorías sobre el tenue velo entre la vida y la muerte se multiplican, tejiendo suposiciones acerca del mundo espiritual.
Rebeca relata que, en medio de la desesperación ante objetos lanzados por seres invisibles, ella gritó: “Padre, ¿qué podemos hacer?”. Luego, tomó aceite de cocina, ungió puertas y ventanas, y pidió al Señor santificar su hogar, expulsando cualquier entidad maligna. El resultado fue inmediato y drástico.
Este tipo de fenómenos, un mundo de sombras, suele presentarse en lugares marcados por tragedias. Existen al menos diez sitios sumidos en tinieblas, donde se reportan algunas de las presencias más activas y temibles: la Torre de Londres, la Casa Whaley, la Casa Crenshaw, la Casa Winchester, Loftus Hall, la Casa Amityville, la Casa Beauregard, la Hacienda Myrtles, la Mansión Atherton y la Casa Ñuñoa, en Chile.
Aun así, seguramente el lector podrá añadir otras historias a esta lista. Al final, las experiencias descritas en Cabimas, Venezuela, reflejan que el mundo espiritual, los fenómenos paranormales y las leyendas urbanas encuentran un eco en las vivencias de personas como Ana, Estela y Luis, quienes, con temor e incertidumbre, buscan recuperar la paz en sus hogares.
Autora: Marielys Zambrano / Diario Panorama