En 1920, no mucho después de que los aviadores británicos John Alcock y Arthur Brown hicieran el primer vuelo transatlántico sin parada, la Sagrada Congregación de Ritos del Vaticano aprobó la bendición de un avión.
Bendición que pide a Dios un ángel guardián para un avión
La bendición tiene una estructura en tres partes que conecta la aviación con diferentes verdades espirituales. La primera parte de la bendición reza que el avión reciba a “las almas de todos los que en él navegan el pensamiento y el deseo del cielo”.
Oh Dios, que creaste todas las cosas y destinaste al servicio del hombre todos los elementos del mundo, bendice, te rogamos, este avión. Que sirva para extender tu alabanza y tu gloria y para solucionar sin peligro los problemas humanos.
Y fomente en las almas de todos los que en él navegan el pensamiento y el deseo del cielo. Por Cristo Nuestro Señor.
Todos: Amén.
Nuestra Señora de Loreto
Luego la bendición deriva hacia la santa patrona de la aviación, Nuestra Señora de Loreto. Evoca el milagroso “vuelo” de la casa de la Virgen María en Nazaret hasta los bosques de Loreto, Italia. Con ello, la bendición llama a su intercesión para proteger a todos los que vuelan en el avión.
Oh Dios, que consagraste la morada de la Virgen María por el misterio de la Encarnación, y maravillosamente lo transferiste al corazón de tu Iglesia; te pedimos que derrames tu bendición + sobre este avión.
Que bajo la protección de la Virgen Bendita todos los que vuelen en él lleguen felizmente a su destino y vuelvan sanos a su hogar.
Por Cristo nuestro Señor.
Por último, la bendición pide a Dios que designe un ángel guardián que “escolte” y guíe al avión para asegurarse de que todo el mundo llega a salvo a su destino.
Dios, salvación de quienes en ti confían, designa con tu bondad un ángel bueno que escolte a tus siervos que viajan en avión y que apelan a tu auxilio.
Que él proteja a los pasajeros durante el vuelo y los conduzca a salvo a su destino; por Cristo nuestro Señor.
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Estés donde estés, en la playa, en el campo, en una ciudad grande o en tu propia casa, dedica un momento del día para conectarte con tu yo interno: pontee en la presencia de Dios y pide la compañía de tus ángeles guardianes.